No sé si han oído hablar alguna vez de los llamados “cinco pasos” para asumir un problema (incluso la muerte) que se supone que atraviesa todo ser humano. Y, francamente, ignoro si se trata de algo con verdadero fundamento psicológico o es una mera ocurrencia en ese afán de simplificar y etiquetar lo que nos rodea, que tanta fortuna ha hecho en una sociedad que quiere encontrar recetas rápidas para todo. El caso es que busqué esos cinco pasos en Internet (¡Oh, San Google, que estás en los Cielos Cibernéticos) en busca de divina ayuda para apaciguar mis atormentados pensamientos sobre la crisis. Pues según esta teoría, los cinco pasos en cuestión serían: 1- Negación; 2- Ira; 3- Negociación ; 4- Depresión; 5- Aceptación. Puede que todos estos pasos no tengan que darse de forma continua y consecutiva, o puede que al aplicarse a un conjunto social y no a individuos, se pueda aplicar de forma un tanto libérrima.
Si es así, está claro que ante la Crisis (con mayúsculas) hemos pasado claramente la primera fase, de Negación, y además de forma portentosa. Unos más que otros, desde luego, pero es evidente que nos hemos pasado mucho tiempo con una curiosa táctica anti-crisis: negarla. Ejemplo paradigmático fue (¡quién lo recuerda ya!) aquel debate televisivo electoral de 2008 entre en entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, y el rutilante fichaje del PP, reconvertido y muy bien pagado del sector privado (cobró una indemnización de más de 10 millones de euros cuando dejó Endesa), Manuel Pizarro. Fue todo un ejemplo de cómo ganar un debate y perder la realidad: el aburridísimo y hasta “tuerto” Solbes (comparecía con un parche en el ojo, no por pirata sino por prescripción facultativa), argumentó y convenció según todas las encuestas a la mayoría de los espectadores no ya de que la crisis era puramente imaginaria, sino que España era toda una potencia económica a punto de rozar la gloria del pleno empleo y un estado de bienestar sin parangón en nuestra historia. Hoy miramos con sarcasmo aquel debate, mientras Pizarro ha desaparecido de la primera línea del PP y Solbes ha pasado literalmente a mejor vida (no es que haya muerto, salvo políticamente hablando, sino que menos de un año después de aquel momento de gloria, abandonaba el Gobierno, angustiado por la crisis y hartito de que sus compañeros del Consejo de Ministros, incluido su jefe Zapatero, le tomaran el pelo. Y, vueltas que da la vida, en 2011, el consejo de Administración de la compañía eléctrica italiana Enel -nuevo propietario de la antigua Endesa de su antagonista Pizarro- anunciaba su bien pagado fichaje).
A la Negación le siguió la Ira. El cabreo monumental de todos contra todos, el buscar culpables de aquella situación, cuyo producto final quizá sea el movimiento “Indignaos”. Esta fase es tan justa como necesaria para la catarsis, el problema es que con la mera indignación no se llega muy lejos, a menos que se encuentran alternativas que ofrezcan seguridad y eficacia.
Las dos fases siguientes, Negociación y Depresión, se dan de forma casi simultánea. Baste ver la definición que de estos pasos se hace en algún manual de psicología:: “3- Negociación: una vez calmado, uno intenta a toda costa evitar la pérdida. Uno regatea, se rebaja, se humilla con tal de no afrontar la realidad. A veces el regateo es positivo, cuando uno logra mediar realmente entre las perdidas de dos personas por ejemplo para ganar a largo plazo; sin embargo el regateo a veces es absurdo, uno ofrece pagar mucho más caro con tal de no sufrir la pérdida. 4- Depresión: cuando uno al fin ve que el regateo no deja nada, que un lucha sólo por evitar la dura realidad y decida dejar de esconderse, puede caer en la tristeza, es decir en una profunda depresión”.
Y finalmente, la Aceptación: cuando uno se pone en paz con la realidad, como si el dolor hubiera desaparecido, como si la lucha hubiera terminado. Uno es finalmente libre. Libre de quedarse, de irse, de seguir adelante, de tomar las desiciones que se imponen. Uno acepta la perdida, pequeña o grande. Uno se ha adaptado.
No creo que el ciclo haya concluido, porque en absoluto nos hemos adaptado. Ni económica ni mentalmente estamos preparados para la realidad, la cruda realidad, que va a marcar nuestras vidas, no como un mero bache momentáneo, sino durante un largo período. Pero tengo la sensación de que estamos pasando de forma vertiginosa de la Revolución a la Involución. Con la toma de conciencia definitiva de la crisis vino un concepto genérico de Revolución: había que cambiar por completo el sistema que nos había llevado a tal desastre, el sistema económico e incluso el político, incapaz de prevenir y encauzar los desmanes. Pero como la Revolución de frustra rápidamente si no encuentra una bandera y una dirección, hemos pasado rápidamente a la Involución: las recetas a corto plazo, de rápida digestión como “fast food”, que ofrecer a las masas como ofrenda rápida con la promesa de encontrar el atajo a la Tierra Prometida de retorno a tiempos mejores. Y ofrecen algo tan elemental y de tan fácil consumo como el puro recorte: recorte y adelgazamiento de una Administración sobredimensionada (algo tan imprescindible como insuficiente); para pasar después al recorte social (hay que cuadrar las cuentas al precio que sea y de forma inmediata, y ese “al precio que sea” pasa por el capítulo que más gasto genera siempre: educación y sanidad); hasta llegar al recorte competencial (rediseñar el mapa autonómico, devolviendo competencias en la nada fundamentada creencia de que la gestión centralizada es más barata y/o más eficaz que la gestión descentralizada, simplemente porque sí).
Bueno, se me está haciendo demasiado larga la explicación. Así que me temo que voy a volver a empezar mis cinco pasos desde el principio, si esto sigue por el mismo camino y triunfa esa tesis de la solución por la involución. A ver, cómo era: NEGACIÓN, IRA, NEGOCIACION…
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