Manuel E. Díaz Noda.-
Introducción
Pocos espectáculos naturales se pueden comparar a la erupción de un volcán. Su violenta belleza es capaz de hipnotizar al ojo humano por su demostración del inconmensurable poder que alberga nuestro planeta en sus entrañas. No es de extrañar por lo tanto que este fenómeno se haya convertido en múltiples ocasiones en fuente de inspiración cinematográfica. Al Séptimo Arte le apasiona ofrecer a sus espectadores imágenes de gran impacto, que los mantenga clavados en la butaca y, sin duda, la amenaza de destrucción que acompaña a una erupción volcánica se ha mantenido como un referente, desde los rudimentos de los efectos especiales, cuando el cine aún estaba en pañales, hasta hoy en día, con los avances de la tecnología digital. Pasamos a continuación a rememorar algunos de los títulos más representativos de esta devoción cinematográfica por este fenómeno.
Cuando Ruge el Volcán
Evidentemente, el género que más ha tratado este tema a lo largo de la Historia del Cine ha sido el de Catástrofes. Desarrollado principalmente durante la década de los 70, podemos contar con ejemplos muy anteriores, y hace algunos años, coincidiendo con el cambio de milenio, experimentamos también un resurgir de este tipo de historias, donde, por supuesto, no faltaron películas dedicadas a las erupciones volcánicas.
El volcán como instrumento de destrucción de la Naturaleza ya apareció en uno de los primeros títulos de la Historia del Cine, “Los Últimos Días de Pompeya” de 1900 (cinco años después de la primera exhibición con público del cinematógrafo de los Hermanos Lumière). La cinta, como evidencia su título, representaba la famosa destrucción de la ciudad de Pompeya, víctima de la erupción del Vesubio, en el año 79 D.C., y estaba basada en la novela del escritor inglés Edward Bulwer Lytton. Hoy en día este título se ha perdido con el paso del tiempo y sólo nos queda registro del nombre de su director, Walter R. Booth, sin embargo, no ha sido la única versión de esta trágica historia, que ya ha sido llevada al cine en otras ocho ocasiones. La última de ellas se estrenó en 1984, en forma de miniserie televisiva protagonizada por Lawrence Olivier, Anthony Quayle, Franco Nero y Ernst Borgnine, entre otros; sin embargo en 2007 el director Roman Polanski intentó hacer su propia versión, basada en la novela del escritor Robert Harris (con el que el cineasta colaboró posteriormente en “El Escritor”) y se había anunciado un reparto encabezado por Leonardo DiCaprio.
Un año antes de que diera comienzo oficialmente el género de catástrofes (en 1970, con el estreno de “Aeropuerto”), ya encontrábamos dos antecedentes con erupción volcánica de por medio. La primera, “El Diablo a las Cuatro”, estaba firmada por Mervin LeRoy y contaba con un plantel encabezado por Spencer Tracy, Frank Sinatra y Bárbara Luna. Tracy interpretaba a un sacerdote que contrataba a tres convictos para ayudarle a desalojar un hospital infantil antes de que erupcione el volcán. Rodada en escenarios naturales de Hawaii, parte del atractivo de la cinta se basaba en la presencia de sus dos estrellas protagonistas, aunque al parecer estos apenas coincidieron durante el rodaje (Tracy sólo podía rodar por las mañanas por motivo de enfermedad, mientras que Sinatra invertía la mayor parte del tiempo viajando de isla en isla del archipiélago para hacer campaña en favor de John Fitzgerald Kennedy). Curiosamente las imágenes creadas para simular la explosión del volcán resultaron tan convincentes que fueron reutilizadas posteriormente en publicidad y en múltiples películas posteriores.
