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Tristeza o depresión. Por José Ramón García

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Hace unos días asistí a una charla en la que «la tristeza» fue uno de los temas que trató el ponente, Leocadio Martín, un prestigioso psicólogo. Él comentaba que muchas personas confunden estar triste con estar deprimido, y son dos cosas diferentes. La tristeza es una de las emociones básicas del ser humano como también lo es la alegría, y ambas son respuestas de nuestro cuerpo ante determinados acontecimientos. Leocadio también comentaba que en Psicología incluso se tiene establecido un plazo aceptable para casos de tristeza por pérdida de un ser querido, que puede llegar a un año, sin que eso pueda considerarse depresión.

«No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que te puebla. Distraído de la vida que te rodea: delfines, bosques, mares, montañas, ríos. No caigas en lo que cayó tu hermano, que sufre por un ser humano cuando en el mundo hay 5,600 millones…

No estás deprimido, estás distraído, por eso crees que perdiste algo, lo que es imposible, porque todo te fue dado. No hiciste ni un solo pelo de tu cabeza por lo tanto no puedes ser dueño de nada. Además, la vida no te quita cosas, te libera de cosas…» (Facundo Cabral)

Ciertamente puedo constatar que cada día escucho más la frase “estoy deprimido” que “estoy triste”, pareciera que decir estoy triste fuera una nimiedad que no reflejaría ese estado de impotencia y desgana que uno siente, y eso es preocupante. Y digo preocupante porque me da la impresión de que las personas que creen que sufren depresión por principio, y sin que un profesional lo haya diagnosticado, cuentan con un plus, en este caso un menos, el que inconscientemente dan por perdida la batalla de la conquista de felicidad. Y digo “felicidad” y no “la felicidad”, porque, en línea con la opinión de Leocadio, la felicidad no es una conquista única como puede serlo el escalar una montaña, sino son esos momentos de satisfacción personal que se producen durante el camino, cualquier camino que emprendamos, con fecha de caducidad, es decir, no dura eternamente, pero sin embargo con posibilidades de ser revivida sin límite, y además con posibilidad también de ser ilimitadamente repetida.

En el caso de aquellas personas que realmente están tristes, no sé a qué se debe ese huir del reconocimiento de ese estado y camuflarlo con depresión. Tampoco quiero hacer una llamada a las bondades de la tristeza, pero realmente esos momentos son los que nos acercan más a lo más puro, a nosotros mismos, a nuestros sentimientos, y bien aprovechados nos pueden hacer crecer como personas. La tristeza forma parte de tres de las cuatro dimensiones de renovación (física, espiritual, mental y social/emocional) que conforman lo que Stephen Covey denominaba como el Séptimo Hábito: “Afilar la Sierra”. Es un estado de realidad, de la exterior pero también de la interior, de reconocer cómo somos y qué sentimos.

Cuando estás triste se dice que eres vulnerable de cara a los demás, puede ser cierto, sin embargo también puedes utilizar esa vulnerabilidad para llegar más fácilmente a ti misma/o. Es una oportunidad de sentir todo en tu interior, de ser compasivo contigo misma/o, y de repasar el estado de la maquinaria y descubrir que parte de ella necesita ser reparada.

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