FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | A babor | Sánchez en la cocina | Francisco Pomares

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Sánchez no ha necesitado visitar la cocina de Bertín Osborne, tiene su propio cocinero: lo que José Félix Tezanos está haciendo con el CIS podría ser calificado como abusos deshonestos. La radiografía que el gremlin demoscópico de Pedro Sánchez hace de la sociedad española cada vez que presenta sus sondeos parece calculada con escuadra y cartabón como instrumento de la campaña del PSOE. La última macroencuesta asegura que la suma de los votos de izquierda es superior a la suma de los votos de derecha, algo que niegan sañudamente la totalidad de los sondeos que se realizan en España. Pero lo mejor es que los resultados del CIS permiten a Sánchez elegir libremente entre gobernar con la izquierda y los independentistas o con Ciudadanos, lo que lo coloca en una supuesta posición arbitral: los votantes moderados del PSOE le apoyaran para que gobierne renunciando a los independentistas, y los votantes más izquierdistas le apoyarán para evitar que se vea tentado a pactar con uno de los partidos del trifachito. De propina, Tezanos le regala a Sánchez la más alta valoración de los electores españoles. No está pero que nada mal…

Es una pena, porque el CIS era una de esas instituciones sin tacha, con una trayectoria reconocida por los partidos políticos y -más importante aún- por su competencia privada, las empresas de sondeos. El CIS, sus encuestas, análisis, estudios y publicaciones -más allá de las típicas algaradas circenses en tiempo electoral- fueron la demostración de cómo se puede prestar un servicio público desde el rigor analítico y la independencia. Nunca ninguno de los directores del CIS -y ha tenido hasta catorce desde que en 1977 se transformó el Instituto de Opinión Pública en el actual Centro-; nunca, digo, ninguno había logrado granjearse el descrédito general que ha cosechado a pulso su actual responsable. Desde que Tezanos, verdugo de Alfonso Guerra en la Fundación Sistema, se hizo cargo del CIS en junio del 2018, inmediatamente después de prosperar la moción de censura de Sánchez contra Rajoy, el centro de la calle Montalbán no ha logrado cuadrar siquiera remotamente ninguno de sus pronósticos. Su última debacle fue en las elecciones andaluzas, donde profetizó la victoria del PSOE por entre 45 y 47 diputados (frente a los 33 que obtuvo realmente), garantizó una mayoría de voto de la izquierda y atribuyó a Vox un único diputado, cuando luego logró doce. No dio ni una.

Y no es que el trabajo de campo del CIS sea incorrecto. El problema es la modificación de la metodología de presentación de resultados, ofreciendo los datos brutos sin someterlos a ponderación, como siempre se hizo. Con el 33 por ciento de los votantes decididos a abstenerse y un 25 por ciento de los que van a votar sin saber a quién lo harán (o sin querer decirlo) el retrato que reflejan los datos del CIS se parece a la realidad bastante poco. ¿Por qué se presentan entonces? Pues porque favorecen al partido en el Gobierno, y en general a la izquierda, cuyos votantes son más proclives a revelar sus intenciones. Los sondeos del CIS se han convertido en un instrumento más de campaña. Otra institución puesta al servicio del que manda…

Imagen de Ayelet Stern en Pixabay

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