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Luto en el fútbol canario | Salvador García Llanos

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Durante muchos años, se memorizaba las alineaciones de los equipos. Y se tarareaba aquella: “Oregui; Aparicio o Martín Marrero, Tonono José Luis; Castellano, Guedes; León, Justo Gilberto, José Juan, Germán y Gilberto I”, un equipo mítico, la Unión Deportiva Las Palmas, que llegó a ser, bajo la batuta de Luis Molowny, subcampeón de la Liga española, capaz de codearse con cualquier rival.
Gilberto I era Gilberto Rodríguez Pérez, nacido en Los Silos (Tenerife), en 1941. Fallecía ayer en Las Palmas de Gran Canaria, después de larga enfermedad. Un futbolista que será recordado por sus cualidades (velocidad, desborde, desmarque, remate…) y por su entrega en la cancha.
Gilberto fue el jugador que llegó asustado a la capital grancanaria en el verano de 1962 y en el que confió ciegamente Jesús García Panasco, el todopoderoso secretario técnico del club, aunque en realidad quien le descubrió fue Carmelo Campos. Jugó trescientos tres encuentros vestido de amarillo y anotó setenta y tres goles. Fue protagonista del memorable ascenso a Primera división en la temporada 1963-64 y llegó a disputar la primera eliminatoria de una Copa de Ferias, antesala de la participación amarilla en competiciones internacionales.
Siempre será recordado un lance del encuentro que, en San Mamés, enfrentó a Las Palmas con el Athletic Club. Acoso indecible de los vascos y defensa numantina de la escuadra canaria. Faltaba muy poco cuando un despeje de la defensa amarilla propició la galopada de Gilberto I que ve a Iríbar muy adelantado, de modo que desde la media cancha pudo elevar la pelota y batirle. Ese gol hizo que un ciudadano de Granadilla, Pedro Cano, fuera el único acertante del catorce quinielístico de aquella jornada. Ganó, gracias al gol del silense, unos treinta y ocho millones de pesetas.
En la temporada 1973-74 se incorporó al Club Deportivo Tenerife, con Felipe Mesones en el banquillo. Entonces, transmitíamos para la COPE los partidos del Tenerife, desde un foso muy cercano al citado banquillo, lo que nos permitía escuchar con nitidez las indicaciones de los técnicos locales. En cierta ocasión, recordamos el monumental enfado de Mesones con el extremo albiazul. Era un partido muy complicado, el Tenerife logró anotar faltando tres o cuatro minutos y el entrenador había ordenado:
-¡Vaya a su extremo Gilberto!
Pero el delantero, ya con el tiempo cumplido y el rival apretando, se enredó en el centro del campo, donde dio un taconazo, perdió el balón y propició el contragolpe que, afortunadamente, terminó en nada. En ese momento, Mesones llama a Gilberto quien se acerca parsimoniosamente a la banda y cuando está cerca del banquillo, tiene que escuchar la voz altisonante del iracundo entrenador:
-¡Váyase a la mierda!
Jugó un par de temporadas más en Segunda vestido de albiazul pero no pudo materializar el sueño de otro ascenso, esta vez con otros colores. En Los Silos, su pueblo natal, ha sido muy lamentada su pérdida. El fútbol canario está de luto.

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