La culminación de la unión económica y monetaria y la entrada en circulación del euro, la moneda común europea, marcó el momento más brillante del llamado proceso de construcción europea, iniciado medio siglo antes con la Declaración Schuman que impulsó el sueño de los “padres fundadores”.
¿Qué ha ocurrido para que una década más tarde estemos paralizados por una ola de pesimismo que nos hace ver un futuro tan oscuro?
Durante medio siglo fuimos avanzando paso a paso, a veces de manera demasiado lenta según la opinión de algunos, pero con el objetivo claro de hacia dónde queríamos ir. En mi opinión, la clave de aquel éxito estuvo en la existencia de un proyecto bien diseñado; ejecutado mediante un método, el método comunitario basado en la negociación y en el acuerdo; y en la existencia de fuertes liderazgos nacionales y europeos, que desde el Consejo y la Comisión pilotaron con prudencia y con decisión todo el proceso hasta lograr los objetivos deseados. El inicial Mercado Común acabó convertido en la Unión Europea (UE). Aquella fue la historia de un éxito.
El euro fue el símbolo más notorio de aquel éxito. Muchas veces escuché decir en las instituciones que al firmar el Tratado de Roma, ninguno de los “padres fundadores” ni en sus sueños hubiera imaginado que al finalizar el siglo se habría avanzado tanto.
Protagonistas principales de aquel éxito fueron Helmut Schmidt y Giscard D’Estaigne, Mitterrand y Kohl, Felipe González y Giulio Andreotti, entre otros. Más allá de nuestra militancia política, todos coincidimos en que sin Jacques Delors al frente de la Comisión Europea todo hubiera sido mucho más difícil. Cuando llegué al Parlamento Europeo en 1994 escuché decir a los mejor informados que el mayor error cometido hasta aquel momento fue aceptar la rápida integración de Grecia sin estar debidamente preparada para ello, pero se justificaba el error por el deseo de fortalecer su incipiente democracia a la salida de la dictadura de los coroneles.
Europa Occidental soportó mal el hundimiento de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín y de aquellos polvos vienen los lodos que ahora nos asfixian. Se optó por la rápida integración de los estados de Europa Central y Oriental, que para escapar del yugo comunista deseaban unirse a la familia común europea. Se hizo en poco tiempo y sin que todos estuvieran debidamente preparados, repitiéndose así el mismo error cometido con Grecia. Hemos avanzado, improvisando a medida que caminábamos y sin saber a ciencia cierta hasta donde queríamos llegar. Se abandonó el método de negociación y consenso que tan buenos resultados nos proporcionó y todo esto se hizo sin liderazgos a la altura del enorme desafío que teníamos delante. No tuvimos liderazgo en los estados miembros, en el Consejo, y tampoco en la Comisión. La locomotora franco-alemana no siempre funcionó con la energía del pasado y en los estados miembros, sus opiniones públicas se fueron haciendo menos utópicas, más pragmáticas y egoístas. Asistimos ahora a una renacionalización de la UE.
Si tengo que resumir en pocas palabras esta tan larga sucesión de equivocaciones, diría que se ha querido hacer más Europa con menos presupuesto. Y el resultado no es satisfactorio. En unos años de crisis gravísima como la que padecemos, para nosotros, regiones ultraperiféricas (RUP) con niveles de desarrollo por debajo de las medias de la UE, la situación se hace muy difícil y la negociación de los asuntos que nos afectan, tanto en el Parlamento como en la Comisión cada vez encuentra mayores obstáculos, sobre todo a la hora de obtener una ficha financiera adecuada a nuestras necesidades.
La UE ha crecido hacia el Norte y el Este y en los nuevos estados miembros las RUP son unas desconocidas. Ninguno de ellos tiene regiones de características similares a las nuestras y por tanto nuestras dificultades son ajenas a sus propias preocupaciones. Por tanto, creo que uno de los objetivos de las RUP para los próximos años debería ser darnos a conocer mejor en esos nuevos estados miembros de la UE. Muchas autoridades de las que dependen decisiones que nos afectan, muchos funcionarios de la Comisión Europea y muchos diputados que en el Parlamento tienen que votar reglamentos y enmiendas que nos afectan, conocen poco o nada de quienes somos, qué queremos y qué necesitamos. Por ello, las RUP, de acuerdo con los gobiernos de España, Francia y Portugal, deberían establecer una estrategia común que les permita adoptar iniciativas para ser mejor conocidas por quienes han de tomar decisiones que nos afectan. Esta no es la única dificultad que tenemos que superar, pero es algo que nos ayudaría positivamente en la defensa de nuestros intereses.
Fernando Fernández. Fue Presidente del Gobierno de Canarias y Diputado del Parlamento Europeo. Actualmente es consultor externo de la Secretaría General de las Naciones Unidas para políticas de desarrollo
Añade un comentario