FIRMAS Salvador García

OPINIÓN | Patria o vida | Salvador García Llanos

FOTO: EFE
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Cuando un pueblo pasa hambre… pues ya se sabe: suenan todos los timbres del hartazgo, se llega al límite de la resistencia, hay una necesidad clara de reivindicar, se abre un capítulo de desahogo y de resistencia, de imprevisible rumbo, cuando se dan circunstancias sociopolíticas que, por conocidas, agravan el proceso.

Desde el domingo pasado, los focos sobre Cuba indican que se agita el clima social. Desde San Antonio de los Baños, ciudad y municipio al suroeste de La Habana, conocida –qué paradoja- como la ‘capital del humor’, la cuna del gran poeta Silvio Rodríguez y sede de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, desde ahí resonaron por toda la isla los gritos de “¡Libertad, libertad!”, extendidos con rapidez inusitada, antes de que el régimen dispusiera las primeras medidas para frenar la avalancha informativa que surgía espontánea desde móviles y redes sociales. “¡Patria o vida!”, repetían en muchas ciudades.

Era el primer capítulo o la secuencia preliminar de hechos a los que no estamos acostumbrados. Pero los testimonios de manifestantes eran concluyentes: no hay comida, no hay vacunas… y entonces es relativamente fácil deducir lo demás, especialmente e n lo que concierne a la prestación de servicios públicos básicos.

De la forma que ha reaccionado el Gobierno cubano, se desprende que esto puede ser más de lo mismo. Hace mal, desde luego, en atrincherarse, como otros dirigentes de regímenes totalitarios que dan como casi única respuesta la represión y el endurecimiento de los modos gubernamentales. Las perspectivas de diálogo, siquiera para un elemental entendimiento orientado a una transición política pacífica y bien secuenciada, se ven muy lejanas y los arbitrajes o las intermediaciones resultan complejos.

Pero el régimen debe ser consciente de que una parte considerable del pueblo cubano ya no está por la labor de resignarse ante el radicalismo ideológico. Ese mismo grito, “¡Patria o vida!”, viene a sustituir a otro que, en sentido totalmente contrario, simbolizaba la lucha y la resistencia contra el opresor y se identificaba con los afanes revolucionarios. Estos parecen no dar más de sí, se agotaron.

Ya veremos cómo evolucionan los acontecimientos, cuál es el alcance de las protestas… y de la represión. Al presidente Díaz Canel le ha correspondido administrar una herencia delicada y su papel es complicado. Creemos que no hace bien enfrentando a los cubanos y hacer alardes de intransigencia. Hay mucho por construir y los incidentes del domingo, más o menos multiplicados, no son más que una chispa que ha encendido las ansias de libertad. Veremos cómo reacciona la comunidad internacional.

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