FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Cromos | Francisco Pomares

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El PSOE ofreció ayer al Partido Popular las alcaldías de Granadilla y Los Silos a cambio de que no se sume a la moción de censura en Santa Cruz de Tenerife contra la alcaldesa Patricia Hernández. Parece que el PP no se ha tomado demasiado en serio la propuesta, pero es verdad que de aquí a la votación de la censura –aún no se sabe cuándo será- podría ocurrir cualquier cosa. Hasta incluso ésa.

En ambos municipios, con alcaldías de Coalición –Macarena Fuentes en Los Silos y José Domingo Regalado en Granadilla- se gobierna en mayorías compartidas entre los nacionalistas y el PP. No digo yo que no resulte tentador –para los socialistas chicharreros– cambiar dos cromos que usan poco por un cromo que vale él solo más que todos los demás del álbum. Pero la cosa es que los gobiernos municipales –aunque a veces lo parezcan– no deberían ser intercambiados como si fueran estampitas. No sé yo qué pensarán los vecinos de Granadilla o de Los Silos de que el PSOE ofrezca al PP censuras hechas a medida sin que tengan nada que ver con si se gobierna bien o mal en sus pueblos, y sólo para evitar perder la alcaldía de la capital. No es únicamente que quede feo, y raro, y poco serio, es que –además– para que la cuestión funcione, se hace preciso romper los gobiernos municipales de dos pueblos donde no parece que esa demanda de ruptura existiera.

En política estamos ya acostumbrados a ver casi todo: se tiende a justificar actuaciones que en la vida normal y corriente de la gente normal y corriente nos parecerían tirando a repugnantes. En política la desobediencia a las instrucciones de tu partido (se supone que aprobadas democráticamente por organismos democráticos de dirección) no es una traición sino una muy útil habilidad. En política, la desestabilización de las instituciones no es mala, excepto que las instituciones desestabilizadas sean las que nosotros gobernamos: el mismo discurso en contra de la desestabilización del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, por ejemplo, esgrimido con indignación y fiereza por los socialistas tinerfeños, debería valer para municipios tan necesitados de estabilidad como Los Silos o Granadilla. Lo que es malo para la capital de la isla y la provincia debería ser también malo para sus pueblos del norte y del sur.

En política, sumar tránsfugas a la propia mayoría es un éxito estratégico. Lo que es una vergüenza es sumar tránsfugas a la mayoría del otro. En política, cocinar una encuesta es un ejercicio de estadística aplicada si lo hago yo, y una burda manipulación interesada si lo haces tú. En política, hacer de tu capa un sayo y vender tu voto para colocarte con salario y despacho de primer teniente de alcalde o alcaldesa (por ejemplo) es cumplir con la verdadera voluntad de los electores, pero solo si resulta que quien lo hace me facilita conseguir la vara. Si me la quita, estamos entonces ante una miserable e indigna falta de respeto a lo que los electores de verdad quieren. En política, mi ideología legitima mis actuaciones, pero la ideología del adversario deslegitima las suyas.

En política, en fin, los principios son mutables, los argumentos intercambiables –como los cromos– y la integridad una pura entelequia que se sostiene con discursos, relatos y propagandas fabricadas por ivanes y alquiladas por redondos.

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