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ENTREVISTA | Isidro González, diplomático: “Los que hablan de diferencias y crean barreras psicológicas, no han viajado o conocido otras culturas lo suficiente”

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EBFNoticias | Tachi Izquierdo | La diplomacia está considerada como un arte, pues entre sus virtudes figura la capacidad de utilizar el diálogo como herramienta principal, para lograr el acercamiento entre las personas y entre los países.

Los diplomáticos son un bien escaso y muy valioso, ya que conforman un gremio con altas dosis de sacrificio, capacidad y entrega, y en Tenerife tenemos la suerte de contar con Isidro González, que se incluye en un reducido grupo de apenas 10 personas que en las islas se dedican a esta popular pero a veces desconocida actividad.

González señala que la labor del diplomático no solo afecta a quien ostenta la representación, sino que involucra también a su familia, que en su caso  califica como «verdaderos héroes” y cuya presencia es esencial en una carrera apasionante.

Recuerda que de niño, en su Santa Úrsula natal, donde empezó sus primeros estudios, soñaba con ser diplomático y confiesa que a lo largo de los años ha conseguido en gran parte llevar a cabo esos anhelos de la infancia.

Su dilatada experiencia le ha llevado por distintas embajadas y consulados en países tan dispares como Marruecos, Mauritania o Israel, entre otros, hasta situarlo en la actualidad en el vice secretariado de la Unión por el Mediterráneo, una organización internacional que ya ha cumplido sus 25 años de existencia y de la que forman parte 42 países y casi 800 millones de personas.

El diplomático tinerfeño comparte en esta entrevista algunos de los aspectos de la que ha sido la pasión de su vida, pero también la añoranza por su tierra y las personas que forman su entorno más cercano, y de la isla, de cuyo equipo de fútbol representativo, el CD Tenerife, sigue renovando cada año su abono y el de sus dos hijo, pese a la distancia.

Isidro González señala que el diplomático “siempre está dispuesto para su próximo destino”, pero reconoce que “también guarda el último billete para regresar a casa”.

¿Su llegada a la diplomacia fue por vocación, convicción, influencia o sugerencia?

– En mi caso fue por auténtica convicción y por espíritu idealista, ya que no tengo antecedentes familiares. Algo me decía que tenía que ir por ahí y lo sentía y lo sigo sintiendo como mi verdadera vocación.

– ¿Pero, dónde están las primeras referencias?

– En el colegio de Santa Úrsula, en mi niñez, donde con 10 años dirigía el periódico escolar, y ya me apasionaba la información internacional. Por aquella época era la Revolución Iraní y me gustaba mucho escribir sobre la política exterior, y ahí surgió algo, probablemente el inicio de mi vocación.

– Y llegado a la cruda realidad, el Isidro adulto ¿cree que la diplomacia sirve para solucionar los conflictos?

– Claro que sí. Es el arte de buscar el compromiso y soluciones pacíficas. Es lo que consigue que las relaciones entre países sean amistosas y que no haya más conflicto, aunque, aún así, también se han producido grandes fracasos en la diplomacia, entre ellos, las dos guerras mundiales en Europa. Pero, es el arte del compromiso por medio del diálogo y eso me gusta, porque es una contribución para tener un mundo mejor.

– Hay un conflicto muy cercano, el Sáhara, ¿cuál es su opinión?

– Su gestión la asume el Consejo de Seguridad de la ONU para que lo resuelva. En el mismo, España tiene un papel principal, como antigua potencia colonial y hay que respetar ese papel en la búsqueda de una solución.

– ¿Como diplomático, qué solución cree que se debería aplicar para esa zona?

– Una salida justa, duradera y satisfactoria. Sé que suena a lo de siempre, pero es que tiene que ser así. El tema es cómo llegar a un acuerdo, pero este es un conflicto muy difícil.

– En la actualidad usted está al frente de la Unión del Mediterráneo, que representa y aglutina a 42 países, ¿este tipo de uniones representarían a la diplomacia pero en letras mayúsculas?

– Es la diplomacia multilateral, y lo que surgió hace 25 años fue fue la Declaración de Barcelona, que situó a la región en el centro de las prioridades europeas. El organismo se creó en 2008, pero el origen es la declaración, fruto del liderazgo de España, que los reunió a todos y logró la firma.

Isidro González durante el 25 aniversario de la Declaración de Barcelona

«Como idealista, creo que se debe reforzar el entendimiento entre países y poner fin al resurgimiento de los nacionalismos trasnochados»

– ¿Y cómo llega un tinerfeño a una entidad de estas dimensiones?

– Son pasos en una carrera. Se me presentó la oportunidad cuando estaba trabajando en la Embajada de Marruecos, un destino que deseaba hacer como canario, por la cercanía como vecino. Acepté animado por mi entorno, pero es un paso más, aunque muy complicado, pues se trata de un reto que requiere  mucho trabajo y en el que también se puede crecer.

– ¿En este convulso planeta, será lo que nos une más que lo que nos separa, lo que traerá soluciones?

