Dicen desde el sindicato de pilotos que las movilizaciones son consecuencia del “boicot ejercido por Iberia en el proceso de negociación que ha impedido alcanzar un acuerdo a pesar de las importantes concesiones ofrecidas por Sepla” y que en “un intento de avanzar en la mediación, Sepla propuso que los pilotos de Iberia fueran los que volaran en la Express, con las condiciones determinadas para esta filial, lo que la empresa rechazó. Resalta que “la puesta en marcha de Iberia Express vulnera los pactos del convenio colectivo” y que “la compañía tiene previsto traspasar 40 aviones de la matriz a la nueva filial, lo que significará la eliminación de 8.000 puestos de trabajo”.
Por su parte, la dirección de Iberia manifestó ayer que convocará esta misma semana al Sepla para proseguir con las negociaciones “y así intentar evitar una huelga que es a todas luces injustificada”. Está claro que pese a la presión del sindicato, Iberia no va a ceder a sus pretensiones. La filial de bajo coste Iberia Express es una realidad desde el pasado domingo e irá a más.
El daño económico de las treinta jornadas de huelga del Sepla tiene fácil cuantificación, a razón de tres millones de euros por cada día, euro arriba, euro abajo. Más el daño a los pasajeros y a la imagen de la compañía, algo que parece importarles poco. Como también parece importarles poco el daño a su deteriorada imagen como colectivo profesional, cuando el paro se extiende como una plaga incluso entre sus propios compañeros y volar en España, cerca de casa, está cada día más complicado.
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