FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Una planta menos | Francisco Pomares

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Por la boca muere el pez: Agustín Marichal ha acabado por darle la puntilla a su protegido, el alcalde José Julián Mena, con unas poco calculadas declaraciones en las que el empresario, constructor y presidente del PSOE de Arona acusaba al presidente del Cabildo de Fuerteventura, su compañero Blas Acosta, mediador de la ejecutiva regional en el conflicto que ha partido al PSOE aronero en dos, de formar parte de una trama corrupta en el ayuntamiento, vinculada al empresario Diego Cano.

Marichal, acostumbrado a hacer y deshacer en Arona y otros lugares (en Valle Gran Rey está a punto de perder una plaza clave para él), hecho a pasarse por las oficinas municipales como si fueran de su propiedad y a dar a los concejales del PSOE y los funcionarios instrucciones como si les pagara la nómina él, no ha medido en las últimas semanas el impacto de la crisis provocada por el cese de Luis García. Probablemente, continuaba instalado en la percepción que todo seguía igual, de que nada había cambiado en el consistorio a pesar de las denuncias presentadas, a pesar de la atención de los medios al conflicto, a pesar de las intervenciones del PSOE regional y federal (porque la insular ha estado bastante más morigerada en toda esta guerra, como con temor a desatar una crisis mayor si intervenía)

Marichal ha seguido actuando como siempre: como el hombre de respeto al que todo el mundo hacía caso en Arona, desde los tiempos en los que Manuel Barrios mangoneaba el urbanismo municipal. Por eso, Marichal se permitió calumniar groseramente a su archiadversario Curbelo delante de periodistas, hizo declaraciones contra los funcionarios municipales, descalificó a todos los que no estaban en su bando y retó a la regional y la federal del PSOE.

El mayor error de Marichal fue apuntar contra Blas Acosta, convocado por el PSOE para hacer de hombre bueno en el conflicto y al que metió en la guerra del PSOE local con gravísimas acusaciones de corrupción, de las que dice haber advertido a Ángel Víctor Torres y a Pedro Martín, sin que estos hicieran nada. El órdago de Marichal por primera vez ha sido contestado. No sólo por el propio Blas Acosta, que anuncia una querella criminal contra Marichal. También por una nota de las ejecutivas insular y regional del PSOE, comunicando la apertura de expediente para disolver la dirección de la Agrupación socialista aronera –de la que Marichal es presidente– y sustituirla por una gestora.

Ahora sí, este es el principio del fin para Marichal y su pupilo Mena. Con la gestora, que será presidida por la diputada regional Yolanda Mendoza, y por decisión del PSOE, Mena se convertirá en unos días en alcalde tránsfuga. Es probable que al menos tres de los concejales que le acompañan lo abandonen y que algún otro de los suyos se vaya a casa. Mena no podrá sostenerse en el Gobierno y el imperio de Marichal en Arona concluirá con un deicidio: el de un alcalde que prometió acabar con la corrupción en su municipio, logró la mayoría absoluta de los votos de sus vecinos y anda ahora intentando constituir a toda prisa un partido refugio y pidiendo árnica a la oposición, para intentar resistir. Es casi imposible que lo consiga. Cuanto más aguante, más duro será todo para él.

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