FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Abolir la pobreza | Francisco Pomares

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La sección española de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social hizo público a finales de la pasada semana su  segundo informe sobre la pobreza en España, con datos sobrecogedores: casi el diez por ciento de la población del país, cuatro millones y medio de personas, vive hoy en situación de pobreza severa. Esa situación es aún más grave en Canarias, dónde la pobreza severa creció casi un cincuenta por ciento durante 2020 y afecta ya a cerca de 375.000 personas, el 16,5 por ciento de la población total del archipiélago, 132.000 personas más que antes del inicio de la pandemia. La idea machaconamente repetida por administraciones y Gobiernos de que no se dejaría a nadie atrás, se demuestra mera propaganda: en las islas viven hoy en una situación desesperada 132.000 personas más que antes de que la enfermedad viniera a agravar todos nuestros fracasos.

Aquí no se puede responsabilizar a los que estaban antes por la ‘herencias recibida’, ni plantear que el problema es resultado de la falta de recursos, cuando todos los días se inventa un nuevo espectáculo de reparto de fondos, bonos, loterías o prestaciones extraordinarias. Pero tampoco es de recibo culpar al Gobierno de Canarias por este desastre: el nuestro es un problema estructural, la región mantiene un porcentaje muy elevado de personas en situación de pobreza, que pasan a pobreza severa cuando la crisis aprieta. No es la primera vez que ha ocurrido así, ni será la última. La única responsabilidad del Gobierno regional en este asunto es la de no reconocer la situación, y seguir instalados en el discurso infantiloide y sentimental, mientras cientos de miles de personas se estampan contra el muro del abandono.

Por mucha buena voluntad que se ponga en ello, no se va a resolver la situación de un día para otro, y menos con políticas pacatas y parciales: podemos seguir celebrando que nos den unos dineritos más para combatir la pobreza, o inventando nuevos sistemas de reparto de fondos entre quienes los necesitan, discutir sobre si es más digno dar a los que no tienen para comer una tarjeta o un talonario, o mandar millones de twits desde Derechos Sociales. Podemos incluso hacer lo que hizo ayer Zapatero, decir que sueña desde hace años con una ley que establezca la abolición de la pobreza (y otra que abola la prostitución). Pero este no es asunto que se resuelva con leyes, discursos parlamentarios o propaganda. Si la pobreza pudiera abolirse por ley, habría desaparecido hace tiempo. Es algo que sabe hasta un niño de parvulario, pero aquí se siguen diciendo tonterías como si no hubiera un mañana. O quizá hay políticos tan pagados de sí mismos, tan encerrados en las instituciones e ignorantes del mundo y su miseria, que creen que esta plaga bíblica de la pobreza, que nos acompaña desde la noche de los tiempos, puede ser abolida y resuelta con un acuerdo partidario, una exposición de motivos y un articulado.

¿Abolir la pobreza? Lo que ha ocurrido en este último año es que se ha expandido como jamás antes, mientras los más ricos tienen cada vez más. Las crisis agrandan la brecha entre los pudientes y pobres, lo sabemos desde que existe la historia, y la única forma de combatir la miseria y salvar vidas de la ruina es materializando masivas políticas asistenciales, atendiendo en el corto plazo las necesidades de alimento, vivienda, energía y salud de los que peor lo pasan, con especial atención a niños y ancianos. Por supuesto, además hay que activar la economía y el empleo con grandes proyectos de dinamización, obra pública y contratación, para que el impulso a lo asistencial no deba mantenerse eternamente, porque todas las sociedades instaladas en el subsidio acaban por fracasar.

Pero los gobiernos han abandonado los grandes proyectos. Optan siempre por medidas parciales: unas perritas por aquí, una ayudita por allá, muchísimas declaraciones, la culpa es de los otros, y a esperar que escampe. Mientras los que mandan esperan con sus dádivas y ajustes parciales, sus regalitos y palabras, Canarias se ha convertido de nuevo en la región más pobre del país.

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