EBFNoticias/ Mónica Ledesma.- Lleva 45 años ejerciendo una profesión en la que, curiosamente, empezó gracias a un verso. Carmelo Rivero, uno de los periodistas más reconocidos de Canarias, confiesa que soñaba con ser poeta, pero tras publicar su primer soneto en el extinto rotativo ‘La Tarde’ cuando aún era adolescente, su vida quedaría desde entonces encadenada a las letras en forma de reportajes y entrevistas. Su formación en el oficio ha sido fruto de la propia experiencia en los medios y, sobre todo, derivada por el hecho de sentirse periodista no solo por fuera sino por dentro. Pese a ello, recuerda que fue la Librería de su tío, en la que pasaba horas y horas leyendo y releyendo a los clásicos, la que realmente se erigió como su mejor escuela.
Más de 5.000 entrevistados a los largo de estos años, entre los que figuran personajes tan mediáticos como Fidel Castro o Gorbachov, decenas de libros escritos, tertulias, la co-fundación de cabeceras de periódicos como la desaparecida ‘La Gaceta de Canarias’ e incluso su propio blog personal son solo algunos de los hitos que han contribuido a teñir en forma de premio una dilatada vida profesional, un reconocimiento que hizo que la Comunidad Autónoma le concediera en el año 2004, conjuntamente con su hermano Martín Rivero, su máxima distinción: el Premio Canarias de Comunicación.
No obstante, este importante galardón fue un honor pero nunca un sinónimo de garantía, pues en el año 2011, después de llevar más de 30 años trabajando en Radio Club Tenerife, el periodista fue despedido sin recibir ni una explicación. De un día para otro, Carmelo Rivero tuvo que salir para siempre por la misma puerta en la que años atrás había entrado junto al por entonces director Paco Padrón. Un palo laboral y emocional que, envuelto en la estela gris de la recurrida crisis, casi logró apartarlo para siempre del periodismo.
-¿Cómo empezó en esta profesión y por qué quiso ser periodista?
– No fue nada premeditado. No fue exactamente una elección. Tuve muy pronto afición por las letras y escribía desde niño, sobre todo, versos; también dibujaba, pero creo que con menos fortuna. Sin embargo, escribir me gustaba tanto como leer y una cosa alimenta a la otra. Las estancias en la casa de mi tío Paco Martínez del Rosario, que tenía una librería (‘La Prensa’, en la calle del Castillo) me estimulaban la vocación. Así que fui a ver por mi cuenta al director de La Tarde, don Víctor Zurita, y en el acto me aceptó como colaborador; fue muy amable y generoso. Al día siguiente, ya publicó el primer texto mío que salió en un periódico: un soneto a Taganana, el barrio en el que pasaba frecuentes temporadas. Tenía 12 años y ahí debuté. A partir de ese momento, publicaba de modo adictivo artículos, entrevistas, reportajes, y nunca más poemas. Toda mi poesía, la que escribo desde entonces casi ininterrumpidamente, permanece inédita. Llevo 45 años en el mundo del periodismo.
– ¿Dónde se formó en el mundo de la comunicación?
– En los medios. En los periódicos, en la radio y en la televisión. Formé equipo con mi hermano Martín y con nuestro amigo y vecino de la infancia en el barrio Duggi, Zenaido Hernández Cabrera. Nuestra primera escuela fue La Tarde y después prácticamente todos los periódicos locales. En seguida, comenzamos a colaborar en medios nacionales. Pero, supongo que la primera ‘academia’ de periodismo fue la casa de mi tío, un librero melómano –y excelente barítono de la rondalla Tronco Verde, del Círculo de Amistad XII de Enero-, que hacía críticas musicales y teatrales en La Tarde. Él nos contagió la disciplina: llegaba de la Librería, ya tarde, cenaba, y escribía de noche su columna, bajo nuestra atenta mirada. Esa fue la primera escuela. Su casa estaba llena de libros, revistas y periódicos. Leíamos todo el rato. Y escribíamos para los periódicos. Se convirtió en un hábito. Hasta hoy.
-En 45 años de periodismo, ¿cuál ha sido su trayectoria profesional?
