Elblogoferoz / Mónica Ledesma.-Es como un libro abierto, una enciclopedia memorística de moda y, sobre todo, un erudito en tendencias. Sin pelos en la lengua, utiliza la crítica irónica para dar un tirón de orejas a quien cree que se lo merece, ya sea político, diseñador o empresario. Una inteligencia refinada con la que borda, cual magistral cuoturier, su pasión y su saber sobre el mundo de las pasarelas, de la alta costura y del lujo, en el cual, como deja entrever, nunca es oro todo lo que reluce.
Sociólogo, periodista y crítico de moda, Pedro Mansilla Viedma ha colaborado durante los últimos 25 años en importantes medios de comunicación como Elle, Vogue, Woman, Nox, Gentleman, El Mundo, Yo Dona, Telemadrid, Cosmopolitan TV, Antena 3, Nova TV, Tele 5, TVE, La 2, Intereconomía y la Cadena SER. Además, ha sido miembro de los más prestigiosos premios españoles al diseño de moda y ha dirigido y presentado el único programa de moda hecho por una televisión española Ella de moda en Vía Digital.
-¿La moda es una adicción?
-Puede convertirse en una adicción. La moda tiene componentes aditivos, aunque no afecta a todo el mundo por igual. Pero sí se podía comenzar a diagnosticar este síndrome y posiblemente ya habría muchos afectados.
-¿Se englobarían en este diagnóstico a los llamados ‘fashion victims’?
-Serían un porcentaje representativo del síndrome si finalmente lo teorizamos. Personas que consideran que si no van correctamente vestidas no son ellas mismas. Hay una frase muy irónica de Oscar Wilde, del siglo XIX, que decía «hoy ser consciente de que uno va adecuadamente vestido es más importante que estar en la religión verdadera». Con ello quiero decir que desde hace más de 100 años la importancia que tienen las formas en nuestra sociedad hace que estar fuera de la moda se considere un fenómeno de rebeldía tipificado.
-¿Entonces quién no siga las tendencias de la moda se consideraría un antisocial?
-Una de las expresiones más habituales de que ocurre algún desequilibrio es negarse deliberadamente a seguir la moda, con la paradoja de que es muy difícil que una cosa que comienza como una ostentación contra las tendencias no termine rápidamente convertido en moda. Por ejemplo, raparte la cabeza o salir a la calle con pantalones rotos, e incluso sin pantalones, son fenómenos que aunque se consideren antimoda, curiosamente luego pueden ser reintroducidos como tal y terminar siendo tendencia. Ya ocurrió con el movimiento Hippy que en los años 60 fue una manera contestataria de decir no al sistema de la moda y a los valores de capitalismo. Un movimiento social en contra no sólo de vestirse sino de seguir las normas de etiqueta social, esa especie de edulcoración de nuestro yo, pero que después de quince años se reintrodujo en las pasarelas.
–¿Quiere decir que las tendencias las marca más la sociedad que un determinado diseñador o Casa?
-Por un lado está el mundo de las pasarelas –metáfora del sistema de moda- donde hay tendencias que arrancan ahí, pero hay otras muchas que nacen en la calle y que teóricamente, para que no pasen desapercibidas, forman parte de la elaboración de un análisis de tendencias para aquellos que lo quieren comprar. Son los llamados Cuadernos de Tendencias que adquieren fabricantes y diseñadores. Si eres un buen diseñador irás a comprar tejidos a Premier Visión, la feria más importante de tejidos. Pero, además allí puedes encontrar información global de lo que propone la calle y por eso se paga. Lo que ocurre es que hay tendencias que naciendo en la calle no lo son hasta que no son bautizadas por una de las grandes Casas, como hizo Channel a finales de los 80 con la metalistería, haciendo moda del mundo de las motos con grandes cinturones que en vez de poner Harley Davidson ponía Channel. Hasta que una gran Casa no bendice algo no es tendencia. Situación que en los últimos años han venido a complementar las revistas de moda, otro elemento que ha contribuido a acelerar este proceso.
-¿El periodismo y la moda son, por tanto, complementos?
-En casos concretos, como el fenómeno Zara, la moda sería impensable si no existiese el periodismo. El mayor aliado de la moda son los medios de comunicación. Un desfile no tendría tanta repercusión sin cien cámaras captando el click, click, click. Sin los medios de comunicación la moda puede que existiese pero no tendría el impacto mediático ni la capacidad de seducción que tiene hoy.
