FIRMAS Salvador García

Diferencia horaria. Por Salvador García Llanos

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Se suscita en la resaca electoral una cuestión que nos concierne: ¿Qué hacer con la trascendencia mediática de las encuestas a pie de urna al minuto del cierre de los colegios peninsulares cuando en los canarios aún queda casi una hora de votación?

La situación no es nueva, de acuerdo, pero obliga a algún tipo de medida o regulación. En el pasado, cuando existía la desconexión radiofónica en las cadenas, silenciando el circuito de las emisoras canarias, unos pocos privilegiados (personal de las mismas y contacto de éste con amistades, candidatos y dirigentes de los partidos políticos a quienes discretamente se filtraba) accedían a la información que se suministraba y, todo lo más, siempre en círculos muy reducidos, se desarrollaban unos postreros afanes con tal de apurar los últimos sufragios.

Pero ahora existe internet y ya no hace falta explicar más. La información está al alcance de todos en cualquier momento. Las desconexiones pasaron a mejor vida y esa accesibilidad universal puede convertirse en un factor determinante o desequilibrante, en el sentido de que, conocida la información, es posible vertebrar alguna acción de última hora que empuje direcciones de sufragios en busca de incrementarlos o de minorar distancias, a poco que se tenga intuición -o consciencia- de lo que se tenga en ese momento. Cierto que hay que organizarse muy bien y que a nadie resultará fácil dejar para esa última hora lo que a lo largo de la jornada no se ha querido hacer, pero es posible.

Algo hay que hacer desde luego, socapa de las complicaciones que se puedan producir con reclamaciones y derivadas (Baste la sombra de dudas, chapuzas y pucherazo que se extendió insólita y rápidamente por las redes sociales el día después). Si no recordamos mal, algún partido político llegó a incluir en su oferta programática la readaptación del horario, uniformándolo con el de Canarias para todo el país. Ya se verá si la voluntad política es de aplicación.

Más sencilla, aparentemente, sería otra medida de homogeneización, aunque comportara alguna modificación de la normativa electoral. Sería el establecimiento de un horario fijo y unívoco de apertura y cierre de los colegios electorales en todo el territorio nacional: ocho de la mañana y siete de la tarde, a título de ejemplo, para que haya tiempo de preparativos y demás, así como para agilizar o adelantar el escrutinio en mesas y colegios, sin olvidar el tiempo que pueden ganar todos los que han de cumplir con sus obligaciones desde el principio hasta el cierre: miembros de aquéllas, de las juntas electorales, interventores y representantes de la Administración, muchos de los cuales, al día siguiente, han de incorporarse a sus puestos de trabajo.

Independientemente de las aportaciones científicas sobre el por qué de los husos horarios -el profesor Segura Clavell ofreció una muy interesante hace poco-, los dirigentes políticos tendrán que afrontar la cuestión con voluntad clara de regular algo que se puede ir de las manos. Y no están los tiempos para cruzarse de brazos ante la necesidad de mejorar la calidad democrática. Este hecho lo demanda.

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