Elegida o no, la realidad es que vivimos en una sociedad de consumo, en una espiral de costes y de rentabilidad en la que las empresas han de producir más y a mejor precio, para una población que demanda de forma compulsiva novedades, que aspira a la exclusividad sin estar dispuesta a pagar por ella; en la que las empresas no pueden parar de producir para no encarecer sus procesos productivos; en la que se ha de comprar por volumen para no encarecer la materia prima y mantener los costes; y en la que se ha de recurrir a la economía de escala, que hace que el coste del producto por unidad sea menor en función del aumento de su producción.
Ante esta incuestionable realidad, las empresas optan por acortar la vida útil de los productos e incentivar el consumo con el lanzamiento de otros nuevos que en no pocas ocasiones sólo son un restyling del anterior.
Entendemos por obsolescencia aquello que está fuera de uso o de moda. Partiendo de esto, definiremos obsolescencia programada como la planificación de acortar la vida útil de un producto de forma que, llegado un tiempo previamente determinado en su fase de diseño, éste quede obsoleto, con el fin de acortar su ciclo de vida, pero generando la percepción de una buena relación calidad-precio en el cliente, para que no abandone la marca.
Pros y contras de la obsolescencia programada
La obsolescencia programada, como todo, tiene factores positivos y factores negativos. Veámoslos.
Factores positivos
- Ahorro de costes productivos para las empresas, lo que incide en el abaratamiento del precio para el cliente final.
- Generación y mantenimiento de puestos de trabajo que garanticen la producción que exige la demanda.
- Generación de riqueza asociada al estímulo del consumo.
- Aumento del consumo, al acortarse los ciclos.
- Se potencia la investigación y desarrollo.
- La innovación como generadora de riqueza.
- Permite acortar el tiempo de respuesta ante la demanda asociada a nuevas tendencias de consumo.
Factores negativos
- Falta de actitud ética, en algunos casos.
- Maximización de beneficios, no siempre justificados y asociados al punto anterior.
- Estimulación de una demanda irreal.
- Consumo de recursos naturales y daños al medio ambiente.
- Aumento de desechos industriales, no asociados a la cultura de reciclaje.
- En determinadas ocasiones, los productos no son suficientemente testados.
- La producción es desviada a países del tercer mundo con mano de obra barata y sin garantías sociales.
En la actualidad, el Parlamento Europeo está estudiando el apoyo e incentivación de la economía circular, que abordaremos en un próximo artículo, una medida que redundará positivamente en aminorar el impacto actual de la obsolescencia programada si prosperan sus planes para facilitar la reparación de los productos averiados, lo que permitirá alargar su vida útil y beneficiar el reciclado. Para potenciarla se plantea la creación de una etiqueta europea que identifique aquellos productos que sean de fácil reparación.
Imagen: Momo Marrero
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