Agencias.- El satélite incontrolado UARS sigue perdiendo altura. En los últimos días su órbita, ligeramente elíptica, ha descendido de 215 por 240 kilómetros a 190 por 205 esta madrugada, según el último parte de la NASA. Los expertos estiman, con los datos de seguimiento, que la reentrada en la atmósfera terrestre del artefacto se producirá esta tarde.
La NASA ha reiterado que la probabilidad de que algún trozo del satélite que no se destruya en la reentrada (piezas de titanio y de acero inoxidable, sobre todo) produzca heridas a una persona es muy baja, una entre 3.200. Pero la probabilidad de que le caiga a alguien en concreto («¿me puede caer a mí?») es de una entre varios billones, informa Space.com. Dada la superficie oceánica del planeta, lo más probable es que caiga al mar.
Por su parte, el director de la Unidad de Ingeniería Espacial del grupo empresarial GMV, Miguel Ángel Molina, ha señalado a Europa Press que «hay más probabilidades de que a una persona le caiga un rayo, con toda la improbabilidad que esto conlleva, que una pieza del satélite» UARS de la NASA.
La Nasa prevé que el satélite UARS entre en la atmósfera esta tarde
Así, Molina ha explicado que las probabilidades que se barajan acerca de que una de las piezas del satélite acabe con la vida de una persona es de «una entre un billón» y que lo que «si es cierto es de que hay la posibilidad de que caiga sobre una zona «habitada». En este caso los números suben y las probabilidades son «una entre 3.000 o 4.000», ha apuntado.
El experto ha señalado que la NASA prevé que caerá sobre la zona de Papúa Nueva Guinea y es «muy improbable» que España sea el destino de alguno de los desechos del satélite. Aún así, ha señalado que hay «una gran incertidumbre» sobre el destino de las piezas porque «la actividad solar puede cambiar bastante», y es uno de los factores que favorece su movilización. «El Sol emite ondas y generan cierta presión sobre los satélites y los mueven y además calienta la atmósfera y cambia las condiciones de rozamiento», ha explicado.
«Hay más probabilidades de que a una persona le caiga un rayo, con toda la improbabilidad que esto conlleva, que una pieza del satélite”
Además, ha señalado que «no se conoce la altura a la que está el satélite» ni «que superficie se va a enfrentar a la atmósfera», dos aspectos que mantienen la incertidumbre acerca del destino del cuerpo.
El de este satélite de la NASA, dedicado a la observación de las capas altas de la atmósfera de 1991 a 2005, es un caso «poco habitual» ya que, tal y como ha explicado Molina, la reentrada es «un proceso natural» por el que pasan todos los satélites aunque «no nos enteramos de ello porque se desintegran completamente».
En este caso, el satélite «tiene el tamaño de un autobús, pesa seis toneladas y tiene en su interior muchas piezas y de gran tamaño, ha indicado Molina, por lo que no podrán desintegrarse al roce con la atmósfera y acabarán cayendo sobre la Tierra.
Llevamos tiempo avisándolo… los conductores de TITSA van como locos…