– La ruta de los periódicos canarios, sin duda, fue la primera escala obligada. El Diario de Avisos lo vimos renacer, cuando lo dirigía nuestro amigo Gilberto Alemán, al trasladarse la sede de La Palma a la calle Santa Rosalía de Santa Cruz de Tenerife, y luego ya con la llegada de Leopoldo Fernández, aquella magnífica primera redacción en tiempos turbulentos de la historia política de las islas (años 70). Hace cinco años volví a colaborar en ese periódico de nuestros inicios, y ahora, con la llegada de Lucas Fernández a la presidencia del grupo editor, y al calor de su empuje, un grupo de profesionales nos hemos involucrado de lleno en el diario y en el magacín ‘¡Viva la Radio!’ Como decía, desde muy pronto dimos el salto a medios nacionales: Triunfo, Diario de Barcelona, El País… Y en radio, asistí al resurgimiento de Radio Club Tenerife, a finales de los 70, con Paco Padrón de director, y allí estuve durante más de 30 años, vinculado a la Ser y a El País simultáneamente; sin duda, la gran escuela de la madurez que agradeceré toda la vida. En radio pasamos mi hermano y yo por RNE en tiempos de José Antonio Pardellas, y fuimos corresponsales del equipo de ‘Para vosotros, jóvenes’, que dirigía Carlos Tena; antes, incluso, hicimos pinitos en Radio Juventud a las órdenes de José Agustín Gómez. En televisión, participé en la fundación de Canal 7 del Atlántico y, posteriormente, en la de la TVC (pero también he hecho programas o colaborado esporádicamente en TVE, Antena 3 y Mírame Televisión).
– Su hermano Martín Rivero también ha sido una pieza clave en el periodismo canario, junto a quien ha escrito, además, importantes libros.
– Así es. Martín y yo hemos escrito una docena de libros. Con ‘El País Aguilar’ sacamos a la luz ‘Los Sabandeños. El Canto de las Afortunadas’, ‘Valdano. Sueños de Fútbol’, ‘Iñaki Gabilondo. Ciudadano en Gran Vía’… Nuestro primer libro fue con el Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC) y el Cabildo de Tenerife: ‘Cuba en Canarias. Casanova, el amigo isleño de Fidel Castro’, del que somos coautores con el historiador Julio Hernández García, y que salió en 1986, hace ahora 30 años. Con Ediciones Idea y CCPC publicamos poco después ‘Canarias: siete claves políticas’, que ahora releo y me ayuda mucho a entender el galimatías local.
- ¿Ser Premio Canarias de Comunicación le ha ayudado a abrir más puertas?
– En absoluto. Es una distinción que tiene todo el valor emotivo que supone tanto para mí como para mi hermano figurar en esa nómina de auténtico lujo. Adán Martín le daba mucha importancia a los signos de ámbito autonómico, y este premio, que nos entregó en un solemne Día de Canarias, era una especie de estandarte de canariedad y proyección exterior. Pero, a los efectos laborales, no tiene incidencia en nuestra sociedad. En los años de la crisis yo pasé una travesía laboral muy complicada, como muchos compañeros, y recuerdo que lo más habitual era prestar tus servicios a cambio de pequeños pagos aplazados, que no siempre se hacían efectivos. El Premio Canarias no te da de comer. Pero es un honor, qué duda cabe.
- ¿Después de más de media vida dedicado al oficio del periodismo, en todas sus ramas, hay algo qué aún quede por hacer?
- Creo que nunca haces lo suficiente. Yo tengo una gran vocación de aprender. Aunque suene inconcebible, ahora mismo me encanta ver cómo dibuja mi hijo Ángel, de cinco años, que lo hace como a mí me hubiera gustado a su edad, y estoy como un loco haciendo fotos de sus obras para recrearme en ellas. En periodismo, lo mismo, me interesan las nuevas firmas, los modos originales de cada buen reportero o columnista de nuestro entorno o de cualquier latitud. América, que suelo visitar, es un vivero de periodismo buenísimo. Y devoro a los clásicos del género, a Umbral, Vázquez Montalbán, Norman Mailer, o los nuestros, Juan Cruz, Fernando Delgado, Alfonso González Jerez … Yo he hecho miles de entrevistas y artículos, y no dejo de querer hacer la mejor entrevista y el mejor artículo, que siempre es lo que a uno le queda por hacer.
– ¿Cuando se han realizado más de 5.000 entrevistas y publicado tantos libros, las preguntas o, tal vez las ganas, se agotan?
-¡Qué va! No ha llegado ese día. Cada entrevista, cada artículo, cada libro que uno se propone es el más difícil de todos. Y dar con las preguntas acertadas, también. Es un oficio que tiene mucho que ver con un juego, un acertijo. Uno juega a encontrar eso que está escondido en alguna parte: la pregunta, el adjetivo, la idea… Y como es cada vez más difícil, como hacía Pinito del Oro sobre el trapecio, siempre te la juegas, es un reto que no te deja relajarte, porque si te caes ya sabes que no hay red: ni el Premio Canarias te va a salvar.