Ese mismo año coincidió en pantalla “Krakatoa, Al Este de Java”, dirigida por Bernard L. Kowalski y protagonizada por Maximilian Schell, Sal Mineo, Diane Baker y Brian Keith. La cinta tomaba como punto de partida la erupción de este volcán en 1883, considerada una de las mayores de la historia. Desgraciadamente, la producción tuvo que afrontar numerosos problemas y el resultado final dejó bastante que desear. Parte de este problema se debió al hecho de que se inició el rodaje de la cinta sin contar con un guión acabado, evidenciando una resolución precipitada y torpe de muchas de sus subtramas. De esta precipitación ha quedado para la posteridad una de sus anécdotas más bochornosas, ya que no fue hasta que ya empezaron a circular los carteles y todo el material promocional de la película que los productores se percataron de que, en realidad, el Krakatoa se encontraba al oeste de Java y para aquel momento, ya resultaba tarde y demasiado costoso corregir el error. En cualquier caso, la cinta conseguía lucir espectacular en las escenas de la erupción y fue reestrenada a mediados de los 70 con un nuevo título, “Volcano”, y adaptada al nuevo sistema de sonido Sensurround.
Ya sí integrada dentro del periodo de esplendor del cine de catástrofes encontramos “El Día del Fin del Mundo”, producida por Irwin Allen, el artífice de algunos de los principales títulos del género. Dirigida por James Goldstone y protagonizada por Paul Newman, Jacqueline Bisset y William Holden, proponía una historia de triángulo amoroso, desarrollada entre los ambientes paradisíacos del Sur del Pacífico y la amenaza de un volcán durmiente. Inicialmente estaba previsto que la película supusiera el reencuentro en pantalla de Newman y Steve McQueen, tras el éxito de “El Coloso en Llamas”, pero la estrella de “Bullit” falleció antes del inicio del rodaje, siendo sustituido por Holden (quien, por otro lado, tuvo que ser ingresado en el hospital durante seis semanas durante la filmación debido a su alcoholismo). La película tampoco entró a formar parte de las favoritas de Paul Newman de su filmografía. Posteriormente reconoció que fue la única ocasión que aceptó un papel únicamente por el dinero y se rumorea que gran parte de ese capital sirvió para crear su empresa de aliño para ensaladas, cuyos beneficios donaba a organizaciones benéficas. En su momento se criticó la pobreza de los efectos especiales de las escenas del volcán ya que el rodaje en espacios naturales absorbió gran parte del presupuesto, limitando los medios en postproducción.
A finales del siglo XX, la combinación del miedo por el maltrato ecológico que el ser humano inflige al planeta, el mileniarismo y lo avances en la tecnología infográfica provocaron un resurgir del cine de catástrofes, dándose la coincidencia de dos títulos de temática volcánica en las carteleras. El primero fue “Un Pueblo Llamado Dante’s Peak”, donde se conjugaban elementos más prototípicos del género. La cinta estaba dirigida por Roger Donaldson, artesano cinematográfico de pulso clasicista, y contaba como principales protagonistas con Pierce Brosnan y Linda Hamilton. El primero acaba de dar un giro a su carrera como nuevo Agente 007 en “Goldeneye”, mientras que para la segunda se trataba de una última oportunidad antes de caer en el abismo del olvido. La acción se desplazaba a un pequeño pueblo norteamericano, donde un volcán durmiente entraba en erupción, cogiendo casi por sorpresa a sus habitantes. De telón de fondo se presentaba también la consabida historia de amor entre el vulcanólogo que intentaba avisar de la inminente catástrofe y la alcaldesa del pueblo. La puesta en escena de Donaldson, la presencia de Brosnan y los efectos especiales ayudaron a dar cierto empaque a una película que, salvo por estos tres elementos apenas se podría distinguir de cualquier melodrama televisivo al uso.
Pocos meses más tarde llegó a las carteleras “Volcano” de Mick Jackson (otro artesano acostumbrado a fabricar películas de corte comercial, como “El Guardaespaldas”), protagonizada por Tommy Lee Jones y Anne Heche. En esta ocasión la erupción tiene lugar en el centro de Los Angeles, potenciando el apartado de acción de la película y los efectos especiales con respecto a su anterior competidora. Sin embargo, la cinta cojea por culpa de un guión que, en su apuesta por la espectacularidad, peca de exageración, inverosimilitud y hasta ridiculez en múltiples secuencias. Por el resto, la cinta se atiene a las características del género, sobre todo en lo referente a su reparto coral y la creación de diferentes frentes argumentales que poco a poco van confluyendo. Al final el duelo entre estas dos películas se saldó a favor de “Un Pueblo Llamado Dante’s Peak”, con una recaudación en taquilla ligeramente superior y un mayor aval crítico que la cinta de Tommy Lee Jones.
