Culpaba ayer el presidente canario, Paulino Rivero, al Gobierno central (discurso ya cansino en el que se ha instalado últimamente el Ejecutivo regional) de querer hacer retroceder 30 años a Canarias con los recortes que se aplicarán en los Presupuestos Generales del Estado. Puede que no le falte razón. Pero ahí no voy a entrar. Lo que me ha llamado la atención es que en esta «bendita» tierra siempre barremos hacia fuera pero nos olvidamos de barrer nuestra propia casa.
Con ello me refiiero a la reciente polémica que ha saltado en Canarias a cuenta del distrito único universitario, una cuestión que implica a tres administraciones -Universidad de La Laguna (ULL), Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y Consejería de Educación- y en la que ha metido la cuchara todo hijo de vecino.
Con esta pelea de patio de colegio entre instituciones públicas, partidos políticos y asociaciones estudiantiles, no solo retrocedemos 30 años, sino casi dos siglos, cuando se creó la provincia de Canarias dentro de las reformas liberales y la organización territorial del estado, quedando Canarias como una única provincia con capital en Santa Cruz de Tenerife. Una disputa por la capitalidad que se intentó frenar, sin éxito, con la creación de la Ley de Cabildos de 1912, hasta que en 1927 Canarias fue dividida en sus dos provincias actuales.
Es curioso como el pasar de los años no ha logrado cicatrizar esa vieja herida en el corazón de una tierra que, ya de por sí fragmentada en siete, sigue resquebrajándose a la mínima de cambio. Algo de lo que no se puede culpar a la Seguridad Social, que por aquellos tiempos no existía.
El resurgir pleitista lo vivimos cada año en Carnavales, lo sentimos cada vez que se enfrentan los equipos de fútbol o lo llevamos aún grabado en la memoria con el enfrentamiento histórico más duro entre ambas provincias tras la creación, en 1989, de la ULPGC.
Pero esta semana, el pleito ha tocado otra vez a la puerta y, de nuevo, las universidades han sido el detonante que ha abierto la caja de Pandora a raíz del distrito único universitario.
Lo que comenzó siendo una queja del Gobierno de la ULL ante la decisión de la Administración educativa de conceder a la ULPGC la gestión del distrito único para las prematrículas universitarias en todo el ámbito regional, se ha convertido en los últimos días en una guerra abierta de acusaciones pleitistas.
El consejero regional de Educación, Jose Miguel Pérez, decía ayer tan contento que su departamento -una vez que ha optado por retirar la propuesta ante la que se le venía encima- seguirá «echando paciencia» para que el distrito único sea una realidad siempre con la condición de que el servicio sea gratuito, una oferta (en plan 3×1 del Carrefour) que según Educación hizo la ULPGC y que llevó a decantarse por esta universidad como gestora.
Insistía Pérez en que se trata simplemente de un programa informático y no de un agravio entre las dos universidades canarias, por lo que «si alguien se ha sentido agraviado o lo hemos explicado mal o alguien lo ha entendido peor sacando la banderita del pleito insular».
Me ha gustado eso de la banderita, que conste, y más al imaginarme al rector lagunero, Eduardo Doménech, a modo de corista acompañado al piano por el presidente del Cabildo tinerfeño, Ricardo Melchior, y por los alcaldes de Santa Cruz y de La Laguna, José Manuel Bermúdez y Fernando Clavijo, respectivamente, en plan ‘cheerleader’ con sus pompones de colores tinerfeños bailando el waka waka ante la sede de la Consejería de Educación.
Por su parte, el rector lagunero se ha sacudido también el polvo y ayer pedía que no se hiciera responsable del fracaso de la iniciativa de implantar el distrito único ni al rector ni a la Universidad de La Laguna, argumentando posiciones “pleitistas” que nada tienen que ver con las verdaderas razones de lo sucedido.
Añadía Doménech que «la responsabilidad debe recaer en quien promovió una iniciativa que estuvo mal planteada desde sus inicios y para la cual no se contó con la opinión, el asesoramiento y la participación efectiva de las universidades» (Dixit).
Ante tal maremagnum de acusaciones y del quítate tú pa’ ponerme yo, lo cierto es que el problema se ha enconado y no se solucionará en la Prensa ni en los pasillos del Parlamento, sino el día en que todas las partes implicadas decidan volver a sentarse en la misma mesa para dialogar y unificar posturas.
Las universidades son la sabia del pensamiento y de la cultura de nuestro Archipiélago y ahora, que se avecinan momentos difíciles ante la subida de las tasas académicas y la reducción de profesorado que prevé llevar a cabo el Ministerio de Educación, más que nunca han de permanecer unidas y, sobre todo, no tener a nadie que las intente dividir. Canarias debe ser una única voz para no quedarse sólo en un eco.
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