Ahora más que nunca, los motores tradicionales del crecimiento económico ceden su lugar a una economía basada en las ideas y la creatividad. Las ciudades deben estar preparadas para crear y absorber conocimientos e innovación para marcar las diferencias, y sólo aquellas que sean capaces de generar las condiciones de un desarrollo sostenible desde el punto de vista tecnológico, de conectividad, de reserva ordenada del suelo y de reglamentación adaptada a las necesidades actuales podrán afrontar con ciertas garantías su presente y su futuro.
Esta semana he tenido la oportunidad de participar, como Alcalde de Santa Cruz de Tenerife, en el Foro IBM que, bajo el título «Ciudades más inteligentes: talento e innovación para un desarrollo competitivo», ha reunido a los máximos representantes de ocho grandes ciudades españolas con el objetivo de poner en común experiencias y proyectos que ofrezcan alternativas con imaginación a una situación económica llena de dificultades, pero con capacidad de aprovechar mejor nuestras oportunidades, que también las hay.
Santa Cruz tiene vocación de liderazgo como Capital del Atlántico, y por eso ha estado presente, junto con los Alcaldes de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Santander, Málaga, Pamplona y A Coruña.
Indudablemente ha sido una oportunidad para escuchar, aprender y debatir, pero también para aportar ideas y poner en valor aquellos factores que podemos ofrecer, y, por qué no, también para mantener contactos de posibles inversiones que puedan generar empleo, riqueza y calidad de vida a nuestros vecinos, aprovechando la asistencia de más de 100 empresarios, directivos y expertos del mundo económico, empresarial y académico.
Los alcaldes allí presentes hemos coincidido en que para estimular el crecimiento económico en las ciudades y atraer a profesionales cualificados y empresas innovadoras es necesario mejorar los diferentes sistemas que conforman una ciudad: el tráfico, la seguridad ciudadana, la limpieza, la sanidad, la cultura y el deporte, la educación y la formación. Para hacer frente a este crecimiento de una forma sostenible es necesario transformar las infraestructuras básicas como el transporte, la energía o la seguridad.
Pero es que además, frente a un clima generalizado al parecer bastante pesimista por unas circunstancias económicas tan negativas como las que atravesamos, debemos ser capaces no sólo de hacer «más con lo que tenemos», sino de destacar nuestras fortalezas. Santa Cruz cuenta con unas condiciones objetivas altamente competitivas, con unos 150 km2 de los cuales 58 km conforman el litoral, y cerca de 225.000 habitantes, reúne magníficas condiciones de clima, costa, puerto, cultura y, como sede administrativa de la provincia, una innegable capacidad para acoger a la industria I+D+I.
Nuestra intención, tal y como expuse en mi presentación «Santa Cruz, Capital del Atlántico: un nuevo motor económico», pasa por posicionarnos como centro de comunicaciones, no sólo las físicas tradicionales como su puerto marítimo o el cercano aeropuerto dentro del área metropolitana, sino también en telecomunicaciones y nuevas tecnologías, apoyado por la inminente creación del Parque Tecnológico de Cuevas Blancas, la instalación de empresas de comunicaciones en la Zona Franca o el magnífico trabajo que ha realizado el Cabildo de Tenerife con su proyecto de conexión intercontinental (ALIX y NAP) que situará a Tenerife con una década de ventaja sobre otras ciudades de nuestro entorno.
Debemos invertir esfuerzos en una alternativa de turismo, ni mucho menos competidor de otros destinos como el Norte o el Sur de la Isla, sino complementario, de manera que seamos visita y referencia obligatoria de una gran parte de los turistas que ya llegan cada año a Tenerife. Además, somos uno de los puertos de cruceros con más movimiento del Estado, y el espectacular crecimiento que estamos registrando debe ir acompañado de otras acciones como convertirnos en puerto base de más compañías y aumentar el consumo y gasto per cápita de los cruceristas. Todo ello unido a nuestra voluntad de hacer de esta ciudad la Capital del Atlántico, pero sin olvidar que ha de ser una ciudad más habitable, más amable y más «vivible», si me permiten la expresión, para sus vecinos.
Esto no sólo es posible, sino que resulta imprescindible. La resignación y la pasividad no son una opción para nosotros. Y, aunque es cierto que las circunstancias económicas globalizadas no ayudan, debemos ser conscientes de que en nuestras propias manos está la posibilidad de generar las condiciones, si somos capaces de trabajar unidos, de pensar más allá de un miope horizonte inmediato, de aprovechar nuestras oportunidades y de planificar nuestro futuro.
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