Al presidente de Mensajeros de la Paz Canarias le preocupa «la vulnerabilidad de los menores, las mujeres y los mayores. Estamos preparando un programa de soledad, porque vemos que las necesidades se van aumentando en ese ámbito»
EBFNoticias | Tachi Izquierdo |
Mensajeros de la Paz lleva más de cuatro décadas de servicio público en Canarias. Su labor de colaboración y auxilio de las personas y familias con mayores necesidades se ha ido implementando a lo largo de los años, hasta lograr una red de asistencia que abarca toda la franja de necesidades.
Capitaneada por el incumbustible Padre Ángel, la ONG despliega un modelo de asistencia en el que se valora y se busca el refuerzo personal de quienes atraviesan por malos momentos, con el objetivo siempre fijado en la recuperación social y laboral de los afectados.
El presidente regional de Mensajeros de la Paz, José Manuel Afonso, lleva al frente de la organización muchos de los 45 años de presencia de la ONG en las islas. Vino para hacerse cargo de una residencia en Agüímes, pero a lo largo del tiempo ha enganchado proyecto tras proyecto, hasta ponerse al frente de la organización a nivel regional, que logró su identidad propia en el Archipiélago en el año 2000.
El criterio que dio paso a Mensajeros de la Paz Canarias respondía a la filosofía del Padre Ángel, quien defiende que cada autonomía tenga su presidencia e identidad propia, algo que, según señaló Afonso, “es bastante lógico, ya que cada Comunidad Autónoma tiene un modelo diferente de subvenciones y ayudas o de gestionar el ámbito social”.
Ahora, con la pandemia, la ONG vive tiempos difíciles, superados gracias al compromiso y entrega de las personas que conforman Mensajeros de la Paz, entre profesionales y voluntarios que están sorteando las carencias con un servicio que se multiplica.
¿Canarias, por la experiencia de la ONG, tiene unas características o necesidades sociales diferentes?
Creo que las necesidades no varían mucho de otras necesidades, pero en las Islas lo que sí se incrementa es el número de usuarios. Las necesidades pueden ser alojativas, de consumo, de alimentación, de la infancia, entre otros, pero junto con Andalucía, lideramos el movimiento de inmigrantes, algo que nos diferencia y es un problema añadido.
Y en estos momentos, que estamos en plena crisis migratoria, ¿imagino que aún no les está afectando, ya que estas personas están bajo el paraguas del Estado?
Y tiene que ser así. Independientemente de que seamos una ONG y que nos dediquemos a temas sociales, considero que la caridad no tiene que existir, pues son prestaciones lo que tiene que dar el Estado, bien directamente o a través de organizaciones. Este año hemos detectado que las administraciones intentan asegurar los programas para que haya continuidad, así como otros años se han ido dejando y se han retrasado, ahora, por la realidad que hay intentan cerrar los programas y los recursos, para que a partir del 1 de enero podamos continuar en lo que estamos trabajando.
«Los nuevos demandantes de ayuda de nuestra ONG como consecuencia de la Covid representan un 25%, pero es una tendencia que va en aumento»
¿Qué recursos tienen, a grandes rasgos, en Canarias?
No nos cerramos a ningún tipo de recurso. De hecho, cuando saltó la pandemia, hicimos algo que nunca habían realizado, que fue poner en marcha un recurso de emergencia Covid con el Ayuntamiento de Adeje para 18 personas sin hogar. Hay que estar abiertos a las carencias que surjan. Estamos en una sociedad en la que podemos asistir a una familia donde la madre sufre violencia de género, su hijo por vulnerabilidad o al abuelo que puede precisar un recurso alojativo…Considero que debemos ver a la sociedad como un conjunto.
¿Con qué medios disponen para esa asistencia?
Actualmente llevamos dos centros sociales, que están en Añaza y San Cristóbal en Las Palmas. Contamos con pisos para mayores de 18 años ex tutelados, que salen de los recursos asistenciales y se quedan en la calle. Llevan funcionando un año, y están en las dos islas. Disponemos de centros de acogida y también para personas mayores, con los que trabajamos la soledad en este colectivo, que se ha agudizado mucho con el confinamiento. La pandemia les ha afectado en su comportamiento e incluso en el aspecto físico por su escasa movilidad. Con los mayores llevamos a cabo un programa de llamadas y acciones de acompañamiento, que está resultando muy gratificante. Disponemos, en mayor medida, de centros de menores, pero estamos ahí para cualquier necesidad que surja.
