En el turbulento drama económico-financiero de la Unión Europea (UE), aparece otro personaje: ni más ni menos que Barack Obama, presidente de los Estados Unidos. Dice que la UE es culpable de no frenar una crisis que asusta al mundo. ¡Toma ya! Cuando se abrió el telón, se veía a un montón de casas con el cartel de ‘Se vende’ y en seguida aprendimos que ello se debía a la hiptecas ‘subprime’, traducidas a español como ‘basura’, el estercolero de los bancos que habían sido tan generosos. Y a partir de ahí, la escenas se han sucedido a velocidad de vértigo. A peor cada mejoría, por cierto.
Pero, ¿no era éste el origen de la crisis? ¿Y no fueron algunos grupos financieros norteamericanos los primeros en quebrar o caer? ¿Y no fue arrastrado el mismísimo Estado al borde del precipicio? ¿Y no estuvimos en Europa, en plena zozobra, pendientes del acuerdo entre demócratas y republicanos?
Como para que ahora venga el presidente Obama a reprochar a los responsables de la UE y a reclamarles má diligencia en la toma de decisiones que, supuestamente, deberían impulsar la solución a tantos males. Como si no fueran suficientes los sustos de cada mañana con las filtraciones que dejan entrever los mercados, Obama surge en el convulso escenario no se sabe muy bien si para apaciguar o para apremiar.
Lo que sí demuestra con su papel es andar olvidadizo con los males originales.
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