-El hombre, desde la Prehistoria, comenzó a vestirse como necesidad, básicamente para mitigar el frío. Pero, hoy en día nos vestimos como parte de un estatus social…
-El hombre se viste por muchos motivos y uno ha sido el de abrigarse ante las inclemencias del tiempo y otro por pudor. Pero hay otra causa, que muchos antropólogos definen, que es la coquetería. Nos vestimos para condensar una cierta mirada y para ello realizamos un juego intelectual brillante, que además se contradice. Nos cubrimos por vergüenza para que no se vean nuestros órganos sexuales, pero al mismo tiempo que nos ocultamos de la mirada no deseada, también buscamos atraer otra mirada que queremos que sí lo haga pero que desnudos quizás no nos miraría. Para ello usamos la moda y los complementos. Con un bikini, un color o una trenza adecuada haremos que quien deseamos caiga en nuestras redes. No obstante, aunque la moda nació para cumplir las necesidades básicas de cubrir vergüenzas y a la par excitar a quien se quiera, una vez logradas estas expectativas es justo ahí cuando comenzó el verdadero negocio de la moda, lleno de complicidades y juegos sociales.
-Vista esta definición entonces qué sería la moda.
-Un juego social en el que tu sabes que yo soy tal cosa porque me he vestido así y en el que sabes que a mí me va bien porque llevo un determinado reloj. La moda está llena de pequeños detalles y alusiones policíacas y de hecho uno de los elementos científicos más interesados por el mundo de la moda es justamente la Psicología hasta terrenos de la Psiquiatría. La propia construcción de la personalidad es lo que nos vestimos. Somos Gucci, Chanel, Dior, El Corte Inglés, Zara.. porque es casi imposible separar la seguridad que nos aporta la marca a la de nuestro cuerpo desnudo.
«La moda es un juego social. La propia construcción de la personalidad es lo que nos vestimos», afirma Mansilla
-¿Somos mensajes andantes de un estilo o de una marca determinada?
-Así es, somos auténticos mensajes andantes que vamos diciendo quienes somos a los demás. En un artículo de Umberto Eco, antes de dedicarse a la novela, hizo un ensayo sobre Psicología del Vestir, y en el dijo que un hombre occidental, cuando se pone la corbata frente al espejo a las 8 de la mañana, está haciendo una opción ideológica. Si se la pone roja significará una cosa, si se la pone de lunares, otra. Si le cae una mancha de aceite, sabe que significa otra. En moda todo somos capaces de asimilar ese mensaje.
–¿La moda habla sin palabras?
-Hace mucho tiempo que la moda está incluida en los lenguajes no verbales y habla muchísimo e incluso corrige lo que no dice el lenguaje verbal. De nada sirve que alguien te ofrezca el negocio de tu vida si le miras y ves que no lleva los zapatos adecuados.
-¿Se frivoliza con la moda?
-Mucho, porque lo fácil es frivolizar y cuando se dice que la moda opera en estos términos lo que se está diciendo es ya de por sí frívolo. Por ello recomiendo la lectura del libro La conspiración de la moda del periodista inglés Nicholas Coleridge. Quien lo lea dejará de decir que la moda es banal. La frivolidad es una sensación de escape a nuestra sensibilidad y en el campo del psicoanálisis puede tener muchas lecturas. Concretamente, me viene a la mente una en concreto sobre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Esta mujer domina las ruedas de prensa y lleva perfectamente aprendidos los Presupuestos Generales del Estado, pero aunque lo niegue, realmente ha dedicado antes una buena parte de su tiempo a ver qué vestido se ponía esa mañana. Es una sensación que me preocupa porque no la suelo ver tanto en los hombres. que están más cómodos instalados detrás de un traje de chaqueta, que en las mujeres, enormemente preocupadas en cuidar su aspecto, quizás por esa inculcación desde pequeñas a la perfección.
–Ya que ha hecho mención a la clase política ¿Cómo visten nuestros políticos?
-Correctamente. Daría una nota media en general para todos, aunque luego hay figuritas del espectáculo. A la cabeza estaría el ex presidente valenciano, Francisco Camps, reconocido por su pasión por los trajes y el dinero que se gastaba en ellos porque vestía en Just One, donde las chaquetas son apartir de 3.000 euros. En esa línea, estaría otro principito como el ministro Alberto Ruíz Gallardón que le gusta vestir bien y sobre todo que se lo reconozcan. También ha mejorado mucho Mariano Rajoy, que era un hombre que daba la imagen de notario despistado y a quien le regañé públicamente en un programa de televisión y parece que ya elige mejor sus corbatas. También nuestra ex vicepresidenta de Economía, Elena Salgado, vestía muy bien, siempre fiel al diseñador Juanjo Oliva e incluso Gaspar Llamazares, pese a ser de izquierdas, va muy bien vestido, quizás por su condición de médico. Una línea de sucesión que no sigue, en cambio, Cayo Lara en el que el movimiento sindical se impone sobre la corbata y, detrás de la corbata, sobre todo se impone la curva de la felicidad. Otro ministro que viste muy bien es el canario José Manuel Soria, a pesar de esas gafas raras que se ha puesto ahora de espía cubano de los años 40. Pero por su altura y su aspecto cuidado, podría darle un 7 u 8 de nota en mi quiniela. Asimismo, otras personalidades que visten muy bien son el Príncipe Felipe y hasta el Rey Juan Carlos, a pesar de los últimos patinazos.
