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La inteligencia emocional en el ámbito laboral | Momo Marrero

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La importancia de gestionar e interpretar las emociones fue desarrollada por Howard Gadner en 1983 en su libro Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica, en el que introdujo la teoría de que los indicadores de inteligencia, como el cociente intelectual, no explican completamente la capacidad cognitiva porque no tienen en cuenta ni la inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) ni la inteligencia intrapersonal (la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar sus sentimientos, temores y motivaciones). Esta proposición no se popularizó hasta 1985, con la publicación del libro Inteligencia Emocional de David Goleman, un libro altamente recomendable, por cierto.

Desde ese momento se extendió el concepto y se valoró la importancia de las emociones, por lo que los responsables de recursos humanos de las empresas empezaron a asumir que para conseguir el éxito y gestionar los recursos se precisaban individuos dotados de una serie de capacidades que no eran medibles en los test de inteligencia.

Hace varias semanas leí un interesante artículo del diario El País titulado La inteligencia emocional no es tan guay como te la han vendido que cuestiona lo anteriormente expuesto y que me ha resultado sumamente atractivo. La autora, María Victoria S. Nadal, indica que, según algunos expertos, “a los empleados que tienen una inteligencia emocional muy desarrollada les cuesta ser jefes en altos cargos, arriesgarse, ser inconformistas y dar y recibir feedback negativo”. Como ejemplo, pone el de un joven ingeniero informático cuyo ascenso le sobrepasó: “me costaba resolver las cosas. Pensaba que cualquier decisión que tomase tendría grandes consecuencias y me sentía mal. Durante un tiempo estuve bien, pero pronto empecé a estar preocupado por todo, a todas horas“, hasta el punto que le costó su trabajo rechazar ese ascenso.

Según el mencionado artículo, estos problemas son habituales entre los trabajadores con una alta inteligencia emocional: “les cuesta tomar decisiones arriesgadas, atreverse a ser creativos y dar y recibir críticas negativas“.

Imagen: Momo Marrero

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