FIRMAS

Pepe Gotera y El Hierro. Por José Carlos Alberto Pérez-Andreu

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Lo que determinados científicos están haciendo público (además de interpretando) a raíz de lo que acontece desde un tiempo a esta parte en la isla de El Hierro se sitúa ya entre la guasa y el despropósito más temerario. Son tanto ya los sobresaltos innecesarios un día sí y el otro también, que cuando realmente haya que levantarse y echar a correr, aquí va a suceder lo mismo que con el cuento del lobo. Me pregunto qué necesidad habrá de poner el grito en el cielo y acongojar a los herreños cuando una mañana hay doscientos movimientos sísmicos imperceptibles, si al día siguiente no hay casi ninguno. Máxime, cuando los propios juglares agoreros son los que aseguran que este comportamiento sísmico es de lo más normal en un archipiélago como el nuestro.

No se está agotando únicamente la paciencia de los herreños (que además) sino que se está dinamitando el turismo fiel que siempre ha caracterizado a la Isla, y que ya está dejando de volver por la necedad y el enconamiento larvado desde tiempos inmemoriales de narcisos de la sapiencia sísmica absolutamente prescindibles.

Los herreños están al borde de la quiebra no sólo económica, sino de su sistema nervioso. Y claro, no es de extrañar. Ayer saltaba la última alarma (estúpidamente una vez más), porque no se sabía qué demonios era una mancha acaecida sobre el mal llamado mar de Las Calmas, que hoy tiene a todo el mundo en un sudor. Mientras solícitos y galantes, desde el ING apuntaban a que la coloración del mar era fruto de la desgasificación del volcán submarino, expertos de La ULPGC aseguraban que era una mancha de plancton que pasaba por allí procedente de África. Y parece que era plancton, que pasaba por allí de marcha. Una vez que me cuentan que ambos extremos son fácilmente demostrables, sólo queda solidarizarse con los herreños encabezados por Alpidio Armas y mandar a determinados técnicos a tomar viento fresco. Mal asunto este, cuando el presente de El Hierro anda entre tanto aficionado…

@jc_alberto

1 Comentario

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  • Cierto. Aficionados, sobran.
    La isla de El Hierro tiene motivos más que sobrados para ser una atracción turística de primer órden, con sus cientos de movimientos sísmicos incluidos. Es una isla jóven que irrumpe al mar, como una criatura rompe sus encías para enseñarle al mundo de lo que es capaz por su belleza. Beneficiará, sin duda, al resto del Archipiélago que espera ilusionado su nacimiento auténtico. Nunca como ahora necesita de sus islas hermanas para cantar, a los cuatro vientos, la llegada de un nuevo tesoro a nuestras aguas canarias.
    No ver esta belleza y divulgarla… es estar ciego.

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