– Por mi trayectoria, con experiencias en muchos países, llego a la conclusión de que somos mucho más parecidos de lo que creemos. Los que hablan de diferencias y crean barreras psicológicas, no han viajado o conocido otras culturas lo suficiente. Al final, las necesidades son las mismas y las familias lo que quieren, en todos los lugares, es que sus hijos vayan al colegio y que tengan algo que comer; que haya un futuro y esperanza. El mecanismo es el mismo: el diálogo. Con la fuerza, no se llega a ningún lado, ni soluciona nada.

-¿Con esta pandemia mundial que estamos sufriendo, cree que el diálogo contribuirá a mejorar la situación?

– Lo espero. Desgraciadamente, el mundo saldrá de esta situación más debilitado, económica y socialmente, por los efectos que está teniendo sobre las economías, que provoca que las familias estén sufriendo. Pero espero que el diálogo y las acciones consecuentes se pongan en marcha, y Europa ha dado ejemplo de ello, apoyando ayudas a los países miembros, lo que nos ayudará a salir del apuro. Como idealista, creo que se debe reforzar el entendimiento entre países y poner fin al resurgimiento de los nacionalismos trasnochados e individualismos que no conduce a nada, y donde se alimentan las diferencias y se olvidan las similitudes.

– Precisamente, hace unos días visitaba Canarias un representante de la ultraderecha, para poner en marcha lo que podríamos considerar la anti diplomacia, ya que su discurso es el de enfrentamiento y rechazo a nuestros vecinos africanos.

– Hay que preguntarse por qué esas personas se juegan la vida y cuál es el grado de desesperación tan grande que padecen. Con la inmigración hay que ir al origen, para conocer el grado de desesperanza en el continente, donde hay unas condiciones de vida mínimas en muchos países y ese es el desencadenante. Muchos africanos dicen que deben emigrar para no morir lentamente en sus países. Es un grito dramático que nos debe concienciar a los europeos para echar una mano. Desde la Unión del Mediterráneo estamos impulsando proyectos que van a la base del problema, para ayudar a estos países a lograr un mayor grado de desarrollo. Nadie deja su país si tienen unas mínimas condiciones aceptables.

– Este flujo migratorio es un reflejo fiel de las carencias y necesidades de todo el Continente africano, que conocemos con cada patera que llega. ¿En este problema, qué puede hacer la diplomacia?

– Primero escuchar a cada país y conocer sus dificultades; conocer cuáles son sus problemas y en qué podemos contribuir. Es lo que han hecho los miembros de nuestro Gobierno en algunos de estos países. España es un miembro importante de la UE y Europa puede contribuir a mejorar y ayudar a evitar esa sangría de vidas humanas, ya no solo de quienes llegan, sino de quienes se quedan por el camino.

– Un diplomático canario quizá puede tener una visión diferente de esta actividad, y en su caso, que arrancó desde la distancia desde un archipiélago en medio del atlántico, después de la experiencia adquirida, ¿cómo ve ahora, desde esa otra distancia, a las islas?

– Con añoranza. Yo echo de menos a Canarias y es el sitio en donde descanso en verano. Es donde único desconecto, porque toco suelo y es mi tierra. También siento mucho orgullo, porque veo el progreso que ha experimentado en los últimos 30 años, aunque siguen habiendo muchas carencias, pero somos más prósperos y hay más oportunidades. Como sociedad, Canarias debería estar orgullosa de lo conseguido, y por su desarrollo.

Isidro González (derecha) durante una reunión de trabajo

«Muchos africanos dicen que deben emigrar para no morir lentamente en sus países. Es un grito dramático que nos debe concienciar a los europeos para echar una mano» 

– ¿Imagino que, también tendrá referencias de hasta dónde debemos llegar, teniendo los ejemplo de aquellos lugares por donde ha pasado?

– Cuando uno va por el mundo se ven cosas duras y al regreso a las islas, cuando me encuentro con mi gente, tengo que insistir entre mis conocidos, quizá con los más alarmistas, en que somos una región privilegiada, por la seguridad, por las oportunidades, la posibilidades de estudios o su nivel de vida aceptable. Son pocos los países que pueden presumir de tener un índice de vida como el de Canarias. Cuando digo esto, mis amigos me acusan de ser demasiado positivo, pero cuando puedes comparar con muchos sitios, a veces también se pueden ver las diferencias.

– En las islas estamos con el 40% de la población bajo el umbral de la pobreza.

– Los problemas no se pueden negar e incluso ahora, con la pandemia y el cero turístico, no debemos obviar el drama. Pero vuelvo a la añoranza y al orgullo, porque, comparativamente con otros países, Canarias ha ido a mejor y ha crecido como sociedad. Si se enfadan mis amigos, lo siento, pero es lo que veo y he podido comparar.

– Al margen de los amigos, el recuerdo o el paisaje, ¿qué otras cosas le conectan con las islas?

– Tengo a gran parte de mi familia en Canarias. También mi afición por el CD Tenerife, y que mis hijos se ríen por mi fidelidad, pero a ellos también los tengo abonados a pesar de la distancia. Me une el deseo como diplomático canario de que se escuche en Madrid la sensibilidades de las islas en materia exterior, un asunto del que se habla poco, porque no es competencia de las comunidades autónomas, pero hay que escuchar a quienes vienen desde este territorio y hablan de su realidad y el entorno más próximo. 