«En general los políticos visten bien, incluso el ministro José Manuel Soria, a pesar de esas gafas raras que se ha puesto ahora de espía cubano de los años 40»
-¿Qué le parece que Doña Letizia, futura Reina de España, se vista en tiendas como Mango o Zara?
-Soy de los pocos que defienden a la Princesa de Asturias frente a esta banda de grillos que se meten tanto con ella porque no es pata negra. Creo que lo hace impecablemente bien, se viste de lo que ella es, utilizando una frase de Antonio Miró que dice que la verdadera elegancia es vestirse de lo que uno es. Una mujer que se viste de lo que es, en su caso una periodista de un canal determinado, no quita que aunque ahora gane más que antes se haya olvidado de lo que es. Esto me parece una lección de estilo que es una pena que no se valore. Doña Letizia está haciendo un trabajo en ese sentido impecable, que además están siguiendo otras princesas como la de Inglaterra, Kate Middleton. Defiendo, como hace la Princesa, que te vistas de marca española en el día a día, mientras que reservas prendas de alta costura, y además de diseñadores españoles, para los actos oficiales de la noche. Es lo mejor que puedes hacerle a tu país y tendríamos que estar agradecidos a Doña Letizia por ello, y no en cambio como a una cuñada suya, que con los Presupuestos Generales del Estado, se viste de Christian Lacroix.
-¿España reconoce a la moda como industria?
-Poco y mal. Hasta hace pocos años era mejor que dijeses que estaba hecho en Italia, pues incluso el mercado internacional seguía penalizándote si ponía en la etiqueta que estaba hecho en España, lo que no funcionaría en un canal de distribución de más de 180 dólares. Este hecho ha pesado como una loza sobre la moda, algo unido a que los españoles nunca han estado enamorados de ella. La última vez lo estuvieron fue con Balenciaga y de eso hace mucho. Luego surgieron nombres como Francis Montesinos, Jesús del Pozo o Victorio y Lucchino que parecían iban a cambiar para siempre esta tendencia, pero su propio fracaso comercial indica que no ha sido así. Hoy una mujer prefiere gastarse 1.400 euros en un bolso de Prada que en uno de Juanjo Oliva. Seguimos teniendo ese complejo de inferioridad.
«Hoy una mujer prefiere gastarse 1.400 euros en un bolso de Prada que en uno de Juanjo Oliva. España sigue teniendo ese complejo de inferioridad con su moda»
-¿Quiere decir que no hay futuro para la moda en España?
-Está muy difícil, porque en España nació, casi sin darnos cuenta, un fenómeno que se llama Zara que ahora está a punto de abrir su tienda número 6.000 en todo el mundo en pleno corazón de Nueva York y para la que ha puesto 300 millones de euros sobre la mesa. Zara es un producto cada vez mejor hecho y con una red internacional de tiendas en lugares muy bien situados. Hace años nos movíamos en target de mercado diferentes, pero ahora una falda que hace Zara puede competir con una de Armani en calidad y en precio. Un fenómeno que está haciendo mucho daño a la moda italiana, grandes preocupados del éxito del modelo Zara.
«Si Zara fuera a por todo el mercado, la moda española tendría que empezar a aceptar su nueva dimensión de escuela alternativa», asegura Mansilla
-¿Pero no tendrían que ser los diseñadores españoles los más preocupados por el fenómeno Zara?
-Así es, porque se ha reducido nuestra unidad de mercado, ya que Zara tiene 150 tiendas en toda España y ofrece una moda que no causa complejo a la hora de decir dónde la has comprado. Inditex ha marcado las pautas y aún así nos deja respirar al resto porque todavía no hace novias o los bolsos y zapatos que fabrica son tan sólo en una división. Pero, sí realmente fuera a por todo el mercado, la moda española tendría que aceptar su nueva dimensión de escuela alternativa en la que sólo tendrían cabida diseñadores transgresores, radicales, que hacen colecciones sólo para llamar la atención pero que casi no producen. Por ello, el drama de Zara se llama Miguel Palacios, que puede ser el mejor diseñador español pero en quien, tristemente, ningún empresario de moda quiere invertir porque no le saldrían las cuentas. Quiero decir con ello que la moda es muy puñetera.
Imagen y Edición:Eduardo Gorostiza/Entrevista: Mónica Ledesma / Creaccion.tv
Lo que no es de recibo es que diseñadores locales sin firma ni prestigio te cobren 180€ por una camiseta barata que compran en la India y costumiza después.
Enhorabuena a Amancio Ortega por conseguir que cualquier mujer pueda estar maravillosa a un precio más que razonable.