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Ignorantes o estúpidos ¿qué somos? Por José Enrique Centén Martín

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Estaba tomando un café y me llamó la atención una conversación entre dos personas ajenas a mí, personas posiblemente de los casi dos millones de parados entre los 45 y los 65 años, sin salida profesional según las agencias de empleo. Deduje que uno era conductor de maquinaria de obras, se lamentaba porque no tenía estudios, siempre había sido conductor y solo tenía acceso al mercado laboral como peón fuera de su profesión.

Durante el 2015 ha estado trabajando siete meses cobrando 1.100€ al mes, incluso sábados, ahora cobra algo del paro que le quedaba, cerca de 900€, pero le han ofrecido trabajar de nuevo un par de meses y no lo puede aceptar, ahí fue cuando presté atención. Argumentaba que en el 2014 le pasó algo parecido y aceptó el trabajo, pero al realizar la declaración de la renta tuvo que pagar 1.200€, con lo que resultó estar trabajando tres meses por 700€ mes, todo porque las empresas por un empleo temporal deducen 2% de IRPF y como trabajó para empresas diferentes Hacienda le obligaba a realizar la declaración a pesar estar exento por no alcanzar 22.000 euros brutos anuales, pero obligado a declarar por haber cobrado más de 1.500€ de la segunda empresa, incluso le dijo un gestor que es obligatorio declarar por percibir más de 11.200€ en todo el ejercicio sumando empresas diferentes. Estaba apesadumbrado, quería trabajar pero no entendía que cobrando una mierda, parte de su mierda la quería Hacienda, el paro se le agota dentro de 4 meses y no tiene respuestas ni esperanzas a su infortunio, todo por la Reforma Laboral.

Estas personas son los mayores estafados, y pocos ven que los asalariados no son las únicas víctimas, también lo serán los pensionistas futuros y por ende el empobrecimiento del Estado al  recaudar poco, son estafados por los estafadores políticos que tenemos, incluso en la prensa salen como ocupan cargos en grandes empresas al dejar la política parlamentaria, se aseguraron el porvenir al permitirles pagar impuestos por solo el 7,3% de sus beneficios, el resto en paraísos fiscales, y lo hacen porque tendrán un puesto en ellas debido a ese engrasamiento de las puertas giratorias realizado durante años.

Mientras que el protagonista de esta historia, como muchos otros, se convertirá en uno de cada cuatro trabajadores por horas con más de 50 años o ser parte de los 2.102.616 que recibe la prestación por desempleo, el 54,5% de los parados actuales, si no modifican aún más las exigencias para percibirla; deseo oculto de estos salva patrias con sus tratados neoliberales, que según explican muchos economistas, la verdadera realidad de tratados como el TTIP es suprimir derechos sociales y laborales, teniendo expertos en saltarse las normas y leyes de control de los diversos países, ya lo adelantó David Rockefeller cuando manifestó: «Algo debe de reemplazar a los gobiernos, y el poder privado me parece lo adecuado» (declaraciones a la revista Newsweeken febrero de 1999). Susan Georges en su libro «Los usurpadores»1, parte de él publicado en Global Arbitration Review, analiza claramente los tratados al denunciar que estos están controlados por individuos privados a quien se les confía el poder de revisar, sin restricción ni apelación todas las acciones de los Gobiernos, así como decisiones de los tribunales e incluso leyes de los Parlamentos.

Debemos hacer ver la realidad a muchos de esos votantes que apoyan y defienden, sin entender, la nefasta política  económica neoliberal, les afectará tarde o temprano, si ya no lo están sin darse cuenta, porque el fin de estos tratados es llevar a la miseria a los asalariados para mantener una reserva de mano de obra que mendigue trabajo, la resignación está aflorando en muchos de ellos, es muy normal oír en una conversación la lastimosa aseveración, «es lo que hay». Porque es tal el grado de ignorancia que según ciertas encuestas sitúan de nuevo en el poder a los llamados neoliberales, esos defensores a ultranza de los tratados económicos restrictivos, incluso cuando los análisis de múltiples economistas predicen que los supuestos beneficios de estos tratados sólo los disfrutarían un 1% de la población, y la calidad de vida del 99 % restante disminuirá. Seríamos rematadamente estúpidos si lo permitimos el 20-D.

 

1.- Cómo las empresas transnacionales toman el poder. Icaria Editorial, Barcelona, 2014, pág. 111

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