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«Palos a la madriguera». Por Adolfo Padrón Berriel

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Así finaliza un dicho muy nuestro que viene a referirse a esa tendencia, tan propia de muchos, de actuar a destiempo después de haber dejado escapar las oportunidades efectivas o de haberlas mal logrado a conciencia. Esa misma tendencia parece, por su extensión, una competencia básica trabajada muy a conciencia en la “escuela” política convencional.

Resulta demasiado frecuente escuchar a representantes de los partidos al uso esgrimir engañosas justificaciones para eludir su responsabilidad sobre las actuaciones pasadas, al tiempo que se esconden tras una actividad tan febril como tardía e improductiva –mala conciencia la suya-. Casi siempre juegan al despiste, pues no hay reacción más primaria e instintiva que la de señalar a otros cuando los hechos te marcan como culpable.

En política, al menos en esa política a la que nos hemos acostumbrado, es bastante habitual “tirar la piedra y esconder la mano” mientras se ordena a los sicarios: “hagan que parezca un accidente”. El objetivo final de estos próceres es permanecer inmaculados o al menos, salir airosos y silbando, mientras cruzan las manos a la espalda. La cuestión es  seguir optando a “cortar el bacalao”.

Veinte años gobernando Canarias. Veinte años timoneando el navío, con la prestancia por turnos de los dos grandes partidos, para que todo siga patas arriba. Las mismas estadísticas vergonzosas que nos sitúan como periferia de la periferia. La misma ultra dependencia de un exterior alejado en la geografía  y distante en la relación. Idéntico el séquito empresarial y similares los intereses sobre la que gira toda acción política.

Durante todo este tiempo, ni se ha trabajado por diversificar nuestra economía, ni se han modificado las condiciones que sustentan nuestra frágil estructura social. Sol y cemento; playa y alquitrán. Al son de fondos estructurales europeos y de acuerdos financieros con el estado, hemos asistido a la destrucción de nuestro sector primario y a una degradación progresiva del territorio y el medio ambiente,al servicio de puros beneficios especulativos disfrazados de interés general.  Hemos visto florecer, como amapolas, complejos hoteleros, rotondas y centros comerciales –uno por manzana-. Nos han bendecido con tranvías y muelles deportivos -en casi cada ensenada- y nos han explicado por qué había que descatalogar espacios y especies protegidas o incluso desahuciar pueblos enteros de nuestra geografía,  para construir mega infraestructuras aeroportuarias o vestir de asfalto gran parte de nuestro limitado suelo isleño.

Viviendo en una tierra potencialmente rica en energías limpias y alternativas,  cuya explotación supondría disponer de un auténtico motor de cambio en todos los aspectos de nuestra vida, desde lo económico a lo social, desde lo colectivo a lo individual, nos han condenado a seguir dependiendo, hasta el bochorno, de los magnates del petróleo y del gas y de los vaivenes de un mercado  inestable y depredador.

Disponiendo de competencias para regular una fiscalidad al servicio de la mayoría, optaron por legislar para ahorrar impuestos y gastos a una minoría fagocitaria y autocomplaciente, siempre dispuesta a “untar”, generosamente,  a sus benefactores.

Ahora  las “vacas gordas” se han retirado a otros pastos; ahora  ni al más friki de los frikis se le ocurre tararear aquello de “europe´s living a celebration”; ahora el estado central, gobernado por la rancia derechona entregada a los poderes financieros, se desentiende de todo y de todos -¿cómo no de las provincias de ultramar?-; y es precisamente ahora, cuando a éstos, a los de siempre, se les aparece la Virgen: ¡La ocasión la pintan calva y tonto el último! Es el momento de señalar a Madrid como el enemigo común de todas y todos los canarios y el culpable de todos nuestros males. ¡Qué sensación de alivio da escurrir el bulto!

Y ahí van y se guiñan el ojo unos a otros; y se hacen carantoñas y se invitan mutuamente  para sentarse a discutir las bases de un proyecto patriótico contra el abuso y el desprecio centralista; y hasta se hacen proposiciones para configurar alianzas de cara a futuribles comicios electorales; y en algún caso, hasta hacen suyo el hartazgo de la calle y nos llaman a la rebelión y a la resistencia.

El asunto es que el común de los mortales olvide que ya estuvieron y fueron actores principales en la obra que nos ha traído hasta aquí. El asunto es asegurar su propia continuidad en  escena.

Así que, “después del conejo ido, …” No será con éstos mimbres con los que habremos de hacer el cesto.

… Y lo triste, es que habrá quien pique.

 

 

Adolfo Padrón Berriel

(Miembro de co.bas-Canarias y de Canarias Por La Izquierda-Si Se Puede)

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