Pasada la fiebre del cine de catástrofes, ha sido el cineasta Roland Emmerich quien se ha mantenido fiel a este tipo de historias dentro de la industria Hollywoodiense con películas como “El Día de Mañana” y “2012”. En esta última el director de “Independence Day” propuso un cataclismo global en el que participaban diferentes fenómenos de la naturaleza como anticipo del fin del mundo, entre ellos terremotos, inundaciones, tsunamis y, por supuesto, erupciones volcánicas. Ésta última se escenifica en el Parque Nacional de Yellowstone, provocando una de tantas escenas aparatosas de la película. El intento de Emmerich por realizar la cinta de catástrofes definitiva desembocó en una película que, de nuevo, apuesta por la espectacularidad de los efectos especiales y la acción, frente a la verosimilitud del relato. De hecho, recientemente la NASA publicó un listado de las películas más absurdas desde el punto de vista científico y “2012” lideraba el ranking.
El Lugar de la Aventura
No sólo el cine de catástrofes ha empleado los volcanes como detonantes de la acción de sus tramas, el género de aventuras está plagado de historias que conducen a sus protagonistas al cráter de un volcán, donde deben poner a prueba su valor. Se trata de relatos ambientados generalmente en espacios exóticos y lejos de la civilización, en aquellos territorios inexplorados donde el ser humano aún puede encontrar elementos desconocidos por la ciencia.
De eso trataba precisamente la novela de Julio Verne “Viaje al Centro de la Tierra”. En ella un grupo de exploradores se adentran en un volcán para iniciar una expedición hacia el núcleo del planeta, descubriendo un mundo asombroso escondido en los confines de La Tierra. Como muchas de las novelas del famoso escritor francés, “Viaje al Centro de la Tierra” ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones, aunque no siempre respetando la fidelidad a la letra del libro. La versión cinematográfica más famosa fue la que realizó Henry Levin en 1959, con James Mason, Pat Boone y Arlene Dahl. Si bien se toma algunas libertades con respecto a la novela, la película ha permanecido como un buen ejemplo de lo que debe ser el cine de aventuras, con un excelente ritmo que acompaña al espectador durante todo el metraje y unos coloridos efectos especiales. La adaptación más reciente de la novela data de 2008 y fue dirigida por Eric Brevig para mayor lucimiento de su estrella, Brendan Fraser y, sobre todo, de las secuencias en sistema estereoscópico, siendo una de las pioneras en este resurgir del 3D que vivimos actualmente. En este sentido, esta versión toma a Verne como mera excusa para escenificar secuencias repletas de efectos especiales que simulen el efecto de tridimensionalidad para entretener al espectador.
También el ínclito agente 007, casi al final de su etapa con Sean Connery (el actor escocés repitió una vez más el papel en la franquicia oficial con “Diamantes para la Eternidad”) tuvo que adentrarse en las profundidades de un volcán para resolver su aventura. En “Sólo se Vive Dos Veces”, la amenaza del volcán no es natural, sino que éste se convierte en el escondite de los villanos. En esta ocasión, en el clímax de la película, James Bond debe hacerse pasar por un pescador japonés para poder adentrarse en la guarida de la organización criminal ESPECTRA y evitar el inicio de la Tercera Guerra Mundial. La secuencia dentro del volcán ha pasado a la Historia del Cine, ya que para ella se creó el mayor decorado cinematográfico construido hasta la fecha.
