Los obispos ofrecen en la misma “algunas reflexiones que nos ayuden a tomar conciencia de la situación de pobreza y vulnerabilidad que viven estas personas y, especialmente, a ponernos manos a la obra para que nadie se sienta marginado o despreciado, sino que todos experimenten la acogida, la atención y el respeto que como personas humanas se merecen”.

Partiendo de la imagen de la cruz de Lampedusa como “símbolo, para acercar y no olvidar el drama y la realdad de los migrantes” y del magisterio del papa Francisco, la Carta se desarrolla en cuatro apartados: El drama de los inmigrantes, la globalización de la indiferencia, llamados a ser buen samaritano y todos hermanos.

“Como Iglesia sentimos el profundo dolor y la impotencia de ver cómo muchos hermanos mueren frente a las costas de nuestros pueblos y ciudades sin que parezca que hayamos hecho lo suficiente para evitarlo”, señalan.

En esta línea el documento llama a trabajar contra la “globalización de la indiferencia”, al tiempo que alerta sobre las voces que siembran confusión y miedo promoviendo una “fobia inaceptable hacia los extranjeros”. “Hay que contar un relato real y positivo de las migraciones, ya que habitualmente se silencia la aportación positiva que la inmensa mayoría de los inmigrantes hacen al país que los acoge”- aseveran.

Tras reconocer y valorar todas las vidas salvadas y rescatadas por distintos profesionales, así como el trabajo de distintas instituciones y organizaciones, Mazuelos y Álvarez recuerdan los verbos que sintetizan la propuesta de programa para ir encarnando la parábola del buen samaritano, a saber: “acoger, proteger, promover e integrar”. “Donde muchos ven un emigrante, el cristiano ve a un hermano con una vida marcada por el dolor y el sufrimiento que busca la esperanza de alcanzar una vida mejor. No podemos permanecer ajenos al dolor del hermano. El encuentro con el otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo”.

Por último, hacen una llamada “a crear la cultura del encuentro, a superar la fobia al extranjero, a luchar contra las mafias y favorecer el desarrollo de los países de origen. Como afirma la Encíclica Fratelli Tutti (F.T) del Papa. Se trata de problemas globales que requieren acciones globales, evitando una “cultura de los muros” que favorece la proliferación de mafias, alimentadas por el miedo y la soledad”.

A los gobernantes

Igualmente se dirigen a los gobernantes europeos y al gobierno español en el sentido “que no se pueden crear guetos insulares para evadir el problema migratorio”, al tiempo que subrayan, siguiendo al Papa  algunas “respuestas indispensables” especialmente para quienes huyen de las “graves crisis humanitarias”: aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunidades de trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social (FT 38-40)”.

“Una cultura sana es una cultura acogedora que sabe abrirse al otro, sin renunciar a sí misma, ofreciéndole algo auténtico”-  afirman para terminar encomendando a la Virgen “las esperanzas de todos los emigrantes y refugiados” y pidiendo “por todas las comunidades parroquiales y colectivos sociales que los acogen para que les ayude a ser buenos samaritanos para vivir el mandamiento del amor al otro, al extranjero, como a nosotros mismos”.