– ¿A Canarias siempre le conviene una buena relación con África?

– A veces, más que estar pegados a África parece que estamos de espaldas y ahí hay mucho potencial humano y oportunidades para Canarias. Las universidades pueden formar a más estudiantes africanos y se podría irradiar desde las islas más riqueza hacia estos territorios vecinos. Es complicado para los pequeños comercios, pero hay una buena labor desde las cámaras de comercio para conocer esa realidad, donde hay muchas oportunidades y donde nos podemos llevar sorpresas agradables.

– De los países donde ha estado como diplomático, ¿cuál recuerda con especial cariño o como experiencia destacada?

– Jerusalén. Es un sitio que marca mucho. Allí estuve en el Consulado español, en una  ciudad muy especial. También he tenido experiencias muy interesantes en Marruecos y Mauritania, porque se ve la cercanía a Canarias y se nota la presencia de empresarios o científicos de las islas que están allí trabajando. 

– En el caso de Marruecos, quienes han vivido allí, hablan de un país inmenso en las personas, sus costumbres o su paisaje, ¿en su caso, qué experiencia sacó de su paso por él?

– Es un país con una gran tradición y muy rico culturalmente, que aconsejo conocer porque es muy seguro. Marruecos también es un país interesante para invertir, puesto que ha crecido mucho en los últimos años, con un modelo que se desconoce, pero que ha logrado mucho éxito en sectores como el desarrollo tecnológico o el automóvil. España es su principal socio, tanto en exportaciones, como en importación, pues se ha creado un modelo de cadenas de valor regional, que les beneficia mutuamente, y ahí es donde se podría incorporar Canarias. 

– Pero prevalece, frente a esa realidad, otra lectura más vinculada a su papel como competidor, por su supuesta intención de expandir sus dominios hasta Canarias o por la salida de emigrantes desde su territorio, entre otras cuestiones.

– Eso se debe al desconocimiento. Es un país que hay que conocerlo más y mejor. Entre países vecinos, siempre hay recelos, y eso es histórico. Hay que romper los tópicos, y para las disputas, está la diplomacia y los gobiernos. Con Marruecos, cuando hay disputas, se trabaja muy bien y se dan soluciones, porque se habla a todos los niveles, empezando por los Reyes, que tienen un diálogo directo y muy fluido, y también la política exterior y los distintos ministerios, que hacen que los problemas no se enquisten.

 “A veces, más que estar pegados a África parece que estamos de espaldas y ahí hay mucho potencial humano y oportunidades para Canarias”

– ¿El diplomático tiene siempre guardado un billete de vuelta a su tierra?

– Si. Porque somos seres humanos. Y esto lo digo yo, que añoro mi tierra. Siempre está ahí ese billete de vuelta que, sí Dios quiere, algún día lo cogeré, porque es mi base y mi punto de partida. Es donde empecé a soñar y donde me vino ese gusanito idealista de arreglar las cosas por la vía del diálogo.

– Aún queda mucho tiempo para esa vuelta, pero, ¿y algún billete guardado para una sede diplomática que le haga especial ilusión?

– Si. Ahora me quedan dos años en este destino. Cuando acabe ya se verá, porque esto es lo bueno de esta profesión, que cada 2 o 4 años empiezas de nuevo y eso motiva.

– ¿Pero, no hay preferencias?

– Allá donde pueda haber una labor interesante para la política exterior española. Yo me he centrado en el Magreb y el Mediterráneo, donde hay países muy interesantes, como Egipto, Italia, Jordania o una experiencia que puede ser muy interesante, la Embajada en el Vaticano ante la Santa Sede. Los diplomáticos somos como los militares y debemos estar dispuestos a servir donde se nos ordene. En eso somos obedientes.

– ¿El cine le ha hecho mucho daño al sector, con esa imagen a veces idílica y en otras, intrigante de la diplomacia?

– La realidad es que hay mucho trabajo y sacrificio detrás, sobre todo, la familia, que tiene que ir detrás de cada destino. A mí cuando me dicen que viajo mucho, puntualizo que lo que hago es vivir en el extranjero. No es lo mismo, porque a todo el mundo le gusta viajar, pero esto es vivir fuera; es buscar colegio a los niños, adaptarte a una nueva sociedad con la realidad de cada sitio. Tiene un coste personal que se asume y la familia también, y por eso son unos héroes, porque sin ellos sería todo más difícil, ya que te anclas y te hacen sentir con plenitud lo que realizas. 

– ¿Entonces, no hay destino malo?

– No especialmente. Hay compañeros que incluso se disputan ir a Afganistán o Irak, porque hay más sensación de aventura y se sienten más útiles. Al final, somos servidores públicos y vamos a sitios a representar a la sociedad española y a nuestro país. Parece un tópico, pero es la realidad, ya que se trata de apoyar a nuestros nacionales y que las relaciones entre países sean las mejores.

 

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