FIRMAS Marisol Ayala

Las hijas del matrimonio de Guanarteme: “Creemos que los papás están muertos y que uno vio morir al otro”. Por Marisol Ayala

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Hablan Loli y Miriam, hijas del matrimonio que desapareció en el barrio de Guanarteme hace cuatro años y con quienes hoy hemos hablado en la cadena Ser. Sin noticias de ellos; de Antonio Quesada, de 76 años de edad, y de Ana María Artiles, de 74 y a quienes se les vio por última vez el 6 de marzo del 2012 en una churrería cercana a su casa “sentados en una mesa con un hombre alto y corpulento, con una gorra, y del que se desconoce su identidad”.

Tanto los familiares como los amigos y vecinos de la pareja, así como voluntarios de ONG mantienen vivas las tareas de búsqueda de la pareja, aunque cuatro años después esos trabajos no han dado frutos. A petición de su familia esa buena gente ha peinado el “20% o quizás menos de las cuevas que hay en la costa de Gran Canaria. No es mucho pero han hecho lo que han podido”, dicen sus hijas. Hoy en La Ser, en nuestra semanal Crónica en Blanco y Negro, nos visitaron las dos para hablar como se maneja una tragedia de semejante calibre, de los cambios que se han producido en sus vidas después del suceso, de sus sospechas, en suma de ellos, de los desaparecidos. De sus padres.

Tal vez la frase que marque la entrevista es la que pronunció Loli, su hija y aseveró su hermana, Miriam. “La evidencia es que mis padres no solo están muertos sino que uno vio morir al otro”. Estremecedor testimonio que pudiendo ser cierto ellas mismas y en general la sociedad canaria, niega aceptarlo por lo doloroso; “Ojalá nos equivoquemos pero creemos que están muertos aunque”, subrayan, “la policía no nos dice nada porque el secreto de sumario lo impide”.

 

“Papá lloraba por Sara Morales” Cuenta Loli que su madre, una persona sensible, buena, le impactó especialmente la desaparición de la adolescente Sara Morales en Ciudad Alta, “Recuerdo que cuando se llevaron a la niña mi padre veía a su madre en tv pidiendo que se la devolvieran, que no le hicieran daño y se emocionaba mucho; “¡Lo que debe estar pasando esa familia!”, decía emocionado. Quien iba a decir que años después ese dolor lo íbamos a sufrir sus hijos, su familia”. Loli se emociona recordando aquellos momentos. Pese a todo, no pierden la esperanza. “No podemos; tenemos que seguir pensando que volverán aunque ya eso sea casi un milagro”.

“Papá lloraba por Sara Morales” cuenta Loli que a su madre, una persona sensible, buena, le impactó especialmente la desaparición de la adolescente Sara Morales en Ciudad Alta, “Recuerdo que cuando se llevaron a la niña mi padre veía a su madre en tv pidiendo que se la devolvieran, que no le hicieran daño y se emocionaba mucho; ¡Lo que debe estar pasando esa familia!”, decía emocionado. Quien iba a decir que años después ese dolor lo íbamos a sufrir sus hijos, su familia”. Loli se emociona recordando aquellos momentos. Pese a todo, no pierden la esperanza. “No podemos; tenemos que seguir pensando que volverán aunque ya eso sea casi un milagro”.

 

Como sabrán las entrevistas en la radio se realizan -en la medida que se pueda- con una breve conversación previa con el invitado fuera del micrófono. A veces, muchas, en esa charla informal es cuando ellos nos regalan los mejores titulares. Con las hijas de los ancianos desaparecidos en Guanarteme pasó igual.

En un encuentro de media hora anterior a la entrevista Loli y Miriam hablaron del duro primer año que vivió todo la familia, especialmente Loli. “Desarrollé una depresión tremenda tanto que me tuvo un año en casa, prácticamente en cama. ¿Sabes qué?, no me quitaba el pijama de mi padre. Su olor me tranquilizaba. Yo siempre he sido muy padrera así que era lavarlo y ponérmelo de nuevo. Poco a poco fui levantando cabeza y bueno, asumí que la vida sigue, que hay que aprender a vivir con el dolor, con la ausencia. Lo que no asumo es qué razones tenían para llevárselos. No lo entiendo y ahí si me duele”.

Miriam en cambio es más madrera. Cuenta que a su madre le decía mucho “te quiero” y que con ella mantenía una relación de comprensión, de cariño. “Pero los adoraba a los dos. A mamá la besaba mucho por el cuello y tengo el recuerdo de su olor, de sus manos”. Miriam vivía en Barcelona y en sus idas y venidas aprovechaba para hacer los mimos pendientes.

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