FIRMAS Salvador García

Mercado laboral. Por Salvador García Llanos

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Aunque es justo y positivo que las personas hagamos uso de nuestro derecho a disfrutar de la Naturaleza, es también importante saber que este disfrute conlleva una serie de deberes realacionados con su conservación. Así, por ejemplo, debemos tener en cuenta cosas tan básicas como no tirar basuras en el medio, no arrancar plantas, no recolectar (podríamos estar recolectando especies en peligro), no alterar la fisonomía del medio, no hacer marcas permanentes (pintadas, por ejemplo), y también respetar las señales y los senderos.

Los senderos y las señales han sido fijados tras una planificación previa en la que se intentan salvaguardar espacios para que la Naturaleza actúe sin interferencias o se recupere (caso de hábitats o especies muy sensibles o que sufren algún grado de amenaza). En este sentido, sería deseable que las administraciones públicas colocaran un mayor número de paneles explicativos en los que no solo se dé a conocer la riqueza ecológica de la zona y las prohibiciones establecidas, sino que también se explique el porqué de esas prohibiciones, de manera que resulten comprensibles y encuentren fácilmente la aceptación y la colaboración ciudadana.

Un ejemplo muy gráfico lo tenemos en el caso de las charcas, presas, maretas y otros humedales, que suelen ser espacios importantes para las aves. Algunos, de hecho, han sido declarados ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) por la Unión Europea. En estos espacios es importante que se limite el acceso masivo, se respete el silencio, y también que no se paseen junto a ellos a perros sueltos que pueden asustar a la avifauna e interferir en procesos biológicos importantes como su nidificación. Por poner algunos ejemplos, en el caso de las charcas de Erjos o la mareta de El Médano, son muchas las personas que acceden paseando con sus mascotas sueltas y atravesando incluso la zona delimitada de acceso restringido. 

Tampoco se debe alimentar a las especies animales silvestres, pues este acto aparentemente generoso, interfiere en su evolución y limita su capacidad de supervivencia, además de que, en muchos casos, supone un factor añadido de contaminación del espacio. Esto ocurre, por ejemplo, en las charcas de Maspalomas.

Cada vez están más generalizados los deportes al aire libre: excursiones, carreras, bicicletas de montaña y otros tantos cada vez más variopintos. El ejercicio al aire libre es, sin duda, muy sano. Pero también requiere del respeto de ciertas normas básicas. Se han detectado zonas fuera de los senderos que se encuentran erosionadas por el paso continuado de bicicletas de montaña (algo que también supone un riesgo para la integridad física de otros usuarios del espacio), caminos abiertos por corredores y senderistas, vallas rotas, plántulas arrancadas (en La Esperanza, por ejemplo), en un intento insistente de abrir nuevas pistas motu propio. Las propias administraciones no deberían autorizar el paso por zonas sensibles o incluso de exclusión (reservas integrales, por ejemplo), y también deberían vigilar y castigar a aquellas iniciativas privadas convocadas en este tipo de espacios sin permiso.

Muchas veces, en los senderos y fuera de ellos aparecen envoltorios de alimentos y bebidas, algo que resulta completamente inaceptable, o la celebración de fiestas con música a gran volumen en espacios tan emblemáticos como el barranco de Azuaje o el de Los Cernícalos, en Gran Canaria, e incluso música nocturna en pleno Parque Nacional del Teide, en Tenerife, por parte de empresas turísticas que se dedican a la observación del firmamento. 

De la misma manera, también resulta lamentable la liberación de especies animales exóticas, como sucede, por poner un ejemplo, en la Reserva Natural Especial de Azuaje (Firgas-Moya) donde se han liberado peces de acuario y patos en un espacio natural altamente sensible.

Por otra parte, la gran afluencia de turistas a Canarias es, sin duda, un elemento de presión añadida sobre los ecosistemas. Las propias carreteras de montaña se están viendo saturadas de coches que abarrotan sus bordes, y guaguas de gran tamaño que, en muchas ocasiones, plantean serias dificultades e incluso importantes riesgos a la hora de circular. En este sentido, se requiere una planificación valiente y comprometida del acceso a los espacios naturales, sumada a una dotación suficiente de guaguas públicas regulares que se conviertan en una alternativa real y cómoda al vehículo privado.

En este sentido, proponemos diversificar la oferta de senderos para así desviar en cierta medida la afluencia de público desde las zonas más sensibles hasta, por ejemplo, espacios agrarios, también de gran belleza.

Las administraciones públicas encargadas de desarrollar los instrumentos de uso y gestión y de poner en marcha los órganos encargados de ponerlos en funcionamiento deben hacerse cargo de su responsabilidad. Una gran mayoría de planes, aunque se elabora, termina durmiendo en un cajón dado que no se ponen en marcha estos órganos. Además, la política de difusión de dichos espacios por parte de las administraciones es casi inexistente, algo que, como se comentó anteriormente, podría facilitar la complicidad y la participación ciudadana.
 
De la misma manera, estas administraciones deberían mejorar y potenciar el papel de los patronatos de los espacios naturales protegidos, órganos colegiados en los que están representados tanto los colectivos ecologistas y conservacionistas como miembros de la comunidad científica, además de las administraciones competentes y afectadas. Las reuniones de estos patronatos no están siendo, ni mucho menos, todo lo regulares que cabría esperar.
 
Por último, es de destacar que son las propias administraciones las que están suponiendo una mayor amenaza a la conservación de estos espacios, tanto por las leyes (y otras iniciativas públicas) que plantean una mayor desprotección del territorio, como por la omisión del deber de custodiarlo.

En resumen, Ben Magec – Ecologistas en Acción considera positivo el uso y disfrute del medio natural, invita al conocimiento en profundidad y a la vivencia de nuestra impresionante Naturaleza, pero hace un llamamiento a la responsabilidad y la implicación colectiva en la conservación de estos bienes comunes, y a una acción comprometida, firme y decidida por parte de las administraciones, que deben tener presente la importancia de formar e informar a la ciudadanía sobre la necesidad de respetar las normas.

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