Siguiendo la estela del cine de aventuras clásico, con toques de comedia romántica, nos llegó en 1990 “Joe contra el Volcán”, peculiar vehículo de lucimiento que unía por primera vez en la gran pantalla a dos de las principales estrellas del momento, Tom Hanks y Meg Ryan (juntos volvieron a protagonizar “Algo para Recordar” y “Tienes un Email”). La cinta estaba firmada por el dramaturgo John Patrick Shanley, quien debutaba así en la dirección después de haber ganado un Oscar por su guión para “Hechizo de Luna”. Shanley no escribió una película comercial al uso y empleó los elementos del cine de aventuras clásico para escenificar un discurso sobre la alienación del hombre moderno. El Joe del título era un gris oficinista que ante la falsa noticia de que va a morir de una enfermedad terminal decide abandonarlo todo y viajar a la isla tropical de Waponi Poo para servir de sacrificio al volcán. Por el camino, Joe descubrirá lo que significa realmente la vida y el amor. Sin ser un prodigio del séptimo arte, la cinta tampoco fue valorada en su momento en toda su valía. La presencia de Hanks y Ryan dio al público una imagen equivocada del tipo de película que iban a ver y ésta fracasó estrepitosamente en taquilla. Esto alejó a Shaley de la dirección, no volviendo a ponerse tras la cámara hasta 2008, con la adaptación de su propia obra de teatro “La Duda”.
Si nos atenemos al género de aventuras es inevitable hacer referencia a una de las sagas literarias y, recientemente cinematográficas, más influyentes, “El Señor de los Anillos”. Aquí de nuevo el volcán juega un papel esencial como destino de los aventureros, un lugar ominoso hogar del Mal absoluto, pero también la lava de su interior se presenta como un elemento purificador, un poder superior capaz de destruir el Anillo Único. Fiel a su intención de promocionar las localizaciones de su Nueva Zelanda natal, Peter Jackson transformó uno de los tesoros nacionales, el Monte Ngaurohoe, situado en el Parque Nacional de Tongariro, en Orodruin, el Monte del Destino, convenientemente retocado en postproducción para convertirse en la morada de Sauron.
Con Pedigrí
No toda representación de los volcanes en el cine ha estado mediatizada por el género de catástrofes o el de aventuras, también prestigiosos cineastas lo tomaron como referente a la hora de llevar a cabo títulos de fuerte peso dramático. Uno de estos trabajos fue “Stromboli. Tierra de Dios”, cinta dirigida por Roberto Rossellini y protagonizada por Ingrid Bergman en 1950. De esta cinta hemos hablado extensamente en una entrada anterior, por lo que nos remitimos a lo ya comentado, subrayando aquí simplemente la omnipresencia del volcán en la historia, cómo rige el destino de los personajes y su valor como elemento de la naturaleza que comunica al ser humano con Dios.
Otro ejemplo de este tipo de trabajos lo podemos encontrar en la cinta de John Huston de 1984 “Bajo el Volcán”, protagonizada por Albert Finney y Jacqueline Bisset. Esta cinta fue uno de los últimos trabajos de su director y estaba basada en la prestigiosa novela de Malcolm Lowry. Aquí el volcán se convierte en testigo del proceso de autodestrucción del personaje protagonista, uno de esos antihéroes de estoica masculinidad propios del cine de Huston y en el que también podemos identificar el reflejo de la adusta personalidad del cineasta. Para ello el director mantuvo una de las constantes de su cine, rodar en escenarios naturales, desplazándose, entre otras localizaciones, a Cuernavaca, México, al pie de los volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl, lugar donde se desarrolla la acción de la novela. Para representar ese ambiente real y metafórico, Huston contó con la labor del excelente director de fotografía Gabriel Figueroa, quien por fin pudo realizar aquí aquellos planos majestuosos del volcán que Luis Buñuel le había negado años atrás en “Nazarín”.
Conclusión
Pese a sus diferencias y peculiaridades, todas estas películas han coincidido en dotar al volcán de un poder y una solemnidad que supera a la acción del ser humano, convirtiéndose en la mano vengadora de la naturaleza ante los desmanes del hombre, pero también en un elemento purificador que barre todo mal y permite a los protagonistas partir de cero, renacidos por el fuego. Más allá de su valor como excusa para el desarrollo de impactantes efectos especiales, el volcán ha sido en estos títulos el verdadero protagonista, adquiriendo una personalidad definida dentro de la trama y en relación con los demás personajes. Estas características hacen que siga siendo un elemento atractivo para el cine y al que seguramente seguirá acudiendo el Séptimo Arte como fuente de inspiración para nuevas historias en le futuro.
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