– Ha entrevistado a destacados personajes de la política, la cultura o el deporte. ¿Cuál de todos tiene un significado especial y quién sigue siendo esa asignatura pendiente?
– A Gorbachov y Fidel, dos personajes con tanta implantación histórica, les tengo en especial estima, porque fueron entrevistas muy laboriosas, muy trabajadas, me costó mucho conseguir hacerlas realidad. Como convencer a Jorge Valdano o a Iñaki Gabilondo para biografiarlos, como, por suerte, hicimos, Pero las mejores entrevistas han sido muchas: a Pelé, Suárez, Carrillo, Fraga, Vargas Llosa, Vázquez Montalbán, Ana María Matute, Carlos Fuentes, Patarroyo, los políticos canarios, o las de la serie que estoy haciendo los domingos en Diario de Avisos. Elegir una es dificilísimo para mí, lo doy todo en cada nueva entrevista. Date cuenta que en radio ha habido años que he entrevistado todos los días a una figura local, nacional o internacional, pero, fíjate, ahora mismo en ‘¡Viva la Radio!’ estoy haciendo a diario diálogos con gente muy interesante, que me cuentan historias que vale la pena: cito las entrevistas que he hecho a compañeros periodistas como Rafael Lutzardo, Tinerfe Fumero, o John Carlin, Fernando Jáuregui…, y a gente como Tomás Pacheco (Palmera) o los padres del niño Eidher. Ya vez, no me decido por una sola.
- Tras su salida de Radio Club vuelve a las ondas con el programa ‘¡Viva la Radio!’ ¿Cómo está siendo la experiencia de regresar a las ondas? ¿Ha desaparecido aquella espinita clavada tras lo ocurrido con la Ser?
-La Ser, Radio Club, ha sido siempre mi casa, yo vivía materialmente allí. Fue una convivencia que duró más de treinta años, hasta el día que tuve que irme por razones de fuerza mayor. Es como esos divorcios en que haces la maleta y te tienes que ir. Yo conté entonces en un artículo que al marcharme abracé literalmente la puerta de la calle. Era la puerta por la que había entrado y salido todos los días de mi vida durante esos treinta y tantos años. Así que supondrás el dolor que me producía no volver a entrar por allí. Todo empieza y acaba alguna vez, debemos verlo como algo natural. En ‘¡Viva la Radio!’ ha sido como un deja vu, vivir la misma aventura dos veces. La viví en Radio Club y la estoy volviendo a vivir ahora, con casi toda aquella gente del principio. El destino nos ha vuelto a colocar en el camino y estamos haciendo lo que hacíamos. Con una ventaja: ahora lo hacemos infinitamente mejor, porque la radio nos ha enseñado todo lo que podía enseñarnos, y estamos devolviéndole el favor. El artífice ha sido Lucas Fernández, que lidera el nuevo proyecto del ‘Diario de Avisos’. Él también vivió aquel fenómeno de ‘radioclub’ y nos ha puesto los medios y las pilas para disfrutar y hacer disfrutar a los oyentes. Es como si la radio nos volviera a abrir la puerta que yo abracé al irme.
-¿Cómo ve la actual situación de los medios de comunicación en las Islas y qué medidas serían las necesarias para reactivar el sector?
– La comunicación no atraviesa su mejor momento en Canarias y en ninguna parte del mundo, porque se vive la explosión digital, que está transformando el sector. Entre tanto, confío en que no cierren más medios y en que no se eleven las cifras de paro y abogo por que la publicidad, con la recuperación, se reactive. Tenemos que sobrevivir y hacer de la necesidad virtud. La única receta es no tirar la toalla. Nunca.
– ¿Qué consejo daría a las nuevas generaciones de periodistas?
– Ningún consejo en particular y todos lo deseos de hacer realidad sus sueños. Esta es una profesión que es una vocación que se sueña antes de hacerla realidad. Yo soñaba de niño con ser periodista y he tratado –sigo haciéndolo- de hacer realidad mi sueño. Cuando la crisis me quiso echar del periodismo –y estuvo muy cerca de lograrlo- me propuse resistir contra viento y marea. Ser periodista no es entrar en una redacción, cubrir un horario y volver a casa. Es algo más simple y complejo, porque no se es periodista, se ha de sentir. Uno no es periodista. Uno, o se siente periodista o es cualquier otra cosa, pero no periodista.
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