A la hora de elaborar y publicar esta entrada, las señales son evidentes. En realidad, lo eran desde anoche, cuando empezaron a retirar cajas, enseres, productos y mobiliario. Es la materialización del desahucio del bar ‘Dinámico’, en la plaza del Charco, el último paso de un largo contencioso surgido tras un proceso de gestión indirecta decidido en su día, qué casualidad y qué paradoja, por los mismos que ahora rescatan la concesión.
El vacío se empieza a notar. Otro vacío, como el de aquellos paros protagonizados por los trabajadores que reclamaban sus salarios y una mínima estabilidad. Da la sensación que el adjudicatario no ha podido hacer más en medio de la vorágine, es decir, la crisis sumada a los pleitos administrativos que, probablemente, seguirán su curso.
Lo que no sigue es la actividad: ni del ‘Dinámico’ ni de otras unidades de negocio que, en su día, fueron objeto de una concesión administrativa. Dicen que la repescan para que retorne a sus orígenes, uno de los pocos caminos viables para parchear la situación.
Pero la estampa -ojalá dure poco- vuelve a ser de agonía. Una estampa de vacío físico en pleno centro de la ciudad y de precariedad de los empleados. No es una estampa edificante, desde luego. Es el reflejo de una incertidumbre. De poco sirve ahora debatir los niveles de responsabilidad en la gestión, tanto formales como de fondo. Las cosas se enconaron, los puntos de vista entre la Administración y la empresa concesionaria fueron contraponiéndose, recelándose, distanciándose… Pero ya son historia a la espera de la resolución de los pleitos, que esa no se detiene.
Lo que se precisa ahora, especialmente por parte de quienes no saben en qué condiciones sociolaborales van a continuar, es información, transparencia, claridad: saber qué pasos se va a dar. Porque hay que defender los intereses generales del municipio. Y porque la ciudad no se merece más estampas de abandono prolongado fruto de kincapacidades de gestión.
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