FIRMAS Francisco Pomares

A babor. Refugiados. Por Francisco Pomares

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Ramón Trujillo, concejal de Izquierda Unida en Santa Cruz, quiere que el ayuntamiento se pronuncie a favor del acogimiento de refugiados en la capital chicharrera. Es la suya una propuesta adelantada ya en septiembre del pasado año, cuando arreciaba la crisis de los refugiados. Y como tantas otras propuestas de este tipo, es de muy escaso valor práctico: el alcalde de Santa Cruz lleva meses reclamando mayor solidaridad del resto de los municipios tinerfeños (y canarios) ante el hecho de que un porcentaje mayoritario de nuestros propios «refugiados» (personas sin techo, mendigos, gente abandonada…) no son chicharreros. Supongo que el ayuntamiento acabará suscribiendo la propuesta de Trujillo, sin que eso tenga ninguna consecuencia más allá de su discutible valor como solidaridad declarativa. Ni uno sólo de los miles de refugiados amontonados en Idomeni llegará a sentir los beneficios de esa declaración, o de otras iniciativas recientes, como la de retirar la bandera europea de los edificios públicos en protesta por el acuerdo con Turquía -propuesta también de Trujillo- o el rechazo de la estancia gomera de Angela Merkel, por «su política fascista» en materia de refugiados, que ha exigido la recién creada plataforma «Bienvenidos Refugiados Canarias». Esa plataforma es nuestra versión local de una iniciativa ciudadana alemana que organizó una red privada de acogida de refugiados en viviendas compartidas. Desde que se creó en Alemania, a finales de 2014, ha conseguido dar alojamiento a un centenar de personas. Muy poco para la avalancha millonaria de personas que necesitan acogimiento y refugio, pero infinitamente más de lo que se ha logrado hasta ahora con declaraciones y postureos.

Y es que el problema de los refugiados es tan complejo que requiere incluso una redefinición del propio concepto: socialmente hoy consideramos refugiado a todo el que solicita o precisa refugio por cualquier motivo, mientras que la legislación es mucho más restrictiva, y la realidad -tozuda cuando se trata de destinar recursos a resolver problemas- va por su cuenta. Soy de los que opinan que el acuerdo con Turquía es un pésimo negocio, y no resuelve ni el problema de los refugiados ni el problema que los refugiados le han creado a Europa: sólo lo aleja y lo esconde. Pero es absurdo esperar que quienes nos gobiernan resuelvan problemas a los que la inmensa mayoría de los ciudadanos dedican apenas un par de tuits y menos tiempo de reflexión del que usamos para decidir qué ropa vamos a ponernos para ir a trabajar.

¿Queremos resolver el problema de los refugiados? Va a ser muy difícil, pero empecemos por plantear soluciones reales a todos los niveles: Trujillo, por ejemplo, podría proponer una cifra de familias que Santa Cruz puede acoger -veinte, cincuenta…-, y plantear un impuesto especial para asumir el coste que ese acogimiento supondría para la ciudad. Los promotores de «Bienvenidos Refugiados Canarias» podrían ofrecer alguna habitación sin uso, algún recurso propio, una campaña de recogida de ropa, no de firmas, algo más que denuncias… algo que vaya más allá de las declaraciones solidarias, que implique una voluntad de actuar y de asumir compromisos y responsabilidades. Quedarnos en la declaración y el rasgamiento de vestiduras nos retrata: buenismo, autocomplacencia e inutilidad, esa es hoy la conciencia pública de Europa.

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