¿De qué personal se nutre Mensajeros de la Paz para desempeñar esta amplia labor?
Cada vez que abrimos un recurso, buscamos a profesionales que cuenten con la cualificación profesional para el puesto. Contamos con psicólogos, trabajadores sociales, educadores familiares o administrativos, que son imprescindibles para toda la documentación que debemos mover y para responder con transparencia. A nivel de voluntariado, también hacemos campañas, pero este año, lamentablemente, no ha sido fructífera, porque no la hemos podido convocar. Nos nutrimos de profesionales y voluntariado, pero en favor de las personas, diré que esta realidad es muy vocacional y, por mucho que uno quiera tener un sueldo, en este terreno hay que ser muy vocacional. Estoy convencido de que la gran mayoría ellos no dejaría a los usuarios porque se haya acabado la jornada laboral, y eso, es de agradecer.
¿Cómo se han desenvuelto con la complejidad de la pandemia?
Pues solo puedo decir una cosa, y es que si no llega a ser por el personal que tenemos, lo de la pandemia no habría salido como ha salido. Al principio, como todos, nos vimos desbordados, pues era algo nuevo y estaba ahí el miedo. Desconocíamos las formas de contagio o no habían recursos, estábamos en un ambiente de incertidumbre, porque no habían mascarillas o los precios eran desorbitados, y la información era contradictoria. Hubo un momento en el que no podíamos responder a los informes que nos pedían las administraciones porque teníamos que atender a los usuarios. Si no llega a ser por nuestra gente, esto habría sido muy complicado, porque nuestros servicios son de residencia, y todos y cada uno de ellos se jugaba la vida. Su buen hacer y algo de suerte también, ha posibilitado que solo hayamos registrado dos casos muy puntuales y controlados. En la residencia de mayores no hemos tenido ningún caso hasta la fecha y algo se ha hecho muy bien por parte de nuestra gente, para estar así.
¿En la parte asistencial se ha notado la demanda de servicios en esta etapa de la Covid?
En los centros de menores hemos notado un incremento con el caso de los inmigrantes, con una ocupación muy controlada, pero también con momentos de sobreocupación. La Covid ha provocado que en los comedores sociales se haya duplicado la demanda y ha sido un avalancha. Y puedo asegurar que no se va a parar ahí, de hecho, en Las Palmas, en plena pandemia, estuvimos dando 150 comidas diarias, a través de un trabajo en el que han colaborado el Grupo Barceló, Dinosol, Capros y la Caixa, que nos han ayudado durante unos 5 meses.
«Hay parejas con hijos que se han quedado sin ningún ingreso y los mayores con las pensiones, que son los grandes héroes, vuelven a mantener a las familias sin disfrutar de su jubilación»
¿Y por provincias, se ha corrido la misma suerte?
En el comedor de Las Palmas duplicamos la asistencia, fue algo más que en Tenerife, donde sé qué subimos. También es cierto que estamos en Añaza, y es una zona con muchas organizaciones trabajando.
¿Si tenemos en cuenta las contradicciones en las decisiones y el propio comportamiento de la sociedad y la economía en la pandemia, para qué futuro se están preparando?
Me preocupa la vulnerabilidad de los menores, las mujeres y los mayores. Estamos preparando un programa de soledad, porque vemos que las necesidades se van aumentando en ese ámbito. A nivel de los centros sociales y comedores, sí observamos que se va a incrementar la demanda, y eso sí que me preocupa.
¿Mujeres, menores y mayores van a sufrir más esta pandemia?
Sí. Los menores, las mujeres y los mayores son los principales perjudicados. En estos centros hemos tenido un perfil muy localizado, que se caracterizaba por ser personas con un conocimiento de los recursos sociales, pero de cuatro meses a esta parte, no sé si es porque se han ido acabando los recursos del paro o económicos, pero nos están llegando personas que acuden por primera vez a nosotros.
¿Aquí me gustaría que se detuviera en estos nuevos demandantes, y que nos analice qué porcentaje representan en el incremento de asistencia?
Los nuevos demandantes de ayuda por la Covid representan un 25%, pero va e irá en aumento. También me preocupa que hay mucha gente que nunca ha pedido y no sabe pedir, porque nunca lo ha necesitado. Nosotros estamos ahí para ayudar y echar una mano, haciéndolo lo más dignamente posible, porque, pasar por esto no es fácil para nadie. Hay parejas con hijos que se han quedado sin ningún ingreso y los mayores con las pensiones, que son los grandes héroes, vuelven a mantener a las familias sin disfrutar de su jubilación. En muchos casos no hay familia donde agarrarse.
