La foto, por mucho que hayan revisado el atrezzo, no es buena. Ni para Rajoy, ni para el Gobierno, ni para el Partido Popular, ni para la marca España. Eso del presidente declarando como testigo en un intrincado caso de corrupción política no es la mejor imagen. Hace fruncir el ceño a todo el mundo, a propios y ajenos. Servirá para que algunos se esmeren en ponderar los valores de la justicia, que no se casa con nadie, esgrimirán, ni siquiera con el mismísimo jefe del ejecutivo. Pero igual ni siquiera recuerdan que no debió producirse ni que la foto simboliza, de alguna manera, lo que simboliza: el juicio a una manera repulsiva de hacer política en la que hubo, por lo que se está viendo, algo más que casos aislados.
Ya habrá tiempo de hablar sobre los contenidos y las repercusiones de la declaración. Las primeras impresiones son… hasta graciosas.
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