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REPORTAJE. Naturaleza herida. Por Mónica Ledesma

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Elblogoferoz/ Mónica Ledesma.- Un avión surca el cielo azul, desplegando sus alas para tomar tierra en el aeropuerto de Los Rodeos. En cambio, a los pies de esta instalación aeroportuaria, cientos de aves no pueden abrir sus alas para volar como antes, ya que por accidentes fortuitos o por la acción del hombre, han visto privada su libertad.

Un halcón tagarote intenta levantar el vuelo, pero parte de un ala está mutilada tras un accidente de caza. Sus vecinos, en cambio, son un nutrido grupo de cernícalos, inquietos y guerreros, en constante lucha por dominar el territorio. Aunque les cuesta también volar, ya que perdieron parte de su plumaje –bien por peleas entre estas poblaciones de aves rapaces diurnas o bien por la acción del hombre- revolotean de un lado a otro sin quitar ojo a su rival.

En el jaulón anexo, en cambio, cuatro búhos chicos observan curiosos, con sus enormes ojos del color del Sol, el paso de los extraños. Tampoco pueden alzar el vuelo, porque sus plumajes tuvieron que ser cortados para poder liberarlos de trampas de ratones donde se quedaron pegados al ir a cazar a la presa. Todos deberán esperar meses hasta que cambien las plumas y tras la muda poder emprender el vuelo.

Otro huésped, algo más serio, habita en una de las jaulas cercanas. Se contonea de un lado a otro luciendo su brillante plumaje negro como el azabache. Es un cuervo que fue decomisado por el Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil a un hombre que lo tenía en su casa y que le cortó también las plumas para que no escapara. Un ejemplo, de tantos, del efecto nocivo que ejerce la mano del hombre sobre los animales.

A su lado, la negrura de sus plumas contrasta con la de un nutrido grupo de canarios silvestres que fueron también decomisados en el aeropuerto a un hombre que se los llevaba en una jaula a Madrid.

tahonilla

Por casos como estos, y sobre todo por la labor de concienciar y de ayudar a la recuperación de la naturaleza nació el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre (CRFS) La Tahonilla, dependiente desde el año 1991 del Cabildo Insular. Este centro recibe al año unos 2.500 ejemplares de animales accidentados, que son recogidos por ciudadanos, Policía Local o Seprona, además de otras entidades colaboradoras como clubes de buceo o cofradías de pescadores. Allí, se les cura y alimenta hasta que están totalmente recuperados y pueden ser liberados, de nuevo, a su hábitat natural.

De este total, en clínica son atendidos entre 900 a 1.200 animales cada año, a los que hay que sumar las 1.500 pardelas  –sólo en la campaña de noviembre-que resultan heridas cuando salen de los nidos y cegadas por la luz de las zonas urbanas chocan contra éstas. Una alta cifra a la que hay que añadir la de la fauna silvestre marina, sobre todo tortugas bobas, las cuales ingresan cada año entorno a cien por estrangulamiento de extremidades o heridas por anzuelos.

El Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tenerife, La Tahonilla, atiende cada año unos 2.500 animales, la mayoría aves endémicas

El veterinario y jefe de la Unidad de Recuperación de La Tahonilla, Santiago Mayans, explica que la colaboración ciudadana es muy importante para la recuperación de muchas de las especies que llegan al centro. “Cada día se atiende una media de diez llamadas de gente que nos avisa de animales heridos o en mal estado, bien a nuestro teléfono directo o al 1-1-2. Trabajamos los 365 días de año con un equipo de profesionales, junto a voluntarios y alumnos en prácticas, para poder dar respuesta a todos los casos”.

Mayans señala que actualmente hay 40 animales de fauna silvestre ingresados en La Tahonilla, a los cuales se les atiende y se les da de comer –siempre sin que vean la mano del hombre para que no pierdan su instinto depredador-. Cuando ya alcanzan el engorde y la musculación suficiente serán liberados y regresarán con fuerza a su entorno.  En cambio, otros tantos que llegan no tienen tanta suerte, pues sus heridas son considerables y si son devueltos a su hábitat no sobrevivirán. En estos casos, añade, «procedemos a su eutanasia o, como el caso del halcón tagarote, pasan a ser parte del centro de visitantes».

Mayans atiende a una tortuga herida.
Mayans atiende a una tortuga herida.

Toda esta labor de recuperación se lleva a cabo en un nuevo centro, construido hace unos años, ya que el anterior “se nos quedó pequeño”, apunta el veterinario. Ahora, el centro antiguo, anexo al nuevo, “se utiliza para albergar animales exóticos que son decomisados por el Seprona, como serpientes o aves de cetrería, hasta que se resuelve el expediente judicial y pueden ser devueltos a su hábitat. Hasta hace poco hemos tenido una pitón, búhos reales y hasta iguanas gigantes de más de 2 metros, animales que la gente abandona en el campo y que suponen un riesgo, como especies invasoras, para la fauna y flora endémica”, indica.

