Pasó el tiempo –de momento, claro- que masturbarse estaba calificado –por otros, claro- como una mala costumbre. Es más, los que aún no se habían iniciado en dicha práctica, se acercaban a ella con la angustia (es un decir) de que iban a cometer un pecado y que las consecuencias, entre otras, no sólo eran las de tener luego que manifestarlo en el confesionario, sino también las de tener que afrontar los espinos en la cara y la “flojera” de cuerpo, vamos, carecer del ímpetu necesario para realizar las actividades normales del vivir, que no eran otras que todas aquellas que nada tuvieran que ver con las incitaciones del Maligno, es decir, con el sexo. Ni que decir que en este capítulo, las féminas no existían, pues los que calificaban las costumbres de buenas o malas en el terreno sexual, siempre consideraron y siguen considerando a la mujer como objeto y no como sujeto del placer.
En la actualidad las cosas han cambiado muchísimo con relación a esta cuestión. Para algunos, muy pocos, seguimos ante una mala costumbre que, en caso de caer en ella, debe ser objeto de expiación para librarnos así de la culpa, aunque dicen que también se remedia en parte con el deporte (¿?). Pero para la mayoría, incluidos los periódicos locales de más difusión, “tocarse una paja” no sólo es una buena costumbre que debe ser objeto de público fomento, bien sea -como pretexto-, para fortalecer la salud sexual de la población, bien para engordar, en realidad, la cuenta de resultados de los múltiples negocios que giran en torno al sexo.
En cualquier caso, ante este tipo de costumbres, el cambio fundamental acontecido en los últimos años radica en el hecho de que las “pajas” en el sexo han dejado de formar parte de la esfera de la intimidad personal para entrar a formar parte del ámbito de lo público. Es posible que a ello haya contribuido la costumbre paralela de tocarse “pajas mentales” por doquier por cualquier ciudadano (radio, TV, prensa), pero sobre todo, por los miembros de la clase política, que en estos días de campaña desenfrenada por la conquista del voto ciudadano expulsan por vía oral el resultado de auténticos mundos imaginativos que a casi nadie importan en realidad, pero que a ellos y ellas les transporta a un estado cercano al éxtasis, es decir, propio de toda buena “paja”, sea esta mental o no.
Ni que decir que este articulito de hoy es producto de una “paja mental”, y que ahora mismo estoy a un corto paso de llegar a ese maravilloso punto de satisfacción que toda “paja” provoca en el alma y en el cuerpo de quien la provoca, al menos por un instante: me importa un bledo todo lo que me rodea y no pienso ni confesarme por esto ni tampoco hacer deporte, pues me niego rotundamente a que la humanidad, que es “pajera” por naturaleza, deje de serlo por los siglos de los siglos.
Guillermo Núñez
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