¿Y qué le diría a esas familias que, por las circunstancias que sea, no acuden a los servicios sociales y sufren las necesidades en silencio?
Que estamos aquí para ayudar a las familias, y no para juzgarles. Nosotros a quienes nos piden ayuda, les ayudamos y no les juzgamos. Creo que venir a pedir ayuda de manera puntual no es nada malo, pues es algo que luego lo pueden devolver en el futuro, por ejemplo, siendo voluntarios en nuestros centros. Muchos de nuestros usuarios se quedan de voluntarios, pues se acaban dando cuenta de que también pueden ayudar. En Añaza, por ejemplo, hay usuarios que vienen a recoger su ayuda y se quedan echando una mano en el reparto, y eso es algo que dignifica también.
«Pensamos en hacer un voluntariado a muchos kilómetros de distancia y resulta que debajo de casa tenemos a una persona mayor a la que con dedicarle cinco minutos al día ya es más que suficiente»
Ustedes, en parte, dignifica a las personas y a las organizaciones.
Las organizaciones tenemos que hacer una reflexión sobre cómo debemos ayudar. Qué no se me interprete mal, pero creo que hay cosas que debemos cambiar, porque a veces ayudamos porque estamos desbordados, pero lo de las colas es algo que no soporto y me pone los pelos de punta. Hablamos mucho de la intimidad y la protección de datos, pero luego te ves a gente con nombres y apellidos en dichas colas. Así, hay muchas de las personas que se piensan lo de ir a pedir. Nosotros tenemos que cambiar e intentar hacerlo de otra manera.
Aprovechando este momento de reflexión y autocrítica, ¿qué soluciones se le han pasado por la cabeza para evitar esa sobre exposición de la pobreza?
Nosotros intentamos que los centros den cita para evitar las colas. Intentamos también que las personas hagan otras cosas y actividades en nuestros centros o que sus hijos participen en las actividades de refuerzo escolar. Intentamos que nuestros centros sean lugares abiertos y para el aprendizaje, para ser útiles, por ejemplo, para otros usuarios. Si hay un electricista y alguien necesita un arreglo, poder echar una mano, y que otro usuario podrá prestar con otro empleo o dedicación al resto. La gente se tiene que ver un poco útil para verse valorado, porque eso dignifica. Intentamos que sea lo más discreto posible. Se trata de que la gente pida, pero que también pueda dar algo.
«Estamos aquí para ayudar a las familias, y no para juzgarles. Nosotros a quienes nos piden ayuda, les ayudamos y no les juzgamos. Creo que venir a pedir ayuda de manera puntual no es nada malo»
¿Si hay alguien que quiera colaborar con Mensajeros de la Paz como voluntaria o de cualquier otra forma, cómo lo puede hacer?
A través de la página «Ayuda que llega», que es de Mensajeros de la Paz: en Las Palmas, a través del teléfono 928 41 76 47 y en Tenerife en el 922 28 50 35.
En todo este panorama sombrío que no acompaña ahora, y del que hemos ido saliendo, porque a lo largo de la historia la humanidad lo ha logrado, desde su perspectiva y experiencia, ¿ve algo diferente o alguna esperanza a lo largo de los próximos meses?
La sociedad es muy generosa y las persona también. Cuanto más necesidad y problemas hay, más nos unimos y ayudamos, y eso quedó claro durante el confinamiento. Gracias a Dios, el ser humano tiene una capacidad superior para salir de estas situaciones y para reinventarnos. La gente es buena y no me he tropezado con alguien con tanta maldad como para pensar que no vamos a salir de esto. Ya hemos salido de cosas peores.
La última, y es la típica: ¿algo que le gustaría decir? (sonrisas)
Pues lo que me gustaría decir es que hemos pasado un año muy malo y que estas Navidades serán muy diferentes y las vamos a sufrir todos, pero hay que pensar que estamos ahí y que la vacuna va a llegar. Yo pediría que nos fijemos en la gente, porque a veces se hacen grandes campañas de voluntariado, pero hay que fijarse en quien tenemos al lado, pues muchas veces pensamos que no necesitan nada, pero si les hace falta y que nos fijemos en esa gente cercana. Pensamos en hacer un voluntariado a muchos kilómetros de distancia y resulta que debajo de casa tenemos a una persona mayor a la que con dedicarle cinco minutos al día ya es más que suficiente. Hay que pensar en las pequeñas cosas, que muchas juntas, hacen mucho.
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