Allí estaban todos: Brian Currin, Kofi Annan, Jonathan Powell, Gerry Adams, Bertie Ahern, Gro Harlem Brutland y Pierre Joxe, líderes y ex líderes internacionales que vinieron a San Sebastián no porque les fuese en ello la vida o su desmedido interés por lograr la falaz paz y el fin del terrorismo, sino porque se llevaban en el bolsillo una calentita una jugosa dieta por hacer el paripé y el ridículo. Todos estos sujetos no tienen ni la menor idea de lo que ha pasado a lo largo de 40 años, que en el País Vasco no se vive ninguna guerra, sino que simplemente se trata de unos terroristas que impusieron un régimen de terror dentro y fuera de las Vascongadas. Pero claro, qué le vas a pedir a un individuo como Gerry Adams, que tiene tras de sí innumerables delitos de sangre.
Este circo montado en la capital donostiarra ya empezaba bichado porque en una supuesta conferencia de paz (término falaz, insisto, ya que no estamos hablando de guerra) sólo se trata con una parte, la etarra, pero encima intentando conseguir ese diabólico empate, la equiparación entre verdugos y muertos. A los observadores internacionales, que llegaron cuales estrellas de cine como si aquello fuese la premiere del Festival de Cine y alguno optase a la Concha de Oro, no se les ocurrió preguntar en ningún momento por las víctimas del terrorismo. Nada, se hicieron la foto de rigor y se adentraron en la sala donde se entiende que hablaron y discutieron sobre los aspectos más estremecedores de la vacuidad que tienen los deseos de ETA de dejar las armas. Para eso, desde luego, no hace falta conferencia alguna.
Eso sí, no se puede hurtar a la opinión pública que es el PSOE el que al final está detrás de todo este montaje porque está que no vive hasta que no tenga ese papelucho en el que se diga que ETA abandona las armas. De hecho, semanas atrás, el vividor Brian Currin estuvo desayunando a todo trapo con Elena Valenciano en un lujosísimo hotel de la capital de España. No fue una cita casual, como quien va al Ritz o al Palace y se encuentra con Durán i Lleida, que reside allí durante el período de sesiones en el Congreso o con algún empresario de postín. A Currin le abonaron los gastos de estancia, las dietas y hasta el bebercio si hubiese sido necesario.
Lo lamentable hasta extremos insospechados fue la presencia del ex alcalde de Ermua, Carlos Totorika, un socialista que había sido considerado gente de bien, que se había implicado de lleno en el llamado espíritu de Ermua tras el brutal asesinato programado de Miguel Ángel Blanco, pero que el lunes 17 de octubre de 2011 prestó su imagen para un burdo montaje en el que se denostaba a las víctimas para mayor gloria del entorno de Bildu-ETA. Del resto, de los Eguiguren y demás patulea socialista, nada nuevo en el horizonte, lo normal en un partido que busca restos en el vertedero con los que poder subsistir de aquí a la noche electoral del 20-N.
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