Animales decomisados por el Seprona también ingresan en este centro

Asimismo, este antiguo espacio cede sus jaulas para el Centro Superior de Investigaciones Científicas. Ahora mismo hay gaviotas que están siendo objeto de estudio para ver cómo se trasladan plagas de unas islas a otras a través de los contenidos intestinales de estas aves. Igualmente, otras jaulas hacen de ‘despensa’ de los animales ingresados. Se trata de palomas bravías, bien cedidas por clubes colombófilos porque ya no son útiles como mensajeras o porque han sido liberadas y están generando plagas en determinados lugares de la Isla, por lo que el Cabildo autoriza su captura y en La Tahonilla son usadas como alimento.

Nuevo edificio

Respecto al nuevo centro de recuperación, construido en forma elíptica a base de anillos concéntricos, el jefe de la Unidad de Recuperación subraya que el perímetro más externo es el denominado jaulón de vuelo, una zona diseñada para que las aves, previas a ser liberadas, se musculen volando en círculo. “Muchos animales están hasta un mes o más ingresados y en todo ese tiempo su musculatura se debilita mucho”, comenta, por lo que este espacio constituye el ‘gimnasio’ de las aves.

centro

El interior del edificio lo bordea un pasillo a cuyos lados se encuentran las jaulas para albergar a algunas de las aves en recuperación. Es la parte destinada al centro de visitantes, mayoritariamente escolares o profesionales de la biología, ya que “la cultura y la educación medioambiental es fundamental para preservar la fauna”, señala Mayans. “El problema es que esta zona no está acabada por falta de presupuesto, ya que tenía que haber llevado unos cristales protectores para que la imagen no se proyectara y el animal no viera al hombre, puesto que esto no es un zoo y el objetivo es intentar mantener a los animales aislados. De todas formas estamos intentando buscar patrocinio para poder acondicionar el centro de visitas, así como ampliarlo a un turismo más selectivo interesado en la biodiversidad”, dice.

Instalaciones

El centro cuenta, además, con diferentes instalaciones para proceder a la atención de los animales que ingresan. Hay una zona de quirófano y de cuidados intensivos, en la que se realizan unas dos intervenciones a la semana o se procede a la cura de animales que llegan envenenados por el uso ilegal de herbicidas en los campos; una cocina en la que se prepara el alimento para los animales, vivos y muertos; y otros espacios que albergan a las tortugas marinas, la zona de nidos para los pollos que se caen de árboles y en la que se atienden entre 300 y 400 casos al mes; las jaulas para la vigilancia de animales en recuperación y la zona destinada a la reproducción en cautiverio de determinadas especies, donde actualmente hay dos cuervas fértiles que también fueron decomisadas pero que no pueden ser devueltas a su entorno natural, pues han desarrollado la habilidad de hablar y liberarlas puede implicar un mismo comportamiento entre sus congéneres.

También se ha procedido a crear una nueva zona, a modo de banco de alimento, para los animales ingresados. En ella se está procediendo a la cría de ratas (actualmente hay 1.500 ejemplares) así como de gusanos y grillos.

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«La falta de presupuesto nos ha impedido acondicionar el centro de visitantes, un proyecto destinado a la educación medioambiental», dice Mayans

Otra de las funciones que se realizan en La Tahonilla es la de prestar atención a los cetáceos que varan en las playas de la Isla, aunque el 99,9% llega muerto. “Nuestra función es, si llegan vivos o casi moribundos, la de actuar in situ con el animal e intentarlo remolcar mar adentro para que tenga alguna posibilidad de sobrevivir.”, subraya Mayans. En cambio, con los que llegan muertos son los veterinarios de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria los que se encargan de realizar las necropsias y un estudio de la causa de la muerte, sobre todo en cachalotes, para poder adoptar medidas futuras que eviten más muertes por traumatismo en esta especie.

La fauna migratoria también es atendida en La Tahonilla, como un águila culebrera que llegó en mal estado por falta de alimento

Igualmente, el Centro también atiende a la fauna silvestre migratoria que llega, siguiendo las corrientes, hasta la Isla. “Hace poco tuvimos un águila culebrera, la cual ingresó en mal estado en diciembre porque no encontró alimento aquí, ya que es a base de culebras. La hemos ido alimentando hasta que hace días se soltó desde una altura muy importante para que emprendiera el vuelo. Ahora esperamos a que en pocos días llegue a la Península,  ya que a todos los animales que soltamos los anillamos y les ponemos un microchip para poder hacerles el seguimiento.”, señala. “Lo más lejos que ha llegado un ave soltada desde este centro ha sido un petrel que se localizó en Nueva Escocia catorce años después de su suelta, lo cual nos dio información sobre la ruta que siguió y la longevidad de esa especie”, apunta Mayans.

A cada animal que ingresa en La Tahonilla se le hace una ficha clínica que le acompaña durante toda su estancia en el centro. Tiempo en el cual, matiza el responsable del mismo, “no se les pone nombre ni se les acaricia ni se les trata como mascotas. Aquí se mantienen las distancias. Ellos son los animales y nosotros los humanos. Una separación de conceptos necesaria por la propia seguridad del animal cuando vuelva a ser liberado”, concluye Mayans.

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