FIRMAS Salvador García

OPINIÓN | Televisiones | Salvador García Llanos

Alguna de las televisiones privadas que comenzaron a emitir en España en 1990 utilizó un ‘spot’ de promoción basado en un éxito del momento que cantaba el dominicano Juan Luis Guerrra: “Ojalá que lluevan televisiones”, se tarareaba en la adaptación. Vaya si ha llovido desde entonces, algo más que un chaparrón. Y ahora, para el otoño inminente, se anuncia la aparición de, cuando menos, otras dos: una promovida por el ex presidente de Coca Cola y ex diputado de Ciudadanos (Cs), Marcos de Quinto, con capital de la familia que controla la empresa cárnica El Pozo, de los dueños de la atunera de Cartagena, Ricardo Fuentes e Hijos y capital extranjero de la derecha venezolana, mexicana y cubana; y otra que impulsa el empresario y comunicador Marcial Cuquerella que ya cuenta con denominación, La Alternativa. Cuquerella procede de Intereconomía y Cope Navarra. Hablarán de pluralismo e independencia, claro; pero, con estos antecedentes, no hace falta discernir sobre el sustrato ideológico. Además, ya el derechío perdió el miedo a presentarse como tal y a seguir hablando de caudillismo.

Pues se ha cumplido aquel deseo profético. La señal televisiva prolifera como hongos en cualquiera de las modalidades de emisión y al personal le falta tiempo para sintonizar e ir fraguando sus preferencias. No importan las repeticiones ni las fórmulas plagiadas ni las películas desfasadas ni los subproductos: ahí siguen subsistiendo y pugnando por audiencias cuyos registros varían en función de circunstancias de diverso tipo. La pregunta es inevitable: ¿hay tarta publicitaria para todas? Cabe intuir la feroz lucha para hacerse con un contrato, o con un contratito de esos, de escasa cuantía a la espera de que vengan tiempos mejores. El caso es que la competencia se desnuda sin pudor y se hace (emite) cualquier cosa con tal de ganar –siquiera mantener- unas cuotas de audiencia. Empresa difícil, hay que reconocerlo. Pero en el escenario, la capacidad de gestión, las habilidades y los otros atractivos que puedan surgir son los elementos que distinguirán al medio y ya se verá hasta dónde puede llegar.

Las circunstancias refrescan aquella sustantiva controversia alimentada por los lingüistas norteamericanos Noam Chomsky y Edward S. Herman en su célebre libro “Los guardianes de la libertad”, en el que cotejan los contenidos informativos de izquierda frente a los de derecha para poder acceder a los medios de comunicación. Uno de ellos, según escribe el periodista y ensayista Pascual Serrano, es el capital financiero necesario para poner en marcha uno de aquellos, “pues supone todo un sesgo a favor de la derecha porque, como es lógico deducir, son los sectores neoliberales y conservadores los que disponen de más recursos económicos y mejores contactos entre la élite empresarial y financiera para captar inversores o préstamos económicos”. Entonces, procede cuestionarse si será suficiente un mismo techo ideológico o al final solo se trata de abonar el terreno para fusiones y operaciones de interés político y financiero. Porque aquella creencia atribuida a los progresistas, en el sentido de que la información se había convertido en una mercancía que se compra y se vende, resulta ya, en medio de este panorama, demasiado frágil. Dice Serrano al respecto que el modelo deja en España un espacio para dos tipos de televisiones: las de derecha y las de ultraderecha. “Lo que viene siendo su concepto de la pluralidad”, concluye.

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