Ya he dicho en alguna ocasión que parece adecuado inventar palabras cuando, por más que buscamos, no encontramos una que nos venga bien para expresar con exactitud y brevedad lo que queremos decir. Hace ya un tiempo hablé aquí de ‘turoperador’ y de ‘archipelágico’, que son dos términos muy útiles y muy necesarios en Canarias. Pero también he dicho que, en mi opinión, no tenemos por qué inventar una nueva palabra cuando nuestro idioma ya dispone de alguna que cumple a la perfección el mismo cometido que la recién llegada.
Es lo que ocurre con ‘acogente’, una voz que se usa para hablar de aquel que acoge a menores en situación de desamparo. Hace unos meses les conté mi batalla personal contra este invento, porque para esos casos tenemos una palabra muy hermosa y que encaja a la perfección en ese ámbito: ‘acogedor’. Pues bien, hay otro palabro que me pone de los nervios y que se oye y se lee casi a diario: ‘emprendeduría’, un invento feo, difícil de pronunciar y absolutamente innecesario. ¿A qué técnico, economista, político o periodista se le ocurrió ese engendro? Sin duda, a uno que no se tomó la molestia de comprobar si esa palabra está en el diccionario de la Real Academia Española. No está.
En cambio, el diccionario en línea de la RAE (http://buscon.rae.es/draeI/) sí acepta la voz ‘emprendimiento’. Es también una palabra nueva, pero parece estar mucho mejor construida que su competidora, pues los sustantivos que acaban en ‘-duría’ suelen referirse a cargos y a lugares donde se ejercen esos cargos (‘procuraduría’, ‘proveeduría’, ‘teneduría’…) y también a locales o establecimientos (‘freiduría’, ‘expendeduría’…); sin embargo, los acabados en ‘-miento’ suelen expresar ‘acción y efecto’.
‘Emprendimiento’ significa, según el diccionario, ‘acción y efecto de emprender’ y ‘cualidad de emprendedor’. ‘Emprendedor’ es aquel ‘que emprende con resolución acciones o empresas innovadoras’. Y ‘emprender’ significa ‘acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro’. Y eso es precisamente lo que hacen los jóvenes y audaces empresarios que se lanzan a la aventura, convencidos –como tiene que ser– de que tendrán éxito. Por lo tanto, para hablar de la audacia y la valentía de esos jóvenes no hace falta usar la palabra ‘emprendeduría’, que para colmo se presenta a veces escrita de otra manera: ‘emprendiduría’.
Por eso hoy me llevé una alegría cuando escuché a un portavoz del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) emplear en varias ocasiones la palabra ‘emprendimiento’, un término que el ITC también usa en su página web. Ese instituto, gracias al cual se inventan tantas cosas en nuestras islas, ha optado por la cordura al rechazar, como probablemente también hace en su trabajo diario, un invento al que no le augura éxito alguno.
Ramón Alemán en www.lavadoradetextos.com
Con el término «acogente» dan ganas de salir corriendo y, con «acogedor» todo lo contrario, quedarse. Estoy de acuerdo con el resto de su artículo; los «inventos» que inventan los «inventores» cotidianos o imaginadores ocasionales se nos atragantan en la cavidad bucal al intentar pronunciar y, se nos hace la lengua un lío. Por supuesto acabarán en el cajón del olvido con la categoría de «impronunciables» o simplemente » atragantables».