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Tortuosas esperas | Marisol Ayala

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Ocurrió hace unas semanas en un hospital público canario. Un hecho sin precedentes, que yo sepa. Ya sabemos que las listas de espera constituyen el punto negro de la sanidad isleña por mucho que el abnegado consejero de Sanidad cada poco compre un manojo de voladores y celebre que damos pasos pero claro, esos son tan cortos que el calvario del enfermo se convierte en una patología añadida a su padecimiento de origen. Meses y meses pegados al teléfono esperando una voz que lo cite para someterse a pruebas diagnósticas que en muchas ocasiones, cuando finalmente le concretan día y hora para ocupar una cama, ya están caducadas. Y vuelta a empezar. El enfermo canario sufre esa tardanza, ese ninguneo, con depresión, quejas, decepción y miedo. En esa batalla todas las balas tienen una misma dirección; la dudosa gestión sanitaria y los «batas blancas», médicos que dan la cara, frustrados porque carecen de argumentos creíbles ante esos enfermos indignados que viven en una encrucijada.

Pero todo tiene un límite y ese límite se escenificó hace unas semanas, cuando un enfermo renal de Tenerife le plantó cara al SCS a sabiendas que ponía su vida en peligro. Harto de esperar por un trasplante, casi dos años, más otros dos de diálisis, el día que finalmente le llamaron para ser intervenido convirtió su enfado en ironía ante la perplejidad del especialista. «No, no, dejé colar a otro enfermo porque ahora yo no me voy a operar. Ahora me viene mal. Espere que pasen un par de años a ver si me animo. Tengo trabajo y un hijo de 14 años que me necesita. Déjelo”. Le dieron mil argumentos médicos pero su decisión estaba tomada. No.

Había transcurrido el tiempo suficiente como para priorizar y entendió que ahora su familia lo necesitaba más que su cuerpo un riñón. Se sentía bien.

Frente a ese caso insólito es lógico preguntarse cuántos enfermos habrán optado por jugársela y malvivir hasta que el cuerpo aguante. Nadie duda de que los gestores hacen lo que pueden y permite el sistema pero sin ser lo sucedido una práctica habitual, ni mucho menos, la actitud del paciente de Tenerife hay que interpretarlo como un fracaso asistencial.

Es lógico pues que la Asociación en Defensa de la Sanidad Pública de Canarias haya pedido a la fiscalía TSJC que se interese por las eternas demoras asistenciales que están poniendo en peligro la vida de quienes son citados hasta en el 2021.

Y es que vivir dignamente no es eso.

 

Fuente:  Blog de Marisol Ayala

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