Ángel Víctor Torres se ha convertido en un experto en lidiar con problemas. Desde el inicio de su mandato, le han caído todos, uno detrás de otro –incendios, quiebra de Thomas Cook, retirada de Ryanair, Brexit, apagones, calima salvaje– hasta que esos problemas quedaron subsumidos en la madre de todos los problemas, la pandemia Covid y sus consecuencias.
Frente a quienes han señalado a Torres por esa suerte de mecanismo de atracción de problemas que lo emparenta con la tradicional figura del gafe, yo siempre he creído que en la vida, y en política lo mismo, los problemas llegan como y cuando tocan, y que lo que hay que tener en cuenta es la capacidad de las personas –sobre todo de quienes se atribuyen la condición de líderes– para sortearlos o resolverlos. Más allá del chascarrillo o la broma simplona, nunca he creído que Torres fuera gafe, entre otras cosas porque no creo en la figura. Desde ayer lo que creo es que tiene cierta habilidad personal para alimentar los problemas y hacer que crezcan.
La solución que el presidente ha planteado a la bronca interna en el PSOE a cuenta de la propuesta tinerfeña de convertir a Santiago Pérez en senador por la Comunidad Autónoma demuestra que entre dos malas opciones, Torres al final ha optado por las dos: es una manera como otra cualquiera de atraer los problemas. Se había comprometido Torres con Pedro Ramos –uno de los artífices de que Torres sea secretario general del PSOE– en sentar en el escaño de senador que ocupaba Ramos a Pérez, y al final lo cumplió. Y se había comprometido Torres también (de aquella manera) con Blas Acosta y algunos de sus amigos en apoyar su candidatura al Senado, y lo ha resuelto con un asombroso cambalache, nombrando a Acosta viceconsejero de Elena Máñez, al margen de que el hombre esté a punto de sentarse en el banquillo: el fiscal le acusa de los delitos de administración desleal e insolvencia punible en el caso Gesturpa, por lo que le pide cuatro años y tres meses, y otros tres años por prevaricación urbanística en el caso La Pared –historias de su pasado en Pájara–. El fiscal solicita además la apertura del juicio oral contra el expresidente del Cabildo. Y resulta que el código ético del PSOE establece que sus cargos –tanto los públicos como los partidarios– tienen la obligación de dimitir si están investigados en una causa penal y se decreta la apertura de juicio oral.
A Blas Acosta le quedan días, semanas o en el mejor de los casos un par de meses para verse en esa tesitura, por lo que su nombramiento como senador habría resultado bastante escandaloso, aunque le habría permitido derivar el trámite judicial al Supremo y ganar algo de tiempo. La Federal del PSOE no estaba por la labor, y al final ha sido Torres quien ha optado por tragarse el muerto: Blas Acosta no estará en la viceconsejería mucho tiempo, aunque su nombramiento desatasca la elección de Santiago Pérez, votado ayer por todos los miembros de la ejecutiva menos tres que se abstuvieron: los dos gomeros y el secretario general de las Juventudes Socialistas.
A los problemas que el “viejo socialista” Pérez, que así fue descrito ayer, creará a buen seguro a Torres y al PSOE (aquí podemos recordar la Historia del escorpión y la rana), Torres ha decidido sumar los que va a suponer colocar como miembro de su Gobierno –es cierto que en una consejería que hasta ahora es más bien decorativa– a un señor con asuntos que resolver con la Justicia.
En fin, que leí hace tiempo que hay muchos líderes que ven los problemas como oportunidades para vivir sus vidas más intensamente, más plenamente. Apuesto que Torres es de esos.
Añade un comentario