Cuando llegue a casa, hace ahora una semana, el pasado domingo, ya habían dado las dos de la tarde, por lo que encendí la televisión con la intención de mirar el teletexto y ver la clasificación de las carreras de Malasia.
Lo primero que aprecié fue la imagen repetida de la caída y atropello de un piloto. Me llamó la atención. Entonces decidí subir el volumen y no hacer lo que tenía pensado. La verdad es que el sonido llegaba a mis oídos, pero mi cerebro no lo traducía con relación a lo que estaba oyendo. Repetían las imágenes, una y otra vez, y seguía sin dar crédito. No podía asumir como realidad lo que simplemente me parecían los fotogramas de una película.
Yo había estado toda la mañana en el gimnasio, y no esperaba recibir un mazazo emocional como este. Sólo tenía 24 años y toda la gloria de un grande por delante, y la mala fortuna o el azar habían decidido que esa fuera su última carrera. Sencillamente no lo podía creer. No podía pensar; no podía admitir que aquello fuera cierto.
Tomé la decisión de salir de casa, subirme en mi moto y hacer kilómetros sin tener decidido a donde quería ir. Seguramente sólo quería estar sólo, y la mejor forma que encontré fue dejar que las rayas de la carretera y el paisaje quedaran atrás. Sin saberlo, seguramente le estaba rindiendo tributo a quien tantas veces me había emocionado.
Para mí, Marco Simoncelli, era un piloto completamente diferente al resto. Su alegría, y su forma desmedida de vivir las emociones, le daban un plus con relación a los demás. Los corsés y la estructura de la ortodoxia profesional, posiblemente tuvieran poco que ver con su forma de ser.
Sobre la moto era anárquico, audaz y valiente; muy valiente. Creo que tenía ese gramo de locura necesario que te hace ir más allá; que te mantiene con el corazón en la boca, porque no sabes que es lo que va a ocurrir en la siguiente curva. Estaba claro que era un transgresor imposible de convertir en un autómata que cada vuelta fuese un calco de la anterior.
Con Super Sic, eso no pasaba. Era incapaz de dar dos vueltas marcando el mismo tiempo, yendo por la misma trazada, apurando la frenada donde mismo. Su pasión por las motos y su creatividad se daban la mano forjando su personalidad.
Para los que desde niños -sin saber por qué- dibujábamos motos en las hojas cuadriculadas de los cuadernos, en los márgenes blancos de los libros, en la madera de los viejos pupitres y hasta en la palma de la mano de tu compañero, reconocemos claramente a los que nunca podrían hacer una profesión de su loca pasión.
Olías desde lejos la mezcla de combustible que se quemaba en la cámara de combustión de cualquier cilindro; descifrabas como nadie la melodía armoniosa del funcionamiento de cigüeñal, biela y pistones de tu moto. Y sobre todo, sin ni siquiera auscultarla, conocías perfectamente el veredicto en cuanto le dabas el primer acelerón.
Pues si Marco, estoy seguro que estés donde estés, seguirás pasando noches en vela, pensando en cómo modificar las suspensiones, cómo cambiar los desarrollos, qué compuesto de goma ponerle y cómo ganarle la milésima de segundo al semáforo que marca la salida.
Seguirás dejando la huellas de tus espectaculares apuradas de frenada marcadas en el asfalto, y garabatearás, haciendo apoyos, con las pastillas de protección de tus rodillas. Sigue escribiendo tu historia, modelando la caligrafía con cada inclinada y despertando el ¡Uy!, con cada adelantamiento. Con un “porfuera” claro, como a ti te gustaba.
Y por último, en tu honor, permite que me vaya a dar otra vuelta, que respire hondo sin la visera del casco, y que siempre me siga sintiendo con la misma emoción y libertad, que seguro tu también sentías en cada vuelta.
Hasta siempre, artista. Ciao grande Marco. Tu 58 siempre lo veré en la parrilla de salida.
Valerio Felipe
maravilloso comentario de un magnifico Simoncelli. La verdad es que a Valerio se le ve la vena poética que tiene. No puede esconder que es una persona extraordinariamente sensible.
Sigue asi, que con migo ya triunfaste.
Marco Simoncelli estará simpre en la parrilla de salida al igual que los demás pilotos que un día decidieron no terminar la carrera. Vaya un recuerdo para cada uno de ellos. » Los que están en el taller del sol, no tienen miedo a la nube.» Muy bonito y emotivo artículo de un gran aficionado y fiel seguidor de las motos en todas sus versiones y todo lo que rodea este mundo, que conoce muy bien.
Este señor sabe muy bien de lo que esta hablando. Se ve que lleva en las venas la sangre de los que nos sentimos especiales a lomos del caballo metalico. Bravo tio, lo has bordado.
Que la luz de Super Sic no se apague nunca y en cualquier lugar del mundo salga alguien que sea feliz con la moto.
Un chulo mensaje de despedida para super pipo. Este chaval queescribe se ve que le gusta el mundo de las dos ruedas. Cada vez somos mas
Lindo comentario.
leer este artículo justo después de ver en directo el homenaje que le han hecho a Marco en Cheste es una suma de emociones excesivamente fuerte, pero comparto contigo todo el contenido, CIAO SIC
bravissimo Simoncelli. Gracias por regarnos de ternura