Manuel E. Díaz Noda.-
Después del éxito en cines de muchos de sus personajes insignia, como Spiderman o los X-Men y otros un tanto menores como Iron Man. Era inevitable que la Marvel acometiera la adaptación de Capitán América, quizás no su superhéroe más leído, pero sí uno de los más emblemáticos de la editorial y cuyo salto a la gran pantalla era necesario además para acometer el ambicioso proyecto de “Los Vengadores”. Sin embargo, ésta no era una tarea fácil. Al contrario que el resto de los héroes que han ido pasando por las salas de cine en estos últimos años, el Capitán América (junto con Superman) es un personaje maniqueo por naturaleza. Mientras los demás pueden tener otras lecturas (sociopolíticas, históricas, en el caso de los X Men), estrías (el alcoholismo de Tony Stark) e incluso tendencias psicopatológicas (El Castigador, aunque este personaje no parece tener mucha fortuna en sus adaptaciones cinematográficas), el Capitán América funciona mejor como concepto, como ideal (al fin y al cabo es un estandarte viviente). Esto conllevaba no sólo la dificultad de hacerle cercano al espectador, de establecer una conexión emocional, también debía hacer frente al rechazo que puede provocar en determinados sectores la ferviente propaganda pro-estadounidense que encarna (como era de esperar, la película está teniendo más éxito dentro de las fronteras del país que en su exhibición internacional). Para combatir esto, el enfoque que se ha empleado en esta primera aventura ha sido el de centrarse en la presentación del personaje y sus orígenes, para que el espectador vea debajo de la máscara y establezca el vínculo emocional con Steve Rogers, más que con el Capitán América en sí, al mismo tiempo que se ha ambientado la cinta en la Segunda Guerra Mundial, de manera que al establecer como villanos a los Nazis no se pise los terrenos cenagosos de la política actual.
Para llevar esto a cabo era necesaria la mano de un artesano, alguien capaz de narrar desde un punto de vista emocional y heroico una historia de aventuras, fantasía y acción, sin plantearse dobles lecturas e incluso arriesgándose a plantear una película deliberadamente anacrónica, donde no sólo nuestro protagonista, sino todos los personajes actúen de manera bidimensional, marcando una clara distinción, a la vieja usanza, entre héroes y villanos, sin las ambigüedades postmodernas que tanto gustan al cine actual. El escogido para esta labor fue Joe Johnston, realizador de carrera irregular, pero siempre subordinada al interés comercial del estudio y la búsqueda de películas de puro entretenimiento. Discípulo y protegido de George Lucas y Steven Spielberg, antes de dedicarse a la dirección, Johnston fue director artístico de títulos como “La Guerra de las Galaxias”, “El Imperio Contraataca”, “En Busca del Arca Perdida”, “El Retorno del Jedi” e “Indiana Jones y el Templo Maldito”, como quien dice, aprendiendo el oficio desde abajo. Su debut fue con la amable “Cariño, He Encogido a los Niños”, donde ya mostraba algunos rasgos de su cine posterior: una sana cinefilia nostálgica, una puesta en escena funcional y amena, y una espléndida integración de los efectos especiales en la narrativa de la película. “Capitán América. El Primer Vengador” no ha sido su primera aventura superheroica (años atrás había llevado a cabo una pulcra y entretenida adaptación de “Rocketeer”) y su paso por títulos como “Jumanji”, “Jurassic Park III” o “Hildago. Océanos de Fuego” han avalado sus conocimientos de puesta en escena y ritmo para el género de aventuras (aunque el resultado global en ocasiones no ha sido del todo positivo). Sin embargo, pese a su oficio, Johnston ha pecado siempre de ser un realizador impersonal, cuya capacidad de éxito dependía de la calidad de los medios con los que contara. Sus mayores fracasos no se han debido a impericia por su parte, sino a malos guiones (“Jurassic Park III”) o indecisiones del estudio a la hora de definir el proyecto (“El Hombre Lobo”), mientras que sus éxitos sí se han visto lastrados por la buena factura de un pulso correcto y funcional, pero en absoluto innovador o distintivo (“Hildago. Océanos de Fuego”).
Johnston nos devuelve en “Capitán América. El Primer Vengador” al terreno de la aventura clásica, incluso del pulp propio de las décadas 30 y 40 del pasado siglo. Fiel a esto, la película mantiene un tono ingenuo e idealista, alejado del desencanto y el cinismo que se prodigó en la cultura occidental en la segunda mitad del siglo XX y que hoy en día nos envuelve de manera cada vez más virulenta. Con una planificación más spielberiana que nunca, el director no esconde sus orígenes. Las referencias a Indiana Jones no son gratuitas (aunque carentes de la ironía postmoderna de éste) y en algunas ocasiones incluso traspasan aspectos como el estilo o la puesta en escena para situar al famoso arqueólogo dentro del universo Marvel (en un momento de la película, Johann Schmidt, a.k.a. Cráneo Rojo, hace referencia a la afición de Hitler por “buscar baratijas en el desierto”, lo que se puede entender como una referencia directa a “En Busca del Arca Perdida”). La película no oculta su vocación de ser un equivalente digital de las aventuras de cartón piedra propias de los seriales clásicos (en los que también se basó George Lucas para crear a Indiana Jones), llegando incluso a regodearse en esa referencia, a riesgo de no ser entendida por el público actual, habituado a historias y personajes más complejos.
Se ha optado por una ambientación realista, aderezada con ciertos toques de futurismo retro. La presencia del Capitán América y Cráneo Rojo, así como de los experimentos de éste junto con el Dr. Armin Zola, nos adentra ya en cierto campo de la ciencia ficción, por lo que la década de los 40 que presenciamos ya no puede ser equivalente a la histórica e incorpora armamento y soldados puramente fantásticos. Pese a esto, lo más destacado a nivel de efectos especiales es la creación del Steve Rogers escuálido del primer tercio de película (resulta paradójico que el físico real del actor sea el que exhibe en su faceta de superhéroe, obtenido gracias a sesiones exhaustivas de entrenamiento y una dieta específica, y no al revés), el resto de los efectos digitales pasan más desapercibidos y se centran sobre todo en la creación de ambientes y decorados donde se desarrolla la acción. En este sentido, la cinta se esfuerza más en encontrar el equilibrio entre la presentación de personajes y la incorporación de escenas de acción.
El primer tramo de la cinta, el concerniente a la descripción del carácter patriótico, honorable y valeroso de Steve Rogers y su transformación en el Supersoldado, resulta muy emotivo, consiguiendo que el espectador simpatice con el personaje y vea en él a un héroe, antes de que se convierta en el Capitán América. Este primer arco de la cinta sirve además para presentar a otros personajes importantes, como Bucky (Sebastian Stan), Peggy Carter (Hayley Atwell), el Dr. Erskine (Stanley Tucci), el Coronel Phillips (Tommy Lee Jones) y, sobre todo, el villano de la función, Johann Schmidt (Hugo Weaving), y su ayudante, el Dr. Armin Zola (Toby Jones). Uno de los principales hallazgos de la película ha sido, precisamente, lograr que, pese a apenas contener momentos de acción, esta introducción sea la parte más conseguida de la película y la responsable de mantener al espectador enganchado a los personajes y la historia hasta el final.
El único punto en el que el guión se aparta de esta concepción de la aventura es durante el periodo propagandístico de nuestro héroe. El Capitán América nació en 1941 y en estos primeros años su función era enaltecer el ánimo de las tropas e incentivas el sentimiento nacionalista entre el pueblo estadounidense, como estrategia moral en periodo de guerra. Una vez recuperado en los años 60 por Stan Lee, esta naturaleza propagandística se suavizó, para potenciar el heroísmo del personaje, aunque sin perder su carácter idealista. La evolución sociopolítica de los últimos 50 años en Estados Unidos ha obligado cada cierto tiempo a redefinir el patriotismo del Capitán, y, si bien ese no es uno de los objetivos de esta película, la mirada que se hace al uso propagandística del superhéroe es uno de los pocos (el único) momento en el que el argumento se permite cierto grado de ironía y crítica hacia su propio bando. En cierta forma esto ayuda a desligar la imagen del Capitán América de ese mensaje pro-estadounidense que pudiera ahuyentar a un sector de la audiencia extranjera. Pese a su traje abanderado, nuestro héroe se define como un defensor de la libertad, independientemente de la nacionalidad que ésta ostente (es más, entre sus colaboradores encontramos otros acentos aliados, como el británico, el francés o el canadiense). Frente a la toda la parafernalia y la pantomima que suponen los espectáculos propagandísticos, la cinta nos muestra la verdadera creación de un icono, a través de los niños que leen los comics del personaje o juegan con el escudo pintado en la tapa de un cubo de basura.
Una vez el Capitán América entra verdaderamente en acción, la película se dedica a enlazar una tras otra diferentes set pieces de gran impacto. El rescate de los soldados de la fortaleza de Hydra sirve para hacer la presentación de otros personajes clave no sólo para la película sino para la evolución futura de la serie, los Comandos Aulladores. Las hazañas de estos bajo el liderazgo del Capitán América quedan resumidas en un vibrante montaje de secuencias que dan paso a la excelente secuencia del tres. Cierra la película un elaborado y extenso clímax final que establece el enfrentamiento decisivos de los dos supersoldados y deja, como era de esperar, el final abierto para la llegada de Los Vengadores. Johnston sabe transferir emoción y adrenalina a todas estas secuencias en un sentido gradual, de manera que hay un electrizante crescendo en la intensidad de la acción a medida que nos acercamos a la conclusión. Por otro lado, el guión acierta al no desatender el trabajo de personajes en todo este encadenado final, de manera que la acción consigue una mejor implicación del espectador al poner en juego también aspectos emocionales de los protagonistas, especialmente en lo referente a la relación del héroe con su amigo de la infancia, Bucky, y la mujer a la que ama, Peggy Carter.
Gran responsabilidad del éxito de la película depende también del reparto escogido. Por todo lo mencionado anteriormente hay que decir que no era un reto fácil ponerse en el traje de barras y estrellas del Capitán América. El riesgo a quedar ridículo era muy grande y las repercusiones por defraudar a los fans también. Además hay que tener en cuenta que Chris Evans era ya conocido por el público por su interpretación de otro superhéroe, la Antorcha Humana en las dos películas de “Los Cuatro Fantásticos” dirigidas por Tim Story entre 2005 y 2007. Sin embargo el actor ha sido capaz de desprenderse de su imagen de joven frívolo e inmaduro, para encarnar a alguien íntegro e incorruptible y al mismo tiempo ingenuo y cándido. Evans no sólo cumple con los requisitos físicos del personaje, sino que se atiene a esta imagen del superhéroe, trasmitiendo al espectador los altos valores que representa el Capitán América. En cuanto al villano, tras sus interpretación en la trilogía de “Matrix” no creemos que nadie pudiera dudar de la capacidad de Hugo Weaving de ofrecer un Cráneo Rojo perverso y maquiavélico, con un porte aristocrático y desplegando todo su carisma en pantalla. Sí es cierto que su personaje funciona mejor con el propio rostro de Weaving que con el maquillaje de Cráneo Rojo, pero esto se debe a que la mirada del actor es más inquietante que el maquillaje que luce a continuación (pese a que éste es impecable y se ajusta a las características del personaje del cómic).
El conjunto de secundarios es también notable. El diseño de cada personaje está cuidado al detalle para reflejar su personalidad, pero también para mantener la fidelidad con sus referentes en papel. Hayley Atwell aporta fuerza e independencia al personaje de Peggy Carter, Tommy Lee Jones ironía y autoridad al general Phillips, Sebastian Stan arrogancia y lealtad a Bucky, Stanley Tucci comprensión y sabiduría al Dr. Erskine, Dominic Cooper petulancia e ingenio a Howard Stark y Toby Jones consigue que Arnim Zola resulte un pusilánime repulsivo. En ningún momento hablamos de personajes perfectamente desarrollados, pero sí lo suficientemente perfilados como para que el espectador sea capaz de identificarles y familiarizarse con ellos de manera instantánea. Además todos proporcionan las gotas adecuadas de humor para ayudar a la audiencia a simpatizar con cada uno de ellos.
Habrá quien critique esta película por la sencillez y linealidad de su guión, lo bidimensional de los personajes o lo formulario de su estructura. Es cierto que la narrativa avanza en una sola dirección y los personajes se supeditan a ella, sin mayor ambición que la de entretener al espectador, pero quien esperara de esta película juegos narrativos intrincados o complejas descripciones psicológicas se equivoca de sala y tendrá que esperar a la llegada de la tercera entrega de Batman a cargo de Christopher Nolan. Al fin y al cabo, una de las principales bazas del argumento es la presentación de un héroe íntegro, inmutable en sus convicciones aunque las cambien las circunstancias de su vida. “Capitán América. El Primer Vengador” no busca ser más de lo que aparenta y promete al espectador, pero dentro de esas demarcaciones ofrece un entretenimiento de primer orden, que consigue elevarse por encima de su papel de prólogo para la llegada de “Los Vengadores” (uno de los principales handicaps, por ejemplo, de la reciente “Thor”) para poder funcionar de manera autónoma e independiente. En definitiva, “Capitán América” es un producto comercial de calidad, espectacular y emocionante, en el que se ha cuidado con mimo el trabajo de personajes y la acción para que ninguno acabe eclipsando al otro. Es un película sencilla y directa, conocedora de sus limitaciones y pensada para todo tipo de públicos, que satisface a los entendidos en el cómic, pero sin desatender a ese sector de la audiencia que tal vez conocía al Capitán América, pero no ha leído ninguna de sus historias. De esta manera, Johnson factura posiblemente la película más lograda de su carrera (reñida si acaso con “Hildago. Océanos de Fuego”), resarciéndose así del mal sabor de boca dejado con “El Hombre Lobo”.
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