FIRMAS Joaquín 'Quino' Hernández

OPINIÓN | El bar de Pepe (a puerta cerrada) | ¿Viejos?… no | Joaquín Hernández

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Seguramente, lo más normal, es que usted, querido lector o lectora, al leer mi columna de opinión pueda pensar “los tiempos cambian y la juventud evoluciona de la misma forma que cambiamos nosotros en nuestra educación, los de ahora, los que nos siguen, tienen otra perspectiva de sus mayores”.
Pues, teniendo en cuenta, y respetando esa posible, reflexión, no me queda más remedio que no estar de acuerdo. La educación es y será igual, antes, ahora y siempre, hablo de educación que no de sentimientos, no quiero centrar este artículo en milongas sentimentales, voy a ser estricto y me voy a limitar a la empatía del ser humano, que solo la
pierde el que padece de alguna psicopatía criminal.
Lo ocurrido en estos días con nuestros mayores ha puesto de relieve que lejos de la modernidad, de un estado democrático y respetuoso con los derecho humanos, somos unos trogloditas y mostramos nuestra indiferencia a la población más vulnerable.
La pandemia del virus Covid-19, ha puesto de relieve que como sociedad podemos presumir de ser un pueblo disciplinado ante el infortunio, unido y hasta cierto punto, acobardado por el terror, pero con respecto al trato con la mal llamada “tercera edad” somos insensibles a sus problemas.
El 85% de la mortalidad producida por la pandemia del coronavirus corresponde a personas mayores de 65 años, de los más de 13.000 fallecidos, 11.000 están comprendidos en ese sector de la población, nuestros “viejos” se mueren solos en una cama de un hospital de campaña, sin más compañía que la del sanitario que certifica su defunción.
Pero lo realmente patético y triste, aun más triste y patético que la propia muerte, lo que realmente se ha descubierto es el pasotismo que tiene la sociedad con respecto a esas “residencias” que albergan a los nuestros más lo longevos. En realidad lo que se ha puesto de manifiesto es lo que, en parte, sabíamos; el trato vejatorio a los que someten los
“geriátricos” a nuestros padres y abuelos.
Son más de 4.000 los fallecidos en estos centros, algunos abandonados a su suerte fueron recluidos en casas alejadas del centro asistencial, otros sin tratamiento especifico acabaron en una bolsa de plástico sin más aviso a los familiares que se enteraron a la semana de la muerte del ser querido.
España entera tiene que sentir pena, vergüenza y rabia ante estás crueles cifras que han puesto al descubierto que nuestra red de atención a los más viejos de nuestra sociedad, está obsoleta, carece de profesionales y por supuesto de la mínima atención sanitaria que precisan.
Nosotros, los españoles del siglo XX, los que lucimos canas y tenemos hijos y nietos, tenemos que reconocer que somos los culpables de la actitud de nuestros descendientes con respecto a sus progenitores. La falta de respeto, el egoísmo que muestran, el olvido al que someten aquellos que, después de darlo todo, cuando le hemos exprimido toda su capacidad productiva, lo desechamos como si fuese un preservativo usado, un tampax o un envase no retornable.
Siempre he pensado que llegar a ser viejo tenía que ser algo así como presentar tu carnet de jubilado y que se abriesen todas las puertas, que con los muchos años trabajados tendrías la oportunidad de gozar de una pensión digna, que te permitiese vivir esos últimos años bajo tu propio techo, sin pedir nada a nadie y menos a los tuyos, en definitiva: mirar para atrás sin que te quitasen lo bailado y te dejasen seguir bailando por la vida. Quizás, llegar a viejo, de esa forma, sería más confortable, más llevadero si el ayer no se olvidase con tanta prisa.
Debemos imitar a otros pueblos, los chinos y los japoneses a las personas con el “pelo blanco” se les permite hablar primero, tienen todos los privilegios de la sociedad, Los noruegos y suecos, construyen hoteles de lujo como residencia de sus mayores, no solo lo hacen por gente mayor, también lo hacen por ellos mismos. Es estúpido pensar que la juventud es eterna, en el fondo todo queda resumido en aquella frase: “como te ves me vi, como me ves te verás”.
Los que hoy son jóvenes mañana tendrán el mismo problema, serán tampax, preservativos, o envases no retornables.

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