FIRMAS Salvador García

OPINIÓN | Campañas de desinformación | Salvador García Llanos

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Muy contundente un reciente editorial de El Periódico que pone el acento en la necesidad de estar bien pertrechados ante las campañas de desinformación.

“¿Cómo combatir la rumorología,la desinformación y los bulos –se pregunta- que, en última instancia, sirven o pueden servir para llenar los bolsillos de desaprensivos? En primera instancia mediante la difusión por los medios responsables y respetados de datos ciertos, contrastados, obtenidos de fuentes fiables; no hay otro camino. Pero tal cometido será siempre insuficiente si no se evita por estos mismos medios ser caja de resonancia de campañas destinadas a desorientar a la opinión pública. Frente a las informaciones torcidas solo cabe oponer los principios básicos de la praxis profesional y desacreditar a sus difusores. Hay demasiado en juego como para que la intoxicación siga progresando sin pausa”.

Además de la denuncia abierta y sin ambages –”llenar los bolsillos de desaprensivos-, la pieza editorial habla de la nociva “mezcla heteróclita de datos dispersos” que caracterizan algunos de los males del periodismo o de la comunicación de nuestros días: movimientos especulativos, medias verdades –cuando no, falacias sin rubor-, ruido de todo tipo –o sea, insultos incluidos- en las redes sociales y medios poco comprometidos con el rigor informativo. En definitiva, la desinformación que hay que seguir combatiendo.

Para El Periódico, antes de la campaña de Navidad fue detectada una cadena informativa –mejor, desinformativa- orientada a la creación de un estado de alarma, basada en un desabastecimiento general en toda España. Los augurios más sombríos no se materializaron y a la espera de datos estadísticos sobre el consumo de las campañas de Navidad y Reyes, “el ahorro embalsado durante la fase aguda de la pandemia –unos cincuenta mil millones de euros- permite vaticinar un aumento muy alto del consumo”.

Cierto que se produjo el encarecimiento de algunos rubros integrados en los flujos económicos (fletes, soportes energéticos, materias primas); y que la concentración de la producción en unos pocos países, además de la excesiva dependencia de Estados Unidos y de la Unión Europa en las importaciones, fueron ganando la consideración de amenazas y de inestabilidad hasta el punto de condicionar a sectores como la automoción y las nuevas tecnologías. Eso contribuyó a alimentar cierto catastrofismo por parte de “inductores de toda clase de teorías conspiranoicas y la extrema derecha”, de modo que en los tiempos que corren, les resultó fácil “contaminar con mensajes descabellados circuitos informativos frecuentados por la inmensa mayoría de la opinión pública”, se cita en el editorial.

En fin, que es primordial seguir adoptando criterios sólidos y bien fundamentados con los que frenar las conjeturas y los bulos que, como se puede comprobar, crece y se desarrollan para beneficio de unos cuantos que actúan sin escrúpulos porque tienen muy claro que todo vale en este mundo de descontrol, tribulaciones, incredulidad y resignaciones. Falta de escrúpulos, pues.

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