Hacía unos años que no iba caminando a Candelaria en la víspera del día de la Patrona, y este pasado lunes quise refrescar el recuerdo que había arrinconado en algún lugar de mi cerebro. También es verdad que tenía mono de ponerme la mochila a la espalda y hacer kilómetros disfrutando de paisaje y paisanaje.
La caminata en sí no está nada mal, ya que te da la oportunidad de ver detenidamente una zona que no transitas habitualmente y que tiene un paisaje que tampoco está nada mal. Entre barranquillos, cuevas formadas en roca volcánica, balos, tabaibas y cardones, se nos muestra la posibilidad de imaginar cómo eran estas islas antes de la colonización. En fin, algo saludable para los que tenemos respeto por el legado de nuestros ancestros.
Según vas caminando te das cuenta de lo poco acostumbrados que están un gran número de peregrinos a realizar habitualmente caminatas como la que describo. Calzado inadecuado, ropas que no transpiran correctamente, respiración anárquica, bebidas y comidas poco aptas para el ejercicio físico, son parte de los síntomas que te permiten ver claramente que muchos de estos van a tener un día después un tanto dolorido.
Por cierto, finalizada la caminata no me encontré a nadie que estuviese estirando los músculos para darles la elasticidad, temperatura y tono adecuado. Tampoco lo observé al comienzo de la ruta.
Cuando llegas a altura de Las Caletillas, por la carretera vieja, te das cuenta que casi te obligan a bajar para seguir la ruta por la nueva Avenida de Los Menceyes, sin tener en cuenta que a muchas personas les apetece seguir la ruta tradicional por la que discurría la caminata antiguamente. No obstante a la advertencia que te realizan, -que a partir de ahí la carretera está abierta al tráfico- yo preferí seguir la tradición y bajar por Araya. Seguramente por esa rebeldía que me caracteriza cuando no entiendo ni comparto ciertos criterios.
Cuando cruzamos la autopista por el puente que da acceso a la entrada al pueblo, observé atónito una caravana de furgones de la Guardia Civil, que me pareció algo excesivo en relación al evento. A esto hay que sumarle La policía local. Casi parece que en vez de ir a ver a la Virgen te van a llevar a chirona. Las cosas tienen que estar en su justa medida, la desproporción no me parece adecuada.
La desorganización existente, una vez alcanzas la calle principal de acceso a la basílica, es más que evidente: un montón de gente amontonada tratando de abrirse paso a empujones en ambos sentidos. Acaso no sería más apropiado establecer dicha calle para la entrada y la paralela que está por encima para la salida. De esta forma, se transita mucho más fluido y sin que te empujen ni pisoteen. Lo digo porque resulta un tanto peligroso para las personas mayores y para los niños y bebes, en carrito o sin él, que llevan sus progenitores.
La llegada a la plaza tampoco te indica por donde debes entrar a la basílica, al objeto de no bloquear las puertas y poder acceder mucho más rápido y más cómodo. Tuve la oportunidad de llegar cuando iba a dar comienzo la misa y observé un sinfín de teléfonos móviles y de cámaras digitales -a brazo alzado- destellando reflejos de flash hacia la Virgen y los curas. ¿Quién iba a decir hace algunos años que tales prácticas se iban a permitir en plena misa? Por fin el párroco puso un poco de orden solicitando respeto. Educación para la ciudadanía decía nuestro ex Zp.
Tras unas vueltas por la plaza, decidimos volver a pie hasta la autopista y me llamó la atención que la ancha acera estaba totalmente ocupada por los transeúntes del asfalto. Sí, lo han entendido bien: por los coches. La gente tenía que jugarse la barba tirándose a la vía, en una no muy buena coexistencia con la caravana de vehículos con conductores que estaban hasta el gorro de estar en cola.
Me dio auténtico pavor observar el riesgo que corrían los peques, rozando a los coches. Eso sí, en la rotonda, el municipal -pito en boca- intentando poner orden. No vi ni una sola denuncia puesta en el parabrisas de los usurpadores que quieren llegar con el coche hasta la misma puerta de la Basílica. No entendí cómo, con tan amplio despliegue de fuerzas del orden, permitieron semejante atropello.
En fin, que tenía que haber elegido otra ruta; y quedarme con el recuerdo que tenía de pequeño.
Valerio Felipe
Sin duda alguna, me hace recordar muy a diario la importancia que repercute entre nosotros, ya no solo por la peregrinación, sino el recuerdo de nuestra infancia cuando nos reuníamos ese grupo de amigos que nos sentábamos en la acera de de nuestras casas a jugar a las cartas, al escondite, etc. Un poco te hace ver la vida antiguamente y como ese tipo de costumbres se han dejado atrás, es mi valoración personal. Muy correcto en todo y sobretodo con muchísima razón sobre todo lo hablado en tu articulo.