La crisis de Bankia y la gestión de Miguel Ángel Fernández Ordóñez van a ser temas tan recurrentes y cansinos como las peleas de Belén Esteban con todos los del cortijo de Sálvame, pero evidentemente, por muy repetitivo que sea el asunto, éste no puede dejar de tratarse porque, además, según se vayan conociendo nuevos aspectos, la indignación va a ir in crescendo. Y es que lo que no es tolerable bajo ningún punto es que quien tenía que velar por el buen funcionamiento de las entidades , entre ellas la propia Bankia, haya hecho una dejación de funciones tan brutal y encima ahora quiera desviar la atención anunciando que quiere dejar ya su puesto como gobernador del Banco de España.
Al señor MAFO le salva, eso sí, que el propio Gobierno del Partido Popular le obliga a adherirse de forma obligada a l’omertá. El Ejecutivo de Mariano Rajoy, en un gesto tan sorprendente como irritante para todos los ciudadanos, prefiere que el gobernador se vaya por la puerta de atrás, que calle todo lo que sepa, no vaya a ser que pueda dejar en paños menores a otros políticos (y no precisamente del PSOE). No sé si es el eterno complejo de la derecha, pero está claro que hiede bastante que el partido gobernante que, supuestamente, nunca avaló a MAFO, ahora intente darle cuartelillo y que tenga la boca sellada.
A los ciudadanos se nos deben explicaciones, demasiadas. No sabemos ni un 1% de lo que ha acontecido, desconocemos qué va a pasar con las pensiones e indemnizaciones que se van a llevar estos personajes. Lo lógico sería que les dejasen sin blanca y encima obligándoles a que explicasen en plaza pública o en el petril del puente de Praga qué demonios han hecho en todos estos años. Sin embargo, me temo que todos se acabarán yendo de rosetas, que no se aclarará nada y que los españolitos acabaremos pagando y poniendo de nuestro bolsillo ese dinero que hace falta para rescatar Bankia, exceptuando, claro, al señor MAFO, al que parece que temen hasta el mismísimo tuétano en Moncloa-Génova.
Pero en fin, esto es España, el país donde al final triunfa la táctica del tranque y del trinque, donde si los gobernantes que había eran incapaces, los que han heredado el cortijo son aún peores porque, sin saber aún cuál es su grado de capacidad, lo que han demostrado es su fobia a comunicar. Y así, mientras, alguno seguirá tocando la campana perpetuamente, con sonrisa de mermelada y desternillándose de risa por lo ingenuos que somos.
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