Para la maniobra de salida embarcó el práctico Carlos Fumero y desde el puente de mando abierto, el comandante del buque-escuela, capitán de navío Alfonso Gómez Fernández de Córdoba, se despidió de los presentes, en su mayoría familiares y amigos de los tripulantes y guardiamarinas, así como el almirante comandante del Mando Naval de Canarias, Salvador Delgado Moreno y su esposa y el comandante naval de Tenerife, capitán de navío Blas Romero.
Avante poca en el telégrafo de órdenes y el bauprés fue buscando la enfilación que habría de llevarle, entre puntas, a mar abierta. El silbato del contramaestre fue dando las órdenes consecuentes y los marineros tenían preparado el aparejo que, cuando haya largado todas sus velas, habrá de llevarle después de 29 singladuras hasta su próxima escala en el puerto de La Habana.
Durante los días en los que el buque-escuela ha permanecido en el puerto de Santa Cruz de Tenerife ha recibido la visita de unas cinco mil personas. Demostración, una vez más, del cariño y el interés que aquí se siente por la Armada y por el gallardo velero, tan vinculado a nuestra ciudad desde su primera escala en 1928.
Anoche se celebró a bordo una recepción que contó con la asistencia de autoridades civiles y militares, cuerpo consular y otras representaciones vinculadas con el mundo de la mar y los barcos. Este mediodía, el Real Club Náutico ofreció su tradicional comida de hermandad y a su término, cuando el comandante y los oficiales comisionados regresaron a bordo, se arrió el gallardete, formaron los guardiamarinas y tripulantes y cada cual en su puesto y con el barco a son de mar, comenzó la despedida que tiene halo de emoción y vivencias, gratitud y afecto, todo ello convertido en un blanco sueño de juventud.
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