FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | A Babor | El bondadoso fajador | Francisco Pomares

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En política, los discursos son discursos, y los de investidura son además largos. El socialista Ángel Víctor Torres desgranó anteayer con parsimonia y cierto relax las casi cuarenta páginas de un discurso desacomplejadamente de izquierdas, con algunas contradicciones y muchísimas inconcreciones. Uno supone que el hombre no se ha dado aún el tiempo de procesar su inminente liderazgo al frente del nuevo Gobierno. O que quizá sea cauto por naturaleza… no puso ni una cifra suya entre tanta letra: dedicó poco más de hora y media a explicar lo que quiere hacer en los próximos años, un catálogo de buenas intenciones repartidas en esos cinco ejes de acción política que definen el Pacto de las flores, la mayoría de ellas ya ensayadas con desigual éxito, pero sin aclarar de dónde saldrán los cuartos.

Aburridos en el gallinero por el tedioso recitado de medidas, un colega periodista se dedicaba ayer a cuantificar el coste de las nuevas políticas, supongo que a ojo de buen cubero. Cuando iba por los dos mil kilos lo dejó estar… Es en verdad difícil cuantificar lo que puede costar lo que se promete -siempre lo es- pero lo importante ahora es si las buenas intenciones son fiscalmente viables o no lo son. A fin de cuentas, Torres es un político de esa izquierda que cree que son los impuestos los que cambian el mundo, un tipo seriamente preocupado por el crecimiento de la desigualdad en Canarias, por la pobreza y por la miseria social que padecen muchos de nuestros vecinos. En el fondo, y a pesar de su excusatio en sentido contrario -«no soy un soñador, ni un iluso»- incorporada en el arranque de su intervención, Torres es posiblemente un soñador, aunque probablemente no un iluso: sin duda quiere que la de Canarias sea una sociedad más justa, más equilibrada y equitativa, una sociedad de oportunidades también para los que menos tienen. Pero lleva demasiados años en esto para hacerse ilusiones, aunque sabe lo importante que es para prosperar en política que las ilusiones se las hagan los que votan.

Ayer Torres nos vendió su perfil más amable y bondadoso, y sus propuestas más asumibles, esas que dividen el mundo entre los que tienen mucho y los que tienen menos de lo que precisan, y explicó lo que para él es ser de izquierdas: usar los instrumentos que proporciona el poder para reducir las diferencias entre unos y otros y trabajar por la Canarias necesaria…

Por la tarde, su discurso apacible fue sometido a la crítica de la vieja y de la nueva oposición -representada ahora por un Clavijo impostadamente risueño-, y el Parlamento descubrió -por primera vez, Torres nunca ha sido diputado- al otro Torres, un político bregado, fajador, bronco a veces, capaz de ser demagogo cuando conviene, y siempre dispuesto al cuerpo a cuerpo. Muy distinto al cortés caballero aruquense con vocación de literato y modales de maúro bien criado.

Un tipo ambivalente, este nuevo, esperado, inevitable presidente de Canarias.

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