El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) está hecho un cisco. El PP, por ejemplo, tiene motivos para la sospecha más fundada. Nunca, de un tiempo a esta parte, se había visto que un partido que está en la oposición, aunque con claros atisbos de ser la fuerza que gobierne después de la noche del 20 de noviembre, saque unos resultados tan sorprendentes y menos aún que eso venga dado, avalado y acreditado por un ente que está al servicio del Ejecutivo.
Vamos, que lo de los 195 escaño que podría obtener Mariano Rajoy por los 116 con los que se quedaría Rubalcaba es poco menos que una ciencia ficción, por mucho hartazgo que pueda haber con el socialismo en España, pero ya se sabe que las formaciones grandes suelen tener un suelo firme de votantes (aunque cierto político de Génova, de ‘quita y pon’, prefiere hablar de idiotas a los que votan a los de Ferraz, ¡cosas de la comunicación distorsionada!).
A nadie se le oculta que los resultados para la derecha española son espectaculares y nos podemos encontrar en una situación pareja, similar, pero a la inversa, a la acontecida en 1982, cuando el PSOE obtuvo 202 diputados y la entonces Alianza Popular apenas frisó el centenar de escaños. Es verdad que el cansancio de los ciudadanos es patente y latente, se vaya donde se vaya es muy extraño no escuchar a gente que está hasta el mismísimo gorro de las veleidades de un socialismo que nos ha llevado adonde nos ha llevado, a cinco millones de parados, a decenas de empresas que cierran en las grandes ciudades cada día, a gente que tiene que estar rebuscando en los cubos de basura más próximos a los centro comerciales, pero también hay que tener claro que nadie, se llame Rajoy o Perico el de los Palotes tiene la varita mágica para que el 21 de noviembre esté todo solucionado.
Quien les escribe, evidentemente, no es el propagandista oficial de Rubalcaba, pero por mucho que les dé incredulidad a otros, tampoco lo soy de Rajoy. España se debate entre un candidato que ha sido responsable directo de las chapuzas zapateriles, pero el líder del PP tiene mucho que demostrar y sigue habiendo cuestiones que levantan sospechas fundadas de que ciertas propuestas programáticas son como aquel producto en oferta de la gran superficie, muy atractivo, sugerente, a buen precio, pero con la pega de que tiene fecha de caducidad vencida o próxima a hacerlo.
Y es que el PP de los marianistas ya ha dado sobrado ejemplos de connivencia con el socialismo a la hora de pactar ciertas cuestiones, la última la que afecta a aquellos jueces o fiscales que en su momento pasaron de la Judicatura a la política y que después vuelven a ponerse la toga. Sería deseable saber por qué el PP, que lleva entre sus proyectos una reforma a fondo del sistema judicial, pacta que el polémico Mariano Bermejo, el de la cacería con Baltasar Garzón mientras retorcía a su gusto el llamado caso Gürtel, se beneficie de un coladero para regresar a la carrera judicial.
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