No sé si a usted le ocurre lo mismo, pero a mi Rubalcaba Alfredo P. cada día se me parece más con Arias Navarro. La forma de su calva, una chepa algo más que incipiente, sin mentar que los dos fueron ministros del interior…, bueno, sí, ya sé que en aquella época ese ministerio tenía otro nombre, pero los dos se ocupaban de las cosas de la policía. Arias Navarro con mano dura y con frecuencia más que dura; Rubalcaba en cambio no se sabe como la usó; sus manos, digo, si eran duras o algo blandengues. Depende de a quien preguntemos.
Pero ambos tienen además una coincidencia más. Aparecerán un mismo día en la tele, un 20-N, ¡Milagro sea! , anunciando el final de su jefe y patrocinador. Aún recuerdo aquella cara de Arias Navarro, ya por entonces presidente del gobierno, de riguroso luto, con la voz rota por sus sentimientos claudicantes ante la muerte del llamado caudillo y con lágrimas en los ojos: “Españoles, ¡Franco ha muerto!” Y venga a llorar; oigan, es que estaba inconsolable. Recuerdo que mientras hablaba llamé a mi hijo mayor, a la sazón con apenas 4 años y le dije: “hijo, mira esto y no lo olvides nunca”. El niño no entendió qué decía aquel señor llorando, pero no lo ha olvidado y días atrás, cuando le pregunté por el 20-N, me dijo que sí, que ese día tendremos elecciones y que esta vez sí irá a votar; pero que para él siempre será la fecha en que le llamé para que viera algo que no debería olvidar nunca. El fin de las 2 Españas.
La lista de desgraciadas coincidencias no termina ahí, porque si a uno lo llamaron el carnicero de Málaga, al otro lo enviaron de paracaidista para ser elegido diputado por Cádiz, que para mí solo en eso radica la vocación andalusí de uno y otro; aunque habrá mal pensados que no dejen de recordar la cal de Lasa y Zabala que, como una sombra, persigue al por algunos llamado el químico.
Arias Navarro, al nombrar ministro a Solís Ruiz, también conocido como la sonrisa del régimen, pronunció aquellas palabras que, a la postre, causaron su ruina política: “Ni España ni el régimen están en almoneda”. Y efectivamente, bastó poco tiempo para que nuestro Buen Rey dijera al semanario americano Newsweek: “Arias es un desastre sin paliativos”, poniéndole fecha de caducidad para substituirlo por Adolfo Suárez.
En su discurso de despedida anunciando su dimisión, Arias Navarro mostró una diferencia substancial con Alfredo. Demostró coherencia al declararse albacea testamentario del franquismo, algo que jamás hará el ahora candidato. No me refiero a lo de albacea del franquismo, claro, sino que del zapaterismo no ha vuelto a hablar desde que el dedo de su jefe y padrino le designó candidato y sucesor. Candidato, sí; pero ¿sucesor? Ya lo veremos. No sucesor en la presidencia del gobierno, que va a ser que no (otra vez, ¡milagro sea!), sino como secretario general del PSOE y evitar así la implosión de su partido.
Porque una vez que Alfredo aparezca en la tele y emulando a Arias anuncie “¡Españoles, Zapatero kaput!”, la situación que España deberá afrontar a partir del 20-N será tan grave que requerirá no solo de un buen gobierno sino de un partido en la oposición capaz de acordar, juntos, las medidas necesarias, tan imprescindibles como duras, para librarnos del naufragio y poner proa hacia aguas mas calmas. Amén.
Fernando Fernández
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