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“El universo mínimo” del escritor Jordi Solsona versus “conciencia máxima” en Canarias

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EBFNoticias/María Montero.- Ocultar una verdad es fortalecerla y hacerla más resistente” define la ancestral maestría Kung Fu sobrevolando durante siglos la conciencia en el universo interno de las personas. La sabiduría arraiga en el laberinto mental de las generaciones, pero el corazón asume como propio aquello que lo engrandece. Semejante simbiosis sería de facto aplicable al efecto subjetivo producido en la conciencia de quienes se acercan ávidos a la lectura de la novela “El universo mínimo”.

Este singular manuscrito llegó a mi vida de la mano de su autor Jordi Solsona. Recién nacido el texto y presentado en sociedad bajo la apariencia de un péndulo desafiando a la gravedad en la portada editorial. El primer síntoma de lo que se encierra adentro de sus henchidas palabras fruto de una investigación cual monje zen en el principio causal de la meditación para acceder a la memoria colectiva del universo y plasmarlo en una obra sin tiempo.

Sin duda, claridad extemporánea de personajes relatando sus experiencias más íntimas bordeando estados alterados de conciencia, hasta que sus células sucumben al contacto primigenio con su verdadera identidad. Quienes son, de dónde vienen y hacia dónde pueden caminar si interiorizan a la iluminación en parte, de su leyenda personal. Una oportunidad dorada que nadie querría perder.

La complicidad de los espacios naturales en el norte de Tenerife que dan nombre al pueblo de Los Realejos se suman a esta desafiante aventura a modo de camino templario, como ya sucediera en la Edad Media con quienes avistaron la salida en el laberinto de la Catedral de Chartres. Se puede y se debe acceder al laberinto cuyo pasaporte es el camino hacia la libertad. Es la premisa clave que martillea tenue pero constante la memoria ancestral inconsciente hacia la consciencia actual en la propuesta del escritor Jordi Solsona.  Con incesante maestría recoge los arquetipos base proscritos en toda personalidad humana. El amor a la vida es la llave que abre los capítulos retratados de experiencias únicas.

Si los lectores fueran la piel y las células del escritor se sentirían adheridos a sutiles mecanismos de la conciencia resueltos en pragmatismo, para provocar un desenlace de liberación en las ecuaciones que plantea en su novela. Cada personaje es una ecuación en sí misma, y en cada fórmula Solsona atribuye una salida perfectamente construida para revelar la enseñanza vinculada a cada personalidad atrapada por un tiempo en enredos emocionales, hasta que deciden trascender los lazos  “kármicos” del pasado.

Pero la trascendencia no llega por casualidad, sino en escenarios propicios muy al margen de la incredulidad. Árboles centenarios que dan mensajes a personajes a punto de superar un duelo, pensadores relevantes de la época en Los Realejos que advierten a los protagonistas con algún consejo, emigrantes que se reencuentran con su pasado conversando con el espíritu del agua de una fuente, o la memoria de algún secreto familiar que por fin engrosa la verdad en alguna foto antigua, son parte de los desafíos emocionales imposibles de ignorar en las páginas del autor.

Es impensable mirar hacia otro lado en el lugar del lector. Algún argumento en cuestión discrepará con los asiduos a esta novela. Algún personaje abrirá el corazón de los lectores pensantes. Creará debates sobre las llaves planteadas en la trama hilada con puntuada matemática. Imposible ignorar a Jordi Solsona. Se le puede querer por atreverse a plantear lo pendiente en nuestras vidas. Se le puede acusar por aflorar lo inconcluso, lo no resuelto. Pero nos recuerda que siempre hay un espíritu de la naturaleza dispuesto a salvar nuestra alma, nuestras emociones más puras.

Sintonizar con el universo mínimo personalizado ya es un síntoma de sintonía con un mensaje profundo y específico del Universo hacia cada uno de nosotros. “Se puede llevar a una vaca hacia el agua pero si la vaca bebe o no, depende de ella” reza un proverbio anónimo muy antiguo. Este sería el efecto objetivo de esta consustancial novela.

El magnífico equipo con valentía para editar este sabio relato por la editorial “delMedio” sitúa en esta noble travesía al escritor Manuel Pérez Cedrés junto a la periodista Emilia Vié. “Bravo por los editores”, como diría Solsona con la contundencia que le caracteriza cuando cree firmemente en algo.

“El enemigo es el miedo, la armadura es el amor” es el único secreto zen que me sugiere el acercamiento al “Universo mínimo” del autor…Sin miedos y sin corazas, sólo con amor.

Para saber más:

 http://genteradio.net/podcast/tiempo-de-mujeres-y-de-hombres-10-de-noviembre/

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