El sistema eléctrico peninsular es un sistema único conectado a Baleares y a Portugal y Francia -a toda Europa, por tanto-, en el que la producción de electricidad de origen renovable suponía en 2014 más del 42 por ciento de la producción, aunque en 2015, con la reactivación económica y el aumento del consumo, el porcentaje de energía limpia cayó por debajo del 40 por ciento. En Canarias, con solo un ocho por ciento de producción originada en fuentes renovables, la situación es mucho más complicada: cada una de las islas tiene que producir la energía que consume en centrales propias, generando una pequeña parte en molinos y fotovoltaicas, con sistemas combinados como el de Gorona del Viento en El Hierro, o la futura central de bombeo de Chira-Soria en Gran Canaria, o quemando masivamente combustibles de origen fósil en sus centrales. Existen en estos momentos cinco sistemas insulares y uno que incluye Lanzarote y Fuerteventura, islas conectadas por un cable submarino como el que está previsto llevar de Tenerife a La Gomera antes de 2020.
Para agravar aún más la situación, nuestros sistemas son obsoletos en relación con el sistema nacional, que tiene un buen nivel de eficiencia en el control de pérdidas, situadas en torno a los 500 megavatios hora en los últimos tres años. Solo el sistema de Lanzarote y Fuerteventura sumó en esos tres años pérdidas de 638 megavatios hora, el 57 por ciento de las de toda España. Los tendidos son muy viejos, y es en una de esas líneas, la de Puerto del Rosario-Gran Tarajal, donde una orden judicial ha suspendido cautelarmente la renovación de los tendidos, de los que el Cabildo y el Parlamento han solicitado el soterramiento. Una línea que -con 66 kilovatios- no soportará el vertido y transporte de la energía que tendrá que incorporarse antes de 2019 de los parques eólicos ya aprobados.
No voy a entrar a valorar la decisión de suspender las obras del tendido, decisión que se mueve en el ámbito de los procedimientos judiciales. Sí comentar que me parece insensata la alegría con la que desde las instituciones se proponen opciones absurdas, fruto de la incompetencia técnica de nuestros dirigentes y la confusión de paisaje con ecología. Es lo mismo que ocurrió en Tenerife con el tendido de la línea de Vilaflor, asunto hoy olvidado. La ley prohíbe el soterramiento en núcleos no urbanos, justificándolo solo en casos extraordinarios, y a propuesta de quien esté dispuesto a financiar el enorme sobrecoste que supone. Además, el impacto sobre el territorio y el deterioro ecológico que ocasiona un tendido es siempre inferior al que supone el movimiento de tierras que requiere un soterramiento, similar al que implica hacer una carretera…
En esta región nos enfangamos en debates menores dejando de lado lo que deberían ser preocupaciones clave: ¿puede Canarias tirar a la basura más de 600 megavatios hora de energía producida quemando combustibles fósiles? ¿Podemos retrasar «sine die» la incorporación de energías renovables a nuestro consumo energético? Seguimos teatralizando nuestras decisiones y defendiendo lo accesorio, dándole importancia a lo liminar y obviando la vergüenza de que en Canarias el 92 por ciento de la energía que consumimos y desperdiciamos se produzca hoy con derivados del petróleo que emiten toneladas de CO2 a la atmósfera. Si ese fuera el ritmo en que ocurrieran las cosas en el resto del planeta, en menos de cien años no habría paisaje que defender de los tendidos eléctricos. Porque no quedaría humanidad para poder